Criminal político. Aborrecible.
Calié. Vergonzoso.
Mentiroso/ embaucador. Indigno.
Violador de niños y niñas. Feminicida y maltratador de mujeres. Contra- humano.
Traidor a la confianza depositada, la amistad ofrecida y a la causa, cual sea. Deleznable.
Comprador/vendedor de conciencias. Peligroso.
Son tan malos como los corruptos y corruptas.
Que Carlos Marx y sus principios, y la memoria de los mártires patriotas y revolucionarios, nos libren de incurrir en esas prácticas, o ser afectados por las mismas.
Sectores de la cúpula del gobierno-PRM que son advenedizos y adúlteros al peñagomismo, son compradores de conciencia.
Esa práctica hace parte de su ideal de sociedad, y por tanto de su proyecto político, y eso la hace grave amenaza al proceso democrático.
Se vio en las elecciones para elegir las autoridades de la UASD en el 2022.
Se vio con creces en las recién pasadas elecciones municipales, congresionales y presidenciales.
El 12 de diciembre del 2023, encuestas de trabajo indicaban que el PRM ganaba de manera arrolladora las alcaldías del Distrito Nacional, Bani, La Vega, Nagua, Puerto Plata y muchas otras; y los candidatos en estas tenían una valoración muy alta, superior al partido.
Pero esas mismas encuestas decían que el PRM perdía en una cantidad de alcaldías emblemáticas del Gran Santo Domingo y del Cibao, y se desató en consecuencia aquella práctica de compra de conciencia a todos los niveles, así con toneladas de arroz que con millones de pesos, y revirtió con esa mala arte las previsiones de aquellas encuestas.
Se ha estado viendo en cualquier proceso de elección en gremios y sindicatos, caso el Colegio de Abogados; y está en curso hacia las elecciones de ADP donde el PRM ya ha pasado a sus filas a profesores que serían candidatos contrarios a los de su corriente en el magisterio.
Nadie con un mínimo de ética y convicciones democráticas puede ser indiferente a este tipo de conducta.
Es como el programa de empleos eventuales mínimos (PEME), que aplicó el primer gobierno de Leonel Fernández (1996- 2000), que mal gastó casi 150 millones de pesos de los de aquel tiempo, en pagos a activistas barriales para que no organizaran protestas.
Es malo el que hipoteca su conciencia. Porque este reduce su condición humana a la de "una cosa" que hace mercado en el justo momento en que, como oferta, se encuentra con un demandante. Se convierte en cualquier cosa.
Es malo y peligroso cuando es el Estado el que compra. Es grave. Porque estas acciones de compra de conciencia se hacen con fondos del erario, lo cual es corrupción; y tienen implicaciones políticas inmediatas sobre el proceso democrático.
Pero van más allá: imponen contravalores que se convierten en dominantes en la sociedad. Convierten la compra y venta de conciencia en un ideal, en cuestión común que llega a ser aceptada por mucha gente como algo normal, propio de la política y del Estado. La hacen valor dominante impuesto por la clase dominante.
Es una degradación de la política, y como práctica mala que es, cubierta por la impunidad, se constituyen en incentivo al desarrollo de la delincuencia, común, y no común.
Y esto es peor. Porque se transfiere como mal ejemplo a la sociedad entera.