He aprendido a encontrar la felicidad en cosas muy pequeñitas y cotidianas. Probablemente porque las asumo con la calma contraria de mi personalidad y sin la prisa que obliga el tiempo.

Hace más de un mes, mi hijo de doce años, Rafael Eduardo, me invitó a ver una serie que se transmite a través de la plataforma Disney Plus. Se trataba de Hawkeye, una continuidad del superhéroe de Marvel y que cada miércoles estrenaba un capítulo.

Yo, que nunca he sido fanática de superhéroes y esos asuntos, acepté como una manera de compartir con Rafa un momento solo entre nosotros, sin excluir a Sabrina la más chiquita, pero haciendo de aquel momento solo nuestro; como una forma de tener temas; de hacer algo distinto y aprender de las cosas que a él le gustan y tanto disfruta. Además, en plena adolescencia cuando se apartan un poco de mamá, la oferta y el acercamiento me pareció halagador.

Cada miércoles durante el mes de diciembre completo, Rafa y yo nos reservamos para ver el capítulo de estreno de la serie y durante el resto de la semana comentamos y esperamos con ansias el próximo episodio. A mí, más que la serie, la dinámica me pareció mágica.

Así, entre un capítulo y otro le pedí que viera conmigo la saga completa de Star Wars. Él, que ya había visto todos los episodios, que se los sabe de memoria, aceptó sin que yo le insistiera y me sirvió de guía en cada una de las películas.

Pasaron dos cosas, renovamos el compromiso de los miércoles y de repente, el chico de 12 años se vio sirviendo de maestro a la madre de 41 que lo vio nacer y le dio la vida y consolándome cuando me conmoví por la muerte de Han Solo.

Al momento de escribir este artículo ya llevamos 7 de los 9 capítulos de la saga Star Wars y muchísimos momentos de ternura, de calidez y cercanía vividos entre mi hijo y yo que no quiero que se terminen. De hecho, ya vimos “The Book of Boba Fett”, quedamos de ver “The Mandalorian” y espero de todo corazón que sobre la marcha continuemos renovando el compromiso y esta dicha de estar juntos.

Uno a veces da por sentado los vínculos con los hijos. Cree que la naturaleza con su sabiduría hará su trabajo y se pierde de vivir momentos con los hijos que valen más que cualquier paseo.

Uno se afana tanto por lo grande, por lo que uno cree que es mejor, cuando la verdadera felicidad está en crear memorias y recuerdos que se atesoran en el corazón por siempre.

Espero que Rafa, tanto como yo, disfrute estos ratos y renovemos este compromiso cada vez que terminemos una serie juntos hasta la eternidad.

Hoy dejo esta Comparsa para que Rafa la lea, que sepa que me hace inmensamente feliz compartir esos momentos con él, que siempre será mi padawan, que nunca dejar de estar aquí como Obi Wan Kenobi para Luke Skywalker y que nunca seremos demasiado viejos para compartir estos momentos él, la chiquita Sabrina y yo.

A ustedes, les comparto estas líneas para motivarlos a propiciar un compromiso igual con sus hijos, que a fin de cuentas se convertirá en un regalo que habitará por siempre en sus corazones.