La juventud es una de las etapas de la vida más hermosa y prometedora.  Sin embargo, para muchos jóvenes del país, se convierte en la fase más anodina e incierta. Esta postura es coherente con la marginación que sufren en el campo del empleo y de la producción, así como en el campo del emprendimiento. Lo más preocupantes es que están privados de una educación de calidad que les asegure una vida más digna y un contexto de equidad, que les permita un desarrollo sostenible y ascendente. La sociedad dominicana vive, con preocupación, el incremento de jóvenes carentes de oportunidades para alcanzar una formación consistente que les permita participar de un trabajo que los inserte en la sociedad como ente productivo; y como sujetos corresponsables en las acciones y procesos comprometidos con el desarrollo nacional. El incremento de los que desertan de los estudios también genera preocupación. Estos adquieren todas las condiciones para convertirse en personas inútiles para sí mismos y para la sociedad. Esta inutilidad se expresa en insatisfacción social y en participación en hechos delictivos que los envuelve en experiencias frustratorias.

Las voces que claman mayor atención a los jóvenes en el seno familiar y en la aplicación de políticas públicas sociales cada vez adquieren más fuerza. Los mismos jóvenes no se cansan de expresar la falta de esperanza y de optimismo que los afecta. No obstante, la realidad solo aparece cargada de promesas para los jóvenes. Los gobiernos, las cámaras legislativas y los partidos políticos han de ponerle fin a promesas líquidas y desvanecidas. El aumento desmedido de la participación de jóvenes en hechos que transgreden las leyes y sus protestas persistentes con múltiples modalidades no pueden dejar impasible a ningún sector de la sociedad. Es tiempo de priorizar a los jóvenes y ayudarlos a encontrarle sentido a la vida y a su pertenencia a esta sociedad. Lo que deben aumentar son las oportunidades para que los jóvenes se desarrollen de forma integral y con equidad. Por el contrario, lo que debe menguar es la diversidad de hechos delictivos que cada vez son más complejos y devastadores para la sociedad. No tiene sentido dejar que tanto talento y creatividad, como muestran los jóvenes dominicanos, se pierdan por la falta de responsabilidad política.

El Ministerio de la Juventud ha de desplegar acciones más significativas, para que los jóvenes se constituyan en actores sociales con todo lo que implica esta expresión. Hay que dejar atrás los anuncios sin contenidos y los deseos inconclusos. Lo que se requiere es liberar a los jóvenes de la pobreza y del olvido en el que están sumergidos. Este problema ya se ha convertido en un problema congénito de la sociedad dominicana. La sociedad de adultos ha de abrirle paso a una sociedad intergeneracional más equilibrada y justa. Para ello, consideramos que la creación de una plataforma interministerial integrada por el Ministerio de la Juventud, el Ministerio de Educación de la República Dominicana, el Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología; el Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo; y el Ministerio de Deporte y Recreación, podría coadyuvar para que se diseñe y aplique una   estrategia de desarrollo integral de los jóvenes dominicanos. Estos necesitan más atención y menos exclusión. Con esta postura no negamos los intentos que se hacen para atenuar la crisis por la que atraviesan los jóvenes. Pero, los esfuerzos que se despliegan son mínimos, para lo que se requiere y se demanda. Es necesario guardar lamentos y quejas vinculadas al comportamiento de los jóvenes. Su situación es crítica y continúa sin dolientes responsables. La publicidad niega lo que sostengo, pero lo que acontece cotidianamente reafirma lo que se plantea.  La opción preferencial por los jóvenes, sin excluir a los adultos, debería formar parte de la agenda de los poderes del Estado dominicano; de igual manera, de los partidos políticos y de la sociedad como colectivo corresponsable.