La información del Ministro de Educación indicando que, al inicio del año escolar, las familias recibirán un bono de mil pesos por cada hijo que asista a la escuela, ha suscitado mucha alegría. Esta información en un contexto preelectoral ha generado análisis de diversos órdenes. Para unos, es una medida oportuna para que los padres que descuidan los estudios de sus hijos cambien de comportamiento. Para otros, es un recurso populista que tiene poca incidencia transformadora en la educación de las familias. Parece que desde el MINERD se buscan alternativas para que las familias cambien la indiferencia que caracteriza a muchas ante la inasistencia a la escuela.
El bono prometido es un incentivo más al que significa la entrega de uniformes, equipos electrónicos y desayuno escolar. Todos estos incentivos deberían formar parte de un programa con un carácter más integral y con un objetivo principal: la educación de las familias dominicanas, especialmente las que forman parte de contextos vulnerables. Sería importante que el MINERD comparta con la sociedad qué pasos se están dando para la elaboración de un programa de esta naturaleza. No debería iniciar el año escolar sin contar con un programa educativo que empodere a las familias para enfrentar, con mayores competencias, la diversidad de situaciones que han de enfrentar en la vida ordinaria.
En este sentido, el MINERD puede concertar con organizaciones de la sociedad civil y con instituciones de educación superior, para el diseño de un programa de educación permanente de las familias. Estas son las principales, o deberían ser las principales, aliadas de los centros educativos para hacer avanzar los procesos educativos de sus hijos. Pero, las familias, particularmente las de niveles socioeconómicos y culturales deprimidos, necesitan educación para apoyar la formación de sus hijos; como para crear entornos familiares más humanos, menos violentos y más seguros. De igual modo, la educación de las familias puede disminuir los feminicidios, el incremento del incesto y el maltrato a los ancianos.
Un programa de formación orientado a las familias tendría que ayudarlas a conocer y a comprender los procesos educativos en los que su intervención es fundamental. Se ha de pasar de familias figurativas en los centros educativos a familias con una participación real, fundamentada. Estas han de formarse para identificar los derechos que les asisten y por lo cual no pueden vivir marginadas de las decisiones de los centros educativos. De la misma manera, han de reconocer y de asumir las responsabilidades que tienen con respecto al desarrollo. No basta con recibir las notas, las quejas de los profesores y la lista de materiales que deben comprar.
El nuevo curso escolar requiere políticas educativas e institucionales definidas sobre la educación y la participación de las familias en el fortalecimiento de la calidad de los aprendizajes de los hijos. Además, se espera que la Asociación que aglutina a Madres, Padres y Tutores desarrolle un programa de formación de sus miembros, para que fortalezcan el compromiso y una postura más proactiva en su relación con los centros educativos. Es inadmisible que las madres y los padres continúen funcionando como entes para resolver problemas coyunturales en materia educativa. La Asociación es responsable, también, de la ignorancia que evidencian las familias con respecto a la importancia de su integración activa en las acciones y proyectos educativos que requieren sus ideas y sus propuestas.
La cuestión educativa relacionada con las familias va más allá del bono escolar. Es un imperativo aportar para que el MINERD, la Asociación de Madres y Padres, la Asociación Dominicana de Profesores, las organizaciones de la sociedad civil comprometidas con la educación, así como las instituciones de educación superior, articulen fuerzas para, de una vez por todas, cambiar la pasividad de las familias por un proceso de formación integral que recoloque su forma de pensar la educación; y que transforme sus relaciones y su práctica con respecto al centro educativo.
Asimismo, para avanzar en esta dirección, se ha de trabajar intensivamente para lograr un cambio de mentalidad y del trato que los directivos les ofrecen a las familias. Estos han de pasar del trato cordial a su integración significativa en la vida de los centros. Es necesario un trabajo sostenido para avanzar más allá del incentivo económico.