Si grave había sido la debacle económica y la miseria en que cayó la Rusia postsoviética, más pronunciado ha de haber sido el impacto en términos de autoestima y confianza en sí mismo del pueblo ruso. Se recuerda que, al arropar la democracia como sistema político, y el capitalismo como sistema económico, Rusia procuró congraciarse con los Estados Unidos y Europa occidental bajo el entendido de que ahora no hay por qué ser enemigos.
Se recuerda también que la OTAN y el Pacto de Varsovia eran alianzas militares contrapuestas para librar la guerra fría. Pero al terminar esta, lo lógico era suponer que ambas alianzas ya carecerían de sentido. De hecho, los rusos creían que se podría formar parte de ambos a la vez, como propuso a la OTAN que hiciera Alemania y hasta la misma Rusia. La primera reacción de los rusos fue que, dado que ahora todos vamos a ser capitalistas y democráticos, entonces no habría razón para bloques militares contrapuestos.
Pero el Pacto de Varsovia cayó por su propio peso, mientras la OTAN permanecería ante la negativa de Estados Unidos a desmantelarlo. Al tampoco aceptar que Rusia ingresara, fue que los rusos comenzaron a ver que, pese a la caída del socialismo soviético, se mantenía la animadversión y desconfianza hacia ellos.
Cuando los EUA se propuso que una Alemania unificada formara parte de la OTAN, como querían los propios alemanes, la primera resistencia que debían vencer era de franceses y británicos, aunque ya fácilmente domesticables; y después de los rusos. Estaban muy frescos en la memoria, no solo de rusos, sino también de franceses, británicos y europeos en general los estragos producidos por los bombardeos de la Alemania nazi.
Cuando los otros tres aliados vencedores estuvieron de acuerdo, entiéndase EUA, Reino Unido y Francia, entonces pidieron opinión a Rusia de si no se opondría, obteniendo respuesta aprobatoria, aunque no de muy buenas ganas, sino sujeto a ciertas restricciones; ahí fue cuando surgió la expresión de que la OTAN no se expandiera “ni un kilómetro más hacia el Este”.
Mucho se ha escrito y hablado sobre si esa expresión de Gorbachov se convirtió en acuerdo tácito o no debido a que no consta en los acuerdos escritos, sino en ayudas memorias de los participantes en diversas reuniones. Pero la situación de Rusia era de tal debilidad, que no había espacio para reclamos ni discusiones. Se dice que dicha respuesta fue aceptada, pero verbalmente.
La razón es que ya los organismos de Seguridad y de Relaciones Exteriores de los EUA tenían delineado el nuevo mapa de Europa con la OTAN arropando Rusia por todo el flanco occidental, incluyendo a todos los países europeos del Pacto de Varsovia, mucho más cuando fueran fronterizos con Rusia.
Según la revista norteamericana Foreign Affairs, cuando el Canciller alemán Helmut Kohl, tras reunirse con Gorbachov transmitió al presidente estadounidense George Busch el reclamo de Rusia, en una cumbre de ambos líderes en Camp David, en febrero de 1990, Bush le respondió: “¡Al diablo con eso! Nosotros prevalecimos, ellos no. No podemos permitir que los soviéticos obtengan la victoria de las fauces de la derrota”. En otras palabras, el ganador es el que impone las reglas, no el perdedor, y usted perdió (Mary Elise Sarotte, ¿Una Promesa Rota?. Lo que Occidente realmente le dijo a Moscú acerca de la expansión de la OTAN, agosto del 2014, https://www.foreignaffairs.com/russia/broken-promise-nato?
Posteriormente James Baker, el Secretario de Estado norteamericano actuante en el momento escribió en sus memorias “casi todos los logros contienen en su interior las semillas de un problema futuro”.
Y ese problema futuro fue surgiendo con la aparición de la fuerte figura del antiguo miembro de la KGB Vladimir Putin. En una entrevista posterior Putin recordaba haber regresado a Moscú con el dolor de ver cómo “la Unión Soviética había perdido su posición en Europa”. Algún día le tocaría actuar en función de esa amargura.