“¿Por qué somos tan buenos a la hora de acumular más información y poder, pero tenemos mucho menos éxito a la hora de adquirir sabiduría?”. (Yuval N. Harari: Nexus).

Nuestro país comenzó a trillar el camino de la estabilidad política, si se quiere hace ya 58 años, esto es, con el comienzo de 1966, sin embargo, más concretamente, hace 46 años con la transición de 1978 y con ello, con la alternabilidad política partidaria. A lo largo de los últimos 46 años hemos visto cuatro partidos distintos gobernar: PRD (3 veces), PRSC (3), PLD (5) y PRM (2).

Una estabilidad política con un marco conceptual institucional, marcada y cumplida taxativamente y normativamente. No estamos planteando una calidad institucional y un poder institucional por encima de los personalismos, como debería ser en una democracia con cierta validez y madurez. El grado de confiabilidad y pertinencia de la categorización de la madurez democrática no encuentra eco en el seno de nuestra sociedad, sobre todo, cuando vimos el informe del Programa de las Naciones Unidas acerca de la calidad de la democracia en República Dominicana en 2019. Ahora, con los hallazgos de la Encuesta de Cultura Democrática, 2023 del Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo, resalta la confiabilidad de estos estudios en función de la realidad, que es, como dice Harari “En una senda de mil sueños, buscamos la realidad”.

La madurez democrática, más allá del tiempo y de sus ritmos factuales de calendarización para los procesos donde emergen nuevos actores (elecciones pautadas), precisa del cumplimiento inexcusable de las leyes, del grado de predictibilidad de las actuaciones de los funcionarios en función de los mecanismos establecidos. En una democracia con el umbral positivo de madurez no es dable la interpretación antojadiza y, por lo tanto, sesgada, de los actores políticos en el concierto de sus intereses personales y particulares.

La madurez democrática es como un encuentro de una sinfónica, donde los músicos tienen sus respectivas partituras. Existiendo allí toda la formalidad y las competencias de los actores musicales, sus actitudes crean las estrategias distintivas, la estrategia de diferenciación, para hacer del cuerpo de la nación, la permeabilidad del desarrollo y la estabilidad. Vale decir, las instituciones están ahí, empero, la asunción formal de sus cuerpos doctrinarios es el mismo para todo. Solo la psicología individual hará la diferencia, que a menudo puede ser sustancial, medular, sin embargo, el marco institucional, el poder institucional, penetra el alcance de su actuación y el mínimo cierto, como parámetro establecido; dicho de otro modo, el radio de acción y de decisión esperado.

La madurez democrática tiene que ver, en gran medida, con la cristalización de manera significativa de la presencia de instituciones sólidas, con un verdadero respeto a la dignidad y el honor de las personas, consagrado en la Constitución. La madurez democrática atraviesa por asumir el contenido de los artículos de la Carta Magna, veamos:

7) Estado Social y Democrático de Derecho.

8) Función esencial del Estado.

22) Derechos de ciudadanía.

38) Dignidad humana.

39) Derecho a la igualdad.

40) Derecho a la libertad y seguridad personal.

42) Derecho a la integridad personal.

44) Derecho a la intimidad y el honor personal.

45) Libertad de conciencia y de culto.

46) Libertad de tránsito.

47) Libertad de Asociación.

48) Libertad de reunión.

49) Libertad de expresión e información.

68) Garantías de los Derechos fundamentales.

69) Tutela judicial efectiva y debido proceso.

75) Deberes Fundamentales.

Como vemos, a través del espejo de nuestra Constitución, una madurez democrática tiene como eje central el Estado de Derecho y la impostergable internalización, sobre todo en la Era de la Información, de construir un Estado donde la transparencia y la rendición de cuentas sean parte de la cultura de la sociedad. Allí donde la opacidad no encuentre ni siquiera un poro y donde el liderazgo tenga como elemento referencial la ética, la autoridad moral, como ruta cardinal del verdadero poder. Como diría Harari, alcanzar: Información… Verdad… Sabiduría y Poder y no como hoy: Información y Poder.

Madurez democrática es el alcance global y la vinculación de todos los actores de una sociedad que sintetice lo plural, lo diverso, la diferencia, la tolerancia, como fragua cultural de la cultura como conducta aprendida, como trinchera de la cohesión social y como espacio para interactuar de manera efectiva con los conflictos. Menguando así el verticalismo y reflotando la horizontalidad como centro de la participación ciudadana, para hacer de la sociedad más viva, más dinámica, dejando fluir todos los intereses y gestionando los conflictos en una loable gestión.

Nuestra estabilidad política contiene muy poco de madurez democrática, sobre todo, cuando nos encontramos con la categoría de la falencia de instituciones sólidas. Solamente tenemos que ver el espectáculo ruidoso y penoso con el cumplimiento de la Ley 311-14 de Declaración Jurada Patrimonial. Es sencillamente vergonzoso. ¿No sabían los Diputados y Senadores que ganaron en mayo, que a más tardar el 16 de septiembre tenían que hacer sus declaraciones? Los que llegaban y los que se iban. Algo tan simple de planificar y de realizar con anticipación.

En el campo institucional y sus distorsiones no es lógico, ni legítimo, ni puede ser legal, que los profesores de las escuelas públicas sean jubilados con los recursos directos del 4% a la Educación, cuando ellos tienen a INABIMA y se les descuenta mensualmente para su protección social. ¿Qué ocurre hoy? Que el Instituto Nacional de Bienestar Magisterial, cuando un profesor se retira, les da el equivalente a 20 sueldos y el Ministerio de Educación lo pensiona, erogando actual y anualmente alrededor de RD$22,000 millones de pesos.

Lo mismo sucede con instituciones del Estado con supuesta autonomía administrativa y financiera que han creado un “Feudo”, disponiendo de pensiones que generan una violencia institucional, propiciando una casta. Verbigracia:

  1. Todos los que han sido miembros de la Suprema sin importar su edad y tiempo de trabajo en la esfera pública, hoy reciben una pensión/jubilación que va desde RD$350,000.00 a RD$450,000.00.
  2. En esa tesitura se encuentra el Tribunal Constitucional. Allí al mes de agosto de 2024, el sueldo del presidente del Tribunal Constitucional va por los RD$807,190.00. Los demás miembros, jueces, ganan RD$692,000.00 y los dos vicepresidentes, alrededor de RD$740,000.00. Los que hoy no están tienen su futuro mejor que la mejor aseguradora del mundo. La ley 105-13 de Sueldos y Salarios contempla en su Artículo 12 que el sueldo del presidente del Senado, presidente de la Cámara de Diputados, presidente de la Suprema y presidente del Tribunal Constitucional, ganarán un sueldo de hasta RD$400,000.00. La pensión del primer presidente del Tribunal Constitucional es de RD$733,000.00.

El sentido de las elites es asumir un comportamiento de mayor madurez, que sirva de guía al resto de la sociedad, con una actitud y unos valores cónsonos con la democracia. No es apuntalar mayor desigualdad desde la esfera pública. La elite económica debe de empujar al conjunto de la nación desde una perspectiva y una dimensión que exprese el reflejo de lo que son de manera consecuente, como clase dominante. Una clase dominante que tenga más rigor de conciencia de clase y de conciencia de elite. Que no permita, como elite, como burguesía, como capitalista, que nuestro país siga teniendo el ranking más negativo en el aspecto de la evasión fiscal, con 41% del ITBIS y 60% del Impuesto sobre la Renta.

Que su alta rentabilidad sea expresión de su alto grado de competitividad, vía la creatividad, la innovación y el dominio de la productividad. Que su riqueza sea una consecuencia de su espíritu de inventiva y no una complicidad con la burguesía burocrática, enraizada en el Estado, en una fuente inagotable de la acumulación de capital. Las elites económica y política han de descansar en el horizonte de visualizar la sociedad, no en el permanente statu quo, en el sempiterno establishment, sino en el sentido de la historia de que nos habla Harari. Dice “La historia no es el estudio del pasado, sino el estudio del cambio. La historia nos enseña lo que se mantiene inmutable, lo que cambia y como cambian las cosas”.

Es una apuesta a ganar como sociedad, donde la elite económica asuma su mercado, su privilegiación en el encanto fiel de las relaciones de producción capitalista y la elite política, conducirse con mayor rigor en una clara diferenciación de la división social del trabajo. En nuestra sociedad, todavía, no hemos llegado al miedo a perder; no obstante, andamos en el camino. No asumen proactivamente, con visión, de que hay que tratar de democratizar la democracia, para que esta encuentre sus defensores en todos los peldaños de la jerarquía económica-social y se exprese con inclusión a lo largo y ancho de toda la pirámide social, de todo el cuerpo social dominicano.

Con visión, debe existir un apalancamiento portentoso para cimentar la transición de un nuevo modelo económico, que signifique una sociedad con nuevos empleos de mayor valor agregado, coadyuvando de manera sinérgica con un mayor y mejor capital humano. Allí donde los actores políticos crean un círculo virtuoso con su liderazgo ético y la cultura de servir, penetrando los entresijos e intersticios de todos los tejidos: social, institucional, económico, como panorama de una mejor y mayor madurez democrática.

Nos encontramos en una fase de transición entre una sociedad que ve agotarse las reformas de los años 90, con grandes cambios, y una formación social que ha de abrirse con una visión más sostenible, más holística, más inclusiva y más horizontal. Allí donde las elites deberán dejar los instintos y el provincialismo que le caracteriza y colocarse a la altura de la historia.