¿Pero cómo es posible que una patrulla policial intercepte y detenga a un ciudadano sin una orden motivada, escrita y suscrita por una autoridad judicial competente y sin haberlo sorprendido en flagrante delito?
A un ciudadano, no. A una persona de las cualidades del doctor Santiago Castro Ventura, médico reconocido, pasado presidente del Colegio Médico Dominicano, miembro de número de la Academia Dominicana de la Historia, profesor universitario, de vida pacífica y modesta, a quien, en vez de andársele atropellando, debiera rodeársele de las consideraciones que se le deben por sus méritos.
Castro fue detenido dos veces porque su identidad apareció en una computadora de la Policía marcada dizque con una raya roja, a causa de una ficha que se le hizo en el servicio secreto en 1972, por órdenes de Caonabo Reynoso, uno de los más despiadados esbirros de la dictadura balaguerista de los doce años.
¿Qué raya roja es esta? Y si eso pasa con Santiago Castro, que fue detenido una sola vez en una redada contra estudiantes universitarios, qué no podría ocurrir con aquellos a los cuales la Policía de los doce años les tejía una larga cadena de acusaciones criminales, pero sobrevivieron y hoy transitan por las calles creyéndose exentos de acusaciones, fichas, rayas rojas y apresamientos.
Además, un engaño ha quedado en evidencia. A la caída de la dictadura de los doce años en 1978, se promulgó una ley de amnistía que liberó los presos, desterrados y perseguidos políticos. Se nos dijo en una ocasión que las fichas policiales por motivos políticos habían sido destruidas, y esta detención, lo mismo que la del ex prisionero político Juan Bautista Castillo, ha demostrado que aquello fue mentira. Este pueblo fue engañado. Ahí están las viejas fichas, la Policía les da validez y seguimos fichados y expuestos a que nos marquen con un supuesto punto rojo y nos arresten.
Descarto de plano la idea de que todo forma parte de un plan del gobierno para reanudar la persecución política e implantar una dictadura. Ni las condiciones ni el pueblo lo permiten, ni el presidente Luis Abinader es hombre de eso. Por formación y por principio, es injusto asociarlo a semejante idea.
Pero, por eso mismo, es de esperar que sabrá tomar medidas radicales para evitar la repetición de casos como el que da base a este comentario. Aquí se conquistó la libertad política a un precio en sangre, sudor y lágrimas demasiado alto.
Las luchas históricas contra la tiranía de Trujillo, contra el Triunvirato, la ocupación militar de 1965 y contra la dictadura de los doce años, están registradas en la memoria de la gente. Si algo irrita y alborota a este pueblo es todo lo que se asemeje a persecución política y atropello como el que se ha cometido contra Santiago Castro.
Junto a mi protesta franca y sin duplicidades, sugiero que se cojan esos archivos siniestros y, como dice Acento en un juicioso editorial, se manden al Archivo General de la Nación. Entonces, digo yo, podrían servir de material de estudio para aquellos que alguna vez se decidan a escribir la historia del crimen político y de la infamia en nuestro país.