Conversaba con mi madre acerca de los años cincuenta. Ella era una joven, que como muchas otras chicas de su época, no hablaba sobre el régimen, por el temor al poder que ostentaba el Presidente Trujillo. En diferentes ocasiones de nuestras conversaciones, ella recordó sobre los trozos de vida de la cultura dominicana y los miedos que la acompañaban durante ese período.

Su residencia permanente se localizaba en la Provincia María Trinidad Sánchez. Le comenté, acabo de leer una novela de un narrador dominicano llamado Amable Mejía que se titula: El Camino de las Hortensias. Y ella rápidamente me dijo, así se llamaba Bonao. Expresó de inmediato, para llegar a Santo Domingo, había que cruzar por el centro del pueblo. Dijo que era una ciudad muy bonita, aunque nunca la visitó.

Durante la conversación me explicó que ese pueblo, le gustaba a Petán, hermano del entonces presidente Trujillo Molina. Le dije muy rápido, de eso trata la novela. Sobre esa figurilla nefasta del régimen. La narración recoge una muestra de un botón. Es un relato que delinea las fisuras purulentas de una época.

Las máscaras de la tragedia son parte del teatro isleño durante la tiranía de Trujillo. Es una narración que amontona múltiples crónicas. La novela es ficción y en la narrativa de Amable se resaltan las figuras de mujeres y hombres que muestran sus dolores y carencias provocados por los instrumentos del poder bajo la dictadura de Trujillo. Las relaciones de tipo fascista exponen, las locaciones de la intolerancia y formas de castigos, a través de la represión, encarcelamiento, tortura y asesinato.

En esta narración se observan las políticas represivas y cómo afectan la vida de las personas. Un mapa de los desbordes humanos y dé cómo se agravan o destrozan las riberas de la psiquis.

El olvido es un medio eficaz para el control físico, social y psíquico de las mujeres.

No obstante, no es una novela histórica, aunque recoge historias de mujeres adolescentes que fueron vendidas por sus propios padres o tratadas como mercancías, por otras mujeres que se favorecen económicamente y lograban cierto poder, congraciándose  con Arismendy Petán Trujillo.

Un hombre cruel, como muchos otros que favorecieron y controlaron el Estado. Esos pocos individuos, causaron estragos y permitieron que el Teniente General Petán tuviera impunidad, y control de una pequeña población rural de la República Dominicana. La cual se convirtió en el espacio, al que fue confinado, por problemas con su hermano Trujillo.

Estas narraciones retratan realidades crueles que fueron atrapadas en un momento de dolorosas tragedias para familias pobres del pueblo de las Hortensias. Empero, como toda narrativa es una ficción, fruto de la imaginación del autor para recrear y rebuscar en la memoria de su pueblo, un lugar de flores (mujeres y hombres) que el poder patriarcal y genocida de la época marchitó.

Una instancia que toca la inocencia. La experiencia del fracaso de la gente pobre que tratando de bajar las tensiones, se acomodó en el silencio, dejó pasar y colocó en el frío de la memoria, tantas inequidades de clases y arbitrariedades de poder.

Un pueblo que por miedo, enfundó en un rincón, esas cosas vergonzosas que se conocían sobre la pederastia de Petán. Ese poder no se enfrentó. Las niñas y adolescentes de Petán, fueron encerradas en lugares oscuros, por una psique perversa para luego pasar, a ser señaladas como parte de la cofradía que la tachaba de ser un “jarro pichaó”. Múltiples muertes, entroncan memorias coloniales, como parte de un tutelaje perverso, en la que unos o muchos participaron activa o pasivamente de esos paisajes de violencia.

La memoria isleña,  no ha conseguido olvidar esos abusos. No obstante, las mujeres y las niñas quedaron atrapadas en un laberinto de burlas históricas. Hasta un merengue,  señaló a dichas mujeres. Ellas y sus estigmas fueron bailados por muchos. El merengue recoge su infortunio, como tacha para las mujeres. Un montón de memorias de dolor, de aquellos  que no se habla todavía.

El opresor triunfa. Si de esos laberintos oscuros, no se encienden las lámparas. Cuando no se reconoce el dolor, ni se hace público, se queda atrapado en el lenguaje coercitivo que populariza el  colectivo.  El autor señala que no hay forma de olvidar, ni con la muerte. El olvido es un medio eficaz para el control físico, social y psíquico de las mujeres.

La vida de las mujeres no puede seguir siendo un patio, ni un lugar de clausura. Las barreras del olvido, no son tolerables.  Ya que siempre se enmarcaron en un camino de castigo y en la amputación de su propio lenguaje.

A mi humilde entender, las mujeres tienen un remedio, y es la pócima, la de nombrar, delatar y abrir los espacios para lograr prevenir, regular y denunciar, la mil y una forma, de cómo se han controlado, los cuerpos femeninos, a través de nuestras historias.

Amable Mejía, cuenta sobre historias de mujeres. Trata sobre esos "no lugares" que todavía existen en los recovecos de una cultura preñada, por una doble  moral que acciona, sometiendo y juzgando, a las mujeres, tanto física como éticamente, según los viejos instrumentos coloniales.