Es ya prácticamente seguro que Kamala Harris contará con los delegados suficientes para ser proclamada candidata presidencial del Partido Demócrata. La campaña será difícil y llena de desafíos. No pretendo aquí abordarlos todos, sino señalar los de mayor significación inmediata.
Primero, es mujer, la segunda mujer que se presenta a la candidatura presidencial en los Estados Unidos en uno de los partidos grandes. La primera fue Hillary Clinton, precisamente frente a Donald Trump en el 2016.
¿Qué significa ser mujer en la cosmovisión patriarcal? Que se cuestiona la capacidad y la fortaleza de las mujeres para enfrentar los grandes retos del gobierno, porque las mujeres se asocian tradicionalmente a la emoción y al cuidado familiar, a la debilidad y fragilidad.
Segundo, su ascendencia racial no es blanca. Es hija de padre negro de origen jamaiquino y madre de la India, ambos inmigrantes a los Estados Unidos en la década de 1950. No ser blanca en una sociedad de predominio blanco significa un constante cuestionamiento de su capacidad: si llegó al puesto por cuota o por brillantez.
Que Trump sea un hombre blanco y haya elegido compañero vicepresidencial a un hombre blanco no es motivo de gran cuestionamiento, porque ser hombre y blanco es sinónimo de capacidad natural, de poder. No ocurre así con Harris que lleva las dos condiciones descalificativas por el peso de la tradición patriarcal y racista.
Es un peso difícil de cargar en una campaña electoral, que amerita de grandes esfuerzos para revertir positivamente y no aplasten en el camino. Porque la campaña negativa republicana contra ella en torno a esas dos condiciones será brutal, añadidos los prejuicios sociales que abundan en la ciudadanía.
Tercero, al gobierno de Biden-Harris le tocó gobernar en medio de un aumento de la inflación vinculada a la pospandemia. Eso ha generado descontento en un pueblo donde la posibilidad de consumir es esencial en la noción del bienestar. Ni los aumentos del salario real ni el bajo nivel de desempleo que registra la economía estadounidense han logrado disminuir el descontento por la inflación (ya en baja).
Cuarto, parece que Joe Biden no pensó que los años le harían una mala jugada antes de las elecciones de 2024. Por tanto, no se empeñó en asignarle a Harris algunas tareas de importancia donde ella mostrara sus capacidades gubernamentales con posibilidades de éxito. Enviarla a Centroamérica a lidiar con el problema migratorio en el peor momento de presión migratoria fue un error, y la marcó negativamente. La presión migratoria ha bajado recientemente después que Biden tomó medidas administrativas para frenarla.
Quinto, Harris tiene el desafío de motivar la base social heterogénea del Partido Demócrata, pero también de hacer una campaña estelar para motivar a los llamados “independientes” que mueven su voto en cada ciclo electoral entre demócratas y republicanos, y donde predominan los votantes blancos.
Hay candidatos que llegan a una campaña con muchas ventajas; hay otros que logran transformar sus diversas desventajas en ventajas: en lograr lo segundo radicará la posibilidad de éxito de Kamala Harris.