Mucho tiempo hace desde principios de 2021, cuando empecé a estudiar detenidamente las fotos de los boat people haitianos tomadas por los guardacostas estadounidenses en los años 1980-90.
Cada foto representa una verdadera lección de historia sobre la tragedia histórica de Haití. Me he acostumbrado a observarlas con gran atención, ya que ilustran elocuentemente nuestra migración, cada vez más compleja. Desde 2021, la migración hacia otros países está sometida a la fuerte presión de los desplazamientos internos, vinculados a un clima de violencia.
Estamos aún más lejos de los atroces meses que siguieron al terremoto del 12 de enero de 2010, «Desde hace ya algún tiempo, el área metropolitana de Puerto Príncipe experimenta un asombroso aumento del número de niños de la calle. En efecto, tras las inclemencias meteorológicas de 2008, que dejaron sin hogar a un gran número de personas, Le Nouvelliste constató un aumento de la mendicidad infantil en la capital haitiana.
La situación se volvió mucho más preocupante un año después del terrible terremoto del 12 de enero, que acabó con los escasos recursos de las familias de bajos ingresos. Tras la tragedia, muchos niños cuyas madres y padres habían fallecido no tuvieron más remedio que echarse a la calle para asegurar su supervivencia, ya que no podían ser atendidos por el Estado o sus familiares. Desde hace más de un año, las instituciones competentes no han previsto ninguna medida especial para ayudarles. En consecuencia, estos niños tienen que luchar por su propia supervivencia en una capital donde las cosas son cada vez más difíciles.
En cuanto a las organizaciones que trabajan en el ámbito de la infancia en el país, son necesariamente limitadas en relación con la magnitud de las necesidades en este ámbito. En consecuencia, sus acciones son insignificantes. Ante la inercia del Estado y la insuficiencia de las acciones de las organizaciones, estos niños que alimentan el fenómeno de la delincuencia juvenil tienen que enfrentarse solos a la dura realidad de la calle.
¿Cuándo se tomarán medidas para frenar el fenómeno de los niños de la calle y erradicar esta nueva forma de violencia, que supone una amenaza más para los habitantes del área metropolitana?» (Le Nouvelliste, 26 enero 2011, autor C.M.)
Cuando llegué a la oficina especial de la Dirección General de Inmigración y Emigración, primero me sorprendió el orden y la disciplina. Luego por la eficacia profesional de los oficiales y agentes. Poco a poco, las grandes preguntas sin respuesta empezaron a asentarse en mi cabeza… Entre las 8.38 y las 9.55 de aquella mañana, vi pasar a cerca de treinta personas. Entre ellas había doce niños de entre 5 y 10 años. Era la primera vez que presenciaba tal fenómeno tan delicado: en 2023, los niños haitianos también necesitan urgentemente pasaporte.
Me informaron de los viajes masivos a Nicaragua el lunes 4 de septiembre. Inmediatamente recordé mis dificultades entre 2016 y 2018 para obtener, de una entidad haitiana, cifras realistas en torno a la ola migratoria de jóvenes haitianos hacia Chile.
Por casualidad, una mañana del verano de 2017, me encontraba en la zona del aeropuerto internacional de Puerto Príncipe. Me impresionó la línea kilométrica que había en la acera del aeropuerto. Generalmente, estos candidatos de entre 20 y 30 años dormían en el vecindario a la espera de su vuelo.
Según cifras de Homeland Security a inicios de julio de 2023, más de 63.000 haitianos recibieron autorización para ingresar a Estados Unidos, como parte del Programa Biden. En enero de 2023, aproximadamente 107.000 haitianos obtuvieron el TPS (Estatus de Protección Temporal). La misma proporción (105.000) sería elegible si se renueva el programa TPS.
¿Cómo entienden las autoridades migratorias estadounidenses los viajes de haitianos hacia Nicaragua para llegar a México?
Agradecimientos especiales a los Sres. Eugène Lalane & Richard Condé, siempre atentos a mis llamadas en Nueva York para la actualidad migratoria