Manuel Núñez, el flamante director de la Unidad Editorial del Ministerio de Educación de la República Dominicana, acaba de afirmar que la empresa Cocolo Editorial actuó en una operación comercial con el Estado en calidad de perteneciente a una tercera persona que no es el propietario real. Su afirmación está hecha con la intención de dañar, de difamar, de injuriar. Textualmente dijo: “Y en la parte de secundaria, el señor Cosme Peña, que tenía a Editorial Cosme, a Salomé, S.R.L., a Cocolo Editorial, E.I.R.L… que eran sus empresas. Todas juntas obtuvieron una adjudicación entre todas. Eran asociadas a él, de 1200 millones de pesos”. (ver: María Luisa López, “Minerd responde a Editorial Casa Duarte y niega esté violentando la ley”). Sus declaraciones han sido dadas en la condición de funcionario del Minerd.

Casi todo el que está vinculado al libro en las República Dominicana sabe que Cocolo Editorial es una empresa propiedad de Avelino Stanley. No se trata, como se acostumbra, de una empresa creada al vapor. Es un patrimonio de antaño. Cocolo Editorial comenzó sus esfuerzos en 1992 en un pequeño local del condominio Santurce, en la calle Lea de Castro, de Gazcue. En el 1996 esas oficinas se mudaron a la calle Santiago, casi esquina Pasteur. Antes, a partir de 1987, nos habíamos vinculado al mundo editorial con el fenecido Manuel Pareja y con Homero Paulino, en Editora Corripio. Esa labor continuó en el taller de la Avenida Independencia del señor Pareja, dirigido por su hija Isabel Pareja.

Durante la segunda mitad de la década del 90, con los viajes a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, hubo un magnífico contacto con la producción de alta calidad de la industria gráfica internacional. Desde entonces Cocolo Editorial se insertó entre las empresas que a partir del año 2000 le dieron un giro a la calidad del libro dominicano.

El 31 de enero del año 2001 el Lic. Manuel Olivero Rodríguez, director de la Oficina Nacional de la Propiedad Intelectual, de la entonces Secretaría de Industria y Comercio, le dirigió una comunicación a Avelino Stanley. En la misma le confirmó que el nombre Cocolo Editorial no figuraba en el Registro de los Archivos de Nombres Comerciales del Departamento de Industria y Comercio y autorizó a registrar comercialmente dicho nombre.

El primer libro publicado por Cocolo Editorial fue “Bajo la luna erótica del Caribe”, en el año 1994, de la escritora puertorriqueña Mervin Román. Desde esa fecha, y hasta el día de hoy, una parte muy numerosa de los autores dominicanos trabajaron sus obras literarias con Avelino Stanley y Cocolo Editorial. Entre ellos hay más de mil títulos de autores dominicanos y extranjeros, que son imposibles de numerar en este escrito.

Una obra que pasó por las manos de Avelino Stanley fue la primera edición de “El ocaso de la nación dominicana”, (Santo Domingo: Alfa y Omega, marzo de 1990, 347 páginas). Esto fue once años antes de que al autor, Manuel Núñez, en su afán por obtener un premio, publicó una edición ampliada y mediante un acto de triquiñuela hizo pasar la segunda edición como un libro nuevo y le dieron el Premio Feria del Libro del 2002. Ya eso es viejo, y no quisiera traerlo aquí, pero Manuel Núñez sabe que no le fue bien en los tribunales con ese caso. Él y sus aliados tuvieron que retirar la demanda en contra de quien suscribe y de Franklin Franco. Porque con el apoyo de casi todo el país intelectual, que rechazó el fraude, los derrotamos en la prensa.

 

Durante nuestra larga experiencia en el mundo editorial, imposible de desmenuzar en este escrito, nos complace en gran medida la labor realizada con los escritores dominicanos. También nos enaltece nuestra participación, en 1996, en el diseño de la Enciclopedia Dominicana de Franklin Franco. Lo mismo ocurrió en el año 2002, con la corrección de estilo y el diseño de la primera edición de la Enciclopedia Ilustrada de la República Dominicana, de EDUPROGRESO. En la arena internacional, no podría dejar de mencionar, al menos, la segunda edición de Cocolo Editorial del libro de poemas “Salteiro y lamentación”, en el 2003, del afamado escritor cubano Pablo Armando Fernández, con prólogo de Cintio Vitier escrito para la primera edición de 1953. Y, por supuesto, nos enorgullece haber sido parte del equipo que trabajó en la corrección de estilo de la Obra completa de Juan Bosch, en 40 tomos, 2010.

En la República Dominicana siempre han existido francotiradores atentos a tirarle a la cabeza a los que surgen desde abajo e intentan volar con sus propias alas. El pasado 2022 un medio se hizo eco de una calumnia inventada por la competencia contra Cocolo Editorial. Nos quisieron involucrar con un supuesto acto de colusión que no pudieron demostrar. En ese acto de injuria inventaron lo de un chofer autor de unos libros de texto que le costaron mucho esfuerzo al equipo de autores. Esa falacia tenía que ver con la intención que mantener el monopolio en el sector de proveer libros de texto. Públicamente, desde la Asociación de Productores y Distribuidores de Libros de Texto de la Republica Dominicana, ASEDILI, institución de la que somos miembro, dijimos en su momento quienes estaban detrás de la campaña y nadie pudo desmentirnos.

Ahora Manuel Núñez, en una autodefensa desesperada, con unos argumentos que parecen escarbados en una enciclopedia de humo, repite las falacias que inventó nuestra competencia con la vana intención de aplastarnos. El nombre de Cocolo Editorial es propiedad de Avelino Stanley desde su creación en 1994. Y lo es hasta el día de hoy. Esperamos que Manuel Núñez pueda demostrar en los tribunales la difamación e injuria que ha levantado contra el nombre de Cocolo Editorial y contra el mío propio. Conste, en el año 2002 él tuvo que retirar la demanda que nos hizo, esta vez no será igual.