“La política es el proceso de asignación de poder en las instituciones del Estado. Las relaciones de poder se basan en gran medida en la capacidad para modelar las mentes construyendo significados a través de la creación de imágenes. Recuérdese que las ideas son imágenes (visuales o no), en nuestro cerebro). (Manuel Castells: Comunicación y Poder).

La comunicación socializada que constituye la expansión de las imágenes recrea la realidad, empero, al mismo tiempo la ficción. No logramos a menudo, decantar la verdadera realidad en el juego de los intereses sin demarcar y las relaciones de poder. Las imágenes se amplifican para conectarnos y desconectarnos, para tratar de hacer en cada uno de nosotros seres actuantes e interactuantes en la determinación protagónica: mercancía, ora como ganado consumo ora ganado electoral.

Hoy, los medios de comunicación, en toda su variedad, no son el Cuarto poder de que nos hablara Edmund Burke, trasciende para constituirse en una esfera del poder, clave en la dimensión de los actores estratégicos. Es lo que Byung-Chul Han nos dice acerca de la mediocracia como fuente de poder en una democracia modelada por los medios. En la Infocracia en la que nos encontramos insertos como paradigma, en medio de una crisis de la democracia donde la racionalidad no apunta como el eje central del humano. La Telecracia y la Teatrocracia nos avasallan para fragmentarnos en lo esencial y vital del conjunto, del colectivo, para sobredimensionar lo individual y conducirnos al “entretenimiento más visceral y desgarrador”. Es como nos diría nuevamente Byung –Chul Han, allí donde la dominación se ejemplifica a través del dominio de diferentes pantallas.

En nuestro país los medios tradicionales jugaron un rol extraordinario desde la muerte de Trujillo; aun en medio del Estado bonapartista que dirigió Joaquín Balaguer asumió un papel tan estelar, tan contestatario, que los “los balagueristas” de la sombra dinamitaron el periódico El Nacional y la revista Ahora y asesinaron a varios periodistas connotados. A partir de 1978, con la nueva transición caracterizada por la alternabilidad, la prensa tuvo un auge notable y debió reciclarse para poder actuar con éxito en el marco del nuevo respiro de la democracia.

En el interregno de 1986-1996 con un presidente fuertemente autoritario, pero con una capacidad de adaptare, el octogenario Joaquín Balaguer, con 80 años cuando volvió al poder, entendió la dinámica de la vida social y cómo las fuerzas sociales habían cambiado. A partir de 1996 la relación del poder con los medios alcanzó un nuevo clímax. El joven presidente de 43 años había cosechado una importante relación primaria con los principales hacedores de opinión pública. Su rol de catedrático con la asignatura de Sociología de la comunicación, apuntalaron esa efectiva interactuación, al tiempo de que fue abogado del sindicato de los periodistas en la lucha por la colegiación y su interesante tesis: El delito de opinión pública.

A partir de 2005 la relación había cambiado, ahora más vertical y de cooptación y clientelismo. Los medios como aparatos ideológicos del Estado y en medio de la consolidación del aparato político, acusó una dimensión cuasi demencial dado que clientelismo y corrupción se instalaron simultáneamente para engendrar, como diría Jacqueline Jiménez Polanco, el partido como cartel de la corrupción y la degeneración de la política. Hoy, merced a los grandes avances de las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC), lo que Byung Chul- Han denomina el Régimen de la información, que ha derivado en una Infocracia, el espectro de la vigilancia ya no es el efecto panóptico de la Biopolítica, sino la Psicopolítica, donde a través de los mismos datos de cada uno de nosotros, de un clic, nos ponemos visibilizados frente a los centros del poder económico y político, de tal manera que nos retratan permanentemente y generan en cada uno el perfil de comportamiento.

Las redes, como medios de comunicación y de información, conviven en nuestra realidad social, empero, las primeras están logrando un empuje que alcanza una autonomía mayor. Ya los medios tradicionales no las pueden inobservar. ¡Arden las redes! Queremos subrayar que aun en medio del importante papel desarrollado por los medios de comunicación, ya sea por comodidad, por ahorro de palabras o por no asignar las categorías apropiadas o caer en la simplicidad del lenguaje cotidiano, vulgarizaron y crearon clichés, estereotipos, estigmatización, prejuicios, etiquetados y discriminación, sin contemplarlos conscientemente. Vale decir, los medios se hicieron caja de resonancia, eco de los mismos, existiendo de manera latente, y a veces manifiesta, en el cuerpo social dominicano.

¿Qué es el estereotipo, el prejuicio, etiquetado, estigma y la discriminación y cómo se verifica en la sociedad dominicana? Estereotipo según Bruce J. Cohen “son generalizaciones que se hacen de los individuos de cierta categoría religiosas, raciales o étnicas. Se espera que los miembros de una de estas categorías exhiban ciertas características de personalidad y pautas de conducta preconcebida”. En un aterrizaje más forzado y empírico, los estereotipos constituyen las construcciones maniqueas con respecto a algo. Es, en gran medida, un bloqueo mental, un cliché, robustecido por la práctica social, por la cotidianidad. Verbigracia: la creencia que solo el pobre es ladrón. Que el que vive en un sector de clase pobre y vulnerable no puede ser ético. Que el que reside en un medio hacinado es bulloso y cherchero. ¡Que los Aguiluchos no saben perder!

Para el referido autor precedente, el Prejuicio “es una actitud o un sentimiento que tiene una persona hacia los miembros de un grupo minoritario, mientras que la discriminación es una pauta de conducta manifiesta y abierta en contra de un grupo minoritario”. En gran medida es lo que vemos en la sociedad dominicana con respecto a los miembros de la comunidad LGBTIQ+. La actitud que se asume contra los que son ateos y expresan porqué somos tan aporofóbicos. Para Anthonny Giddens y Philip Sutton, en su libro de Sociología, Estigma, “son características físicas o sociales considerados como degradantes que son socialmente reprobadas y que provocan oprobio, distancia social o discriminación”. El ejemplo más gráfico es como vemos a las personas con discapacidades diferenciadas. El Etiquetado, abundan ellos, “es el proceso por el cual ciertos individuos y grupos sociales son identificados como poseedores de ciertas características que les atribuyen otros individuos o grupos que poseen el poder y la influencia necesarias para que funcionen estas etiquetas”. El ejemplo es la visión que tiene la Policía y la clase alta con respecto a la conducta desviada y los sectores pobres.

Se entrecruzan los estereotipos, prejuicios, estigma, etiquetado y discriminación muy a menudo. Vemos cómo los periodistas y comunicadores esbozan:

  1. En el encuentro habían altas personalidades. Eso no tiene nada de científico. No hay ni alta ni baja personalidad. Cada ser humano contiene su individualidad. No hay un ser humano igual a otro. Hay 7,900 millones de personas que conforman 7,900 personalidades distintas. Como diría el sabio Aristóteles “la personalidad es única e irrepetible”. Lo correcto es decir: en el evento habían personas altamente conocidas.
  2. En el caso Medusa hay apellidos, dicen los periodistas y comunicadores: sonoros, gente de apellidos. Algo penoso que denota discriminación execrable, autoestima baja de parte de quien lo dice.
  3. En el caso Medusa la mayoría, dicen los comunicadores, viven en sectores residenciales: Naco, Piantini, Serrallés. Si hubiesen de San Carlos, Villa Juana, Cristo Rey, Capotillo y Villa Consuelo dirían en los barrios… En la clase alta señalan sector residencial.
  4. La clase médica, la clase profesoral, la clase de ingenieros. Los profesionales no son clases en sí mismos, son categorías sociales y cuando están agrupados conforman grupos sociales. Dentro de un mismo grupo social pueden existir estratos sociales distintos, clases sociales diferentes.
  5. Dicen algunos comunicadores: No entiendo como gente sin necesidades, que han vivido bien toda la vida, incurren en esa perversión. No conocen la historia y la intra historia. Además, hay un componente de la conducta desviada que no tiene que ver con aspectos sociológicos, sino psicológicos y biológicos, más el ambiente que exista para la prosperidad o no (sanción) del delito punible

En nuestra sociedad, la minoría, que es la clase dominante, impone a través de diferentes mecanismos, las dimensiones de alienación en el juego de entretenimiento vacuo, de la diversión sin esperanza. Los actores clave del sistema ni siquiera como elite dominante (poder económico), que deberían generar un poder social con una visión de burguesía acorde al Siglo XXI en su tercera década. No han decantado, diferenciado el tiempo. Creen que lo que ayer era normal, hoy debe seguir haciéndolo. Creen que el rentismo desde el Estado es una herencia permanente de drenar al Estado en combinación con la partidocracia. Por eso sus hijos siguen haciendo fraude porque la conducta desviada es una cultura aprendida. Es el ser que determina la conciencia. Por ello, más allá del origen social y de los colegios donde estudiaron hay una práctica social que crea y configura y se replica en el tiempo, porque nunca han sido sancionados ni al abuelo, ni al padre y hasta ayer, los hijos.

Estamos en presencia de una parte de la elite económica que es elitista por su jerarquía económica, empero, no tienen clase que da el sostén del glamour glorificado en lo correcto, valorado en la dimensión del alma del puente y no en el alma desalmada. Que la brecha fiscal en República Dominicana sea tan alta, esto es, la diferencia entre lo que el gobierno debería recaudar y lo que efectivamente recauda. Esto está determinado por la evasión fiscal, la elusión fiscal y la subdeclaración voluntaria. Tenemos la evasión fiscal más alta de la región y 15 puntos más del promedio. Todavía nos encontramos en una presión tributaria de apenas 14.5% cuando en ALC se sitúa en un 21%.

Simple obviedad de una ceguera moral y de una ausencia de visión como clase dominante que cree que para dar el salto como clase gobernante tiene que estar adherida como hiedra al Estado, al rentismo, al clientelismo político y a la corrupción más depravada y envilecedora.