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El poeta Mateo Morrison.

La poesía es el eco de la música del alma”. Voltaire. El mundo cultural dominicano está de fiesta: La Feria Internacional del Libro, Santo Domingo 2024, está dedicada al más destacado gestor de la cultura nacional de los últimos sesenta años, seleccionado, tal vez sin proponérselo, para representar la generación de escritores y poetas que surgieron en los días finales de la guerra patria de abril de 1965; pero en especial durante los llamados “doce años de Balaguer”: el poeta y amigo Mateo Morrison (Mateo Constantino Morrison Fortunato); un hombre sencillo, solidario, de rápido andar, que camina auscultando el cielo, como quien persigue en cada nube los versos precisos que formaran partes de sus próximos libros; que tiene la cultura y la literatura como centro de su vida.

Inmerso por completo en el trabajo cultural, cumplidos los veinte años de edad en 1967, ya se había convertido en el mentor de jóvenes escritores que residían en la zona oriental, lejos del centro de la ciudad, cruzando el Puente Duarte “de aquel lado de rio”. Fundadores de la agrupación cultural y literaria La Antorcha, que trascendió de las manos de Morrison y tuvo entre sus integrantes a Alexis Gómez Rosa, José Molinaza, Rafael Abreu Mejía, Enrique Eusebio, y Soledad Álvarez. Morrison se convirtió, como el que más, en uno de los líderes de la Generación de Posguerra, con méritos indiscutibles, de los que puedo dar testimonio, para ser tenido en cuenta a la hora de dedicarle la Feria Internacional del Libro 2024.

Mateo Morrison con 22 años de edad leyendo en la azotea de un edificio colonial de la ciudad de Santo Domingo, en 1969

Al poeta Morrison lo vi por primera vez una tarde de 1968, en una de las primeras reuniones realizadas por La Antorcha en una habitación oscura, calurosa y cerrada de una vivienda del sector La Milagrosa de Los Mina. En la casa residía una joven conocida con el sobrenombre de “Única”, que prestaba su morada a los poetas en ciernes. Podría sospecharse, debido al auge de la Revolución Cubana, que los temas que abordarían serían peligrosos para el gobierno. Pero en realidad, ellos hablaban de literatura, poesía y cultura en sentido general. Se leían poemas y cuentos y se planificaba el futuro de la agrupación cultural.

Desde entonces surgió en mí la admiración por aquellos jóvenes y en especial por el poeta Mateo Morrison, que al poco tiempo lo encontraría caminando en el sector de Alma Rosa, próximo a la vía conocida como “La Cruz de Mendoza”, cerca de la Carretera Mella.

Mateo Morrison fue apresado en 1980 y acusado de actividades políticas de oposición.

En aquel tiempo la juventud vanguardista capitaleña tenía “una fiebre”, un interés desmedido por la lectura de novelas, libros de filosofía, economía política, cuentos y poesía: obras inolvidables que circularon de manos en manos eran comentadas en las tertulias que identificábamos como “peñas literarias”: Don Quijote de La Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra; Peyton Place o La Caldera del Diablo de Grace Metalious ; La Madre de Máximo Gorki , Así se templó el acero, de Nikolái Ostrovski; Pedro Páramo y El Llano en Llamas  de Juan Rulfo; Hacia una moral sin dogmas y El hombre mediocre de José Ingenieros; el Manual de filosofía de Afanasiev; la Economía política de Nikitin; El Capital de Carlos Marx; las Obras completas de Mao Set-Tung  y las Obras completas de Vladimir I. Lenin. Al ritmo de esas, entre otras lecturas, los jóvenes, además de disfrutar, pretendíamos encontrar en ellas las ideas para combatir el continuismo dictatorial de “los doce años” (1966-1978). Pero a la vez, los organismos de seguridad prohibían sus lecturas.

Fue en ese ambiente hostil en el que un día, parece que por recomendación de la joven «Única», el poeta Mateo Morrison me regaló varias cajas de libros que contenían la colección de las Obras completas de Lenin. La idea del poeta era que, en el ambiente de intolerancia en el que vivíamos, aquellas decenas de volúmenes no se perdieran en manos de la policía política de Balaguer, en caso de que su vivienda fuera requisada por las autoridades.

Alejandro Paulino Ramos junto al poeta Mateo Morrison en la Feria del Libro 2015

Las cajas de libros fueron llevadas hasta mi casa por Morrison. Yo residía muy próximo a “Unica” en el barrio de Los Mina, y lo recibí como quien adquiría un gran tesoro bibliográfico. Durante varios días organicé aquellos volúmenes y releí sus índices. Sin embargo, mi alegría fue efímera: una mañana, mientras me encontraba en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), agentes del gobierno del temible Servicio Secreto de la policía allanaron varias viviendas de mi barrio, persiguiendo a personas consideradas izquierdistas. Como era natural, el miedo se apoderó de mi madre y ese día, al caer la tarde, todos los libros fueron amontonados en el patio de mi casa. Los volúmenes con las obras del líder comunista fueron convertidos en pastos de las llamas, de las cuales solo quedaría un montón de cenizas.

Diez años después, en 1978, finalizados los “doce años”, parecía que el país se encaminaba hacia la democracia, y el poeta dirigía el Suplemento Cultural Aquí del periódico La Noticia. Una tarde lo encontré caminando por los pasillos de la UASD, institución en la que también ocupaba la dirección del departamento de Extensión Cultural y era promotor principal del Taller Literario Cesar Vallejo. Después de saludarme, su pregunta inmediata fue dónde están las Obras completas de Lenin, en las que pareció estar seriamente interesado, tal vez con la esperanza de volver a leerlas. Lamentando no poder devolverle los libros, le dije y le expliqué lo que había sucedido: la intolerancia política no permitió que las conservara.

Integrantes de la Generación de postguerra junto al poeta cubano Nicolás Guillen, en 1979. Sobresalen Mateo Morrison, Alexis Gómez Rosa y F. Jovine Bermúdez.

Dos años después, en 1980, cuando todos entendíamos que podíamos vivir en libertad y podíamos participar de la vida política nacional, el Servicio Secreto de la policía, ensañado contra el poeta, lo condujo de mala manera hacia las sucias celdas del palacio policial, en una represiva acción que por suerte no puso en peligro su vida ni malogró sus afanes literarios.

Volviendo a La Antorcha, ella surgió bajo la influencia de las agrupaciones El Puño y La Isla, y se convirtió, a partir de 1970, en el núcleo principal de lo que se conoce como La Joven Poesía, cuyos integrantes se destacaron en los años setenta. Del 14 al 21 de junio de 1969, junto a los directivos de el El Puño y La Isla, Mateo organizó una semana de solidaridad con las luchas de varios países caribeños.

El 25 de septiembre de 1967, en la revista Ahora, apareció un trabajo titulado los Grupos Juveniles Culturales, reclamando a su favor la ayuda de la sociedad dominicana: “Esta ayuda se puede y debe prestar en cualquier momento y de cualquier manera, aunque solo sea asistiendo a los actos culturales que presentan esos grupos, o haciendo oír nuestras voces para que se les reconozcan como entidades progresistas y necesarias, y se les ubique en el sitial merecido. Hace poco hizo su aparición en esta capital el grupo cultural La Antorcha, cuando algunos de sus miembros participaron en un concurso literario y cuando presentaron un drama teatral en un colegio católico…”.

A finales de 1971, El Puño, La Isla y La Antorcha celebraron, en el paraninfo de Ciencias Médicas de la UASD, un foro poético en el que participaron Mateo Morrison, Andrés L. Mateo, Domingo de Los Santos, Enrique Eusebio, Alexis Gómez Rosa, Luis Manuel Ledesma, Norberto James. René del Risco y Rafael Abreu Mejía.

La Antorcha y demás agrupaciones desaparecieron a finales de 1972, dando paso a la formación de otras agrupaciones y al movimiento de transición que mencionamos: La Joven Poesía.

Esta alcanzó su mayor auge a partir de 1974. Como generación inició el proceso de separación o alejamiento de las luchas políticas de posguerra, aunque sin abandonar del todo su interés en la poesía social, y se destacó en la solidaridad con las luchas que libraban los pueblos de Haití, Nicaragua, Puerto Rico y Vietnam, y nucleó a muchos de los poetas de posguerra con los que surgieron a mediado de la década del setenta.

Posteriormente, fueron apareciendo nuevos movimientos literarios y culturales. Pero Mateo Morrison mantuvo su puntual influencia y orientación desde el Suplemento Cultural Aquí, mientras se centraba en la producción literaria y poética, actividades que les han permitido publicar decenas de libros y cientos de ensayos fundamentales para el estudio de la cultura y la literatura dominicana del periodo 1967-2023. Premio Nacional de Literatura 2010, el poeta Mateo Morrison publicó recientemente su libro Pablo Neruda y la República Dominicana. En la actualidad dirige la Fundación Espacios Culturales.

Huelga añadir que celebramos con júbilo el homenaje que recibirá en la Feria Internacional del Libro 2024 en reconocimiento a su labor a lo largo de toda una vida vinculada a la cultura, al libro y a la poesía nacional. ¡Honor a quien honor merece!