El caimito es un árbol tropical con presencia en América Central y la región del Caribe. Su fruta se caracteriza por mantenerse adherida a la mata de forma permanente. Eso aún después de cumplir su proceso de madurez.

Contrario a los demás frutos, que caen por sí solo, el caimito se madura, se arruga, se seca y no se desprende de la rama que lo sostiene.

Agricultores y consumidores de esta nutritiva fruta, originaria de La India, tienen que arrancarla del árbol para su comercialización o degustación, ya que nunca cae aunque esté maduro.

Cualquier parecido entre la fruta del caimito y el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, es pura coincidencia.

Maduro, quien ocupa la presidencia de Venezuela desde el 2013, acaba de ser reelecto por segunda ocasión en unas elecciones presidenciales fraudulentas.

El Consejo Nacional Electoral (CNE), organismo bajo control absoluto del gobierno, lo declaró vencedor con el 51.2% de los votos.

A Edmundo González Urrutia, candidato presidencial de la opositora Plataforma Unitaria Democrática (PUD), le adjudicaron el 44.2%.

Con los resultados anunciados por el CNE se frustran de nuevo las esperanzas de la oposición, de poner fin al régimen dictatorial de Maduro.

Los enemigos políticos al régimen, dentro y fuera del país, han denunciado que las elecciones constituyeron una farsa. Y hasta han presentado pruebas.

La dirigente opositora María Corina Machado salió al frente a los datos arrojados por el CNE, y manifestó que la oposición fue favorecida con un poco más del 70% de los votos, y el oficialismo con menos del 30%.

Y aseguró que las copias de las actas de votación en poder de la coalición opositora así lo comprueban.

Los Estados Unidos han impuesto medidas económicas muy duras contra Venezuela desde el año 2014, y Washington buscará la manera de aumentar esas sanciones después del pasado proceso electoral, para intentar ahogar un poco más al régimen de Maduro.

Desde los gobiernos de Hugo Chávez (1999-2013) a la fecha, Venezuela ha estado sumergida en una severa crisis económica y política, a pesar de ser gran productor y exportador de petróleo.

La aguda escasez de alimentos y medicinas, el cierre de miles de empresas y negocios ha provocado el incremento del desempleo y la emigración de nacionales a otros países.

A pocas horas del CNE anunciar los resultados, Maduro fue proclamado ganador de las elecciones y luego le entregaron la certificación que lo acreditan como tal. Todo de forma acelerada, y en menos de 24 horas.

Masivas protestas callejeras se manifiestan por todo el país. Ya hay reportes de muertos, heridos y cientos de detenidos por los enfrentamientos con la policía.

El gobierno ha aumentado su represión y persecución política como era de esperarse. El disgusto colectivo que se vive en toda Venezuela podría generar en guerra civil.

Gobiernos aliados, como Rusia y China, por conveniencia geopolítica, felicitaron a Maduro por su “triunfo”. Igual lo hicieron los jefes de gobierno de Cuba, Honduras, Nicaragua, Bolivia e Irán.

Pidiendo “respeto a la voluntad popular”, y en una medida insólita, el régimen de Maduro ordenó a los gobiernos de Argentina, Chile, República Dominicana, Perú, Panamá, Costa Rica y Uruguay el retiro de su personal diplomático de Venezuela.

De igual forma ordenó el retiro del personal venezolano que ejercía esas mismas funciones en estos países.

Por lo que está pasando en Venezuela, muy a pesar de los anuncios hechos por la comunidad internacional y la propia Organización de Estados Americanos (OEA), Maduro seguirá intentando aferrarse al poder, al igual que la fruta del caimito, adherida por siempre a la rama que le dio vida, a menos que alguien tome la iniciativa de tumbarlo.