He acumulado una larga experiencia como jurado de premios periodísticos sustentados por instituciones varias sobre temas especializados como medioambiente, educación, comunidad, turismo.

Del Nacional de Periodismo Turístico (PEL) de la Asociación Dominicana de Prensa Turística (Adompretur) lo he sido sin pausa desde la ceremonia inaugural en Playa Dorada, Puerto Plata, 2003, por invitación reiterada de la directiva. Como presidente de los evaluadores, los últimos tres años.

No ha sido tan fácil porque se trata de un sector sensible en tanto soporte de la economía mediado por un promontorio de intereses, pero lo he asumido como si fuera un compromiso remunerado con toda la entereza que demanda el periodismo responsable.

Es muy probable que durante esas dos décadas haya ingresado parte importante de la matrícula de tal gremio y algunos hasta hayan ocupado cargos directivos. Como es casi seguro que buena parte haya compartido conmigo aprendizajes en las aulas de la Escuela de Comunicación de la Universidad Autónoma de Santo Domingo y quién sabe si en la carrera impartida por la privada Pucamaima. O quizá hemos sido compañeros de salas de redacción en medios de comunicación. Lo mismo con parte de los concursantes de cada año.

Eso solo ya es razón suficiente para ser y abogar por lo justo y la calidad en las asambleas de presentación y análisis de evaluaciones finales de todas las categorías concursantes.

A lo largo de los años he visto un jurado, en general, actuando en la misma dirección, con estricto apego a la ética, sin arreglos previos para beneficiar postulantes ni, mucho menos, para recibir una cuota a posteriori del efectivo, ni plagosear ante funcionarios y empresarios viajes a ferias de turismo, o “persuadir” para patrocinios de objetivos personales o colocación de publicidad.

Así, los galardones y el efectivo no son pre-asignados a periodistas aliados como si fuese una rotación obligada cada año, determinada por una estrategia de comunicación empresarial solo orientada al objetivo de conseguir visibilización mediática de la marca vía publicity.

No se trata de un regalo disfrazado de premio como se estila en otros ámbitos, lo cual ha llevado a periodistas a sentirse ganadores automáticos dondequiera que participan, “o que entre el mar”.

Cada trabajo enviado a Adompretur es filtrado por la dirección del premio antes de pasarlo al jurado. Luego, en esa instancia se asigna a grupos de evaluadores por categoría, quienes actúan de manera independiente, sin llamadas previas ni connivencia, y presentan sus decisiones en la asamblea final para ser validadas o rechazadas.

En honor al espíritu del PEL y cónsonos con nuestra filosofía, ahora más, sin arreglos de aposento, el jurado enfatiza en ponderar trabajos periodísticos hechos por periodistas, más cuando son elaborados por jóvenes y presentan calidad técnica, creativa y literaria.

En este momento en que el periodismo lo han corporativizado y la moda son notas de halago y  vaciados estadísticos sin análisis ni crítica social exhibidos como investigación periodística, el PEL y el jurado adquieren más pertinencia.

Nuestro reconocimiento público a: Bolívar Troncoso, director del Instituto Geográfico Nacional, catedrático, experto en gastronomía; Luis Felipe Aquino, catedrático, decano de la Escuela de Turismo de Apec y presidente de la Bolsa Turística del Caribe.

Al poeta José Mármol y/o periodista del área económica Rainier Maldonado; Oscar Peña, director de la Escuela de Comunicación de la UASD; Rosanna Figueroa, directora de Comunicación de Energía y Minas y correctora de estilo de Hoy.

A José Antonio Aybar, periodista de artes de El Nacional; Gustavo Olivo, periodista, cuentista y ejecutivo de Acento; Esteban Rosario, periodista e investigador de Santiago; y Edgar Lantigua, periodista especializado en turismo, hijo del periodista Epifanio Lantigua (f), nombre dado al premio por haber sido promotor pionero del turismo en Puerto Plata, y Juan de Dios Valentín, director del premio por su rectitud y su afanar permanente.

Ese jurado constituye una sumatoria de capacidad, independencia y una consistencia tal vez única en ese tipo de actividad. Todo el reconocimiento y respeto para él y otros que se han marchado, aunque –como escribió M. Saavedra- “al bien hacer jamás le falta premio”.