Sí, acabamos de conmemorar otro aniversario más de haber declarado la in-dependencia y haber constituido una república. Pero no nos contamos toda la historia. O al parecer solo nos gusta escuchar una parte, la escogemos según sea nuestro estado de ánimo, nuestro odio y desprecio a esa parte de la historia no tan bonita, la de haber sido esclavizados.

Ya lo había dicho la colega Tahira Vargas, https://acento.com.do/opinion/mes-de-la-patria-2-9168423.html, y repetirlo, vale la pena, tal vez sí, porque nuestra actitud negativa hacia unas invasiones y positivas hacia otras, deba ir más allá que un solo reconocimiento del hecho como tal. Porque todo fenómeno social tiene explicación, lo cual resulta la mar de interesante en escudriñar.

Y es que usamos los términos de manera muy conveniente, y con unas acepciones completamente parcializadas, interesante preguntarnos ¿hacia qué objetivos? Patria, pueblo, soberanía, independencia. Sin reconocer nuestra historia de grupos heterogéneos, con diferentes orígenes y conformaciones sociales y culturales diversas, resulta muy cuesta arriba dejar denominarnos “pueblo dominicano” para hacer creer que nos sentimos o que pretendemos ser todos iguales. Patria reconoce un arraigo hacia una historia, no hacia el viaje para encontrar una oportunidad de desarrollo económico, espero hacerme entender. Soberanía, por favor, soberano es el que se gobierna a sí mismo, y a nosotros no nos gobierna ni siquiera el gobierno que elegimos, que ya se ha dispuesto así en el 1965. E independencia, habiendo expulsado a su propulsor del país para dejar tomar las riendas para la anexión colonial que jamás pudo terminar.

Estampas de dominicanidad como las de la foto llaman a la reflexión sobre si en verdad estamos orgullosos de ser dominicanos, o de si ello significa algo que vaya más allá de comer mangú de plátanos o arroz con habichuelas.

Pero nosotros seguimos mirando para otro lado, como si en realidad, esto no tuviera ninguna importancia, mientras se machaca y machaca la construcción de un dichoso muro en la frontera, que no importa si se destruyen los recursos naturales y los humedales de la Laguna Saladilla, lo importante es “cerrar el paso” a los “ilegales” haitianos, para evitar la fusión, y cuanta más expresión del más genuino odio hacia la población del sufrido país vecino, olvidando que el trasiego de ilegales es un negocio que ellos solo usan para una oferta laboral que se exige en las altas esferas del poder económico de una estructura de desarrollo que busca la menor inversión y el mayor beneficio, no importa a qué precio sea, precisamente de este lado de la frontera. Pero decía Juan Pablo Duarte que seríamos libres de “toda potencia extranjera”. ¿Y será que el país más pobre el hemisferio occidental ha sido alguna vez potencia?

Las estampas son de las más variadas índoles. Porque a los estudiantes escolares los pusieron de relajo a desfilar con coloridos trajes bandera nacional, mientras otras chicas, como una gracia, se mandaban a hacer poloché con el letrero ”I love DR”, así en letras, o con dibujos del conocido corazón y los colores patrios. Y es que repito e insisto sobre la pregunta, por qué nos molesta la invasión haitiana de 1822-44, pero no nos molesta cómo los Estados Unidos ha invadido nuestras mentes desde 1907 a la fecha y de tan variadas formas.

Sí, es fácil entender que no nos guste reconocer que fuimos una vez esclavizados y maltratados. Pero mientras sigamos negándonos a reconocer nuestra historia, mirar para otro lado, creernos que hacemos una elección cuando en realidad aceptamos una imposición, seguiremos siendo esclavizados, aunque no lo sintamos, porque nos tratan con “amabilidad”, lo cual igual, no cambia la realidad de la inferioridad frente a la superioridad del esclavizador. Al cual con esa actitud seguimos besando la mano, aunque no haya un solo haitiano de este lado de la frontera.