La joven que en nuestro hogar nos hace la vida más ligera y agradable tiene una manera muy particular de manifestar su acuerdo ante cosas que para ella resultan evidentes, como cuando le preguntamos si le había ido bien el día de las madres, si tuvo un buen fin de semana… “obvio”, es generalmente su respuesta. Por la manera que lo dice no deja lugar a las dudas.
Lo obvio es pues lo que está claro, que es evidente y por tanto no puede ser negado, que no hay ninguna duda al respecto.
Sin embargo, que cosa, lo obvio no parece ser lo que prima cuando se trata de la normativa que rige la formación docente en nuestro país, de manera particular y concreta, la normativa 09-2015. Esta fue pensada para alcanzar el propósito que la sociedad en su conjunto reclamaba: los que ingresen a dicha formación sean los mejores con independencia de su origen social y económico y, de esa manera, asegurar que nuestros niños, niñas y adolescentes reciban una mejor enseñanza y aprendan, por supuesto.
Todos, bueno ya no sé si todos, pareciera que estábamos de acuerdo que era imprescindible poner atención especial a la formación inicial docente, “obvio, ¿no?”. Y es que la evidencia de los estudios y evaluaciones que se han realizado en el país respecto a los logros que los estudiantes han alcanzado al final del tercer y sexto grados de primaria, así como del tercer grado de secundaria, muestran que aún no han aprendido a leer de manera comprensiva en sentido general. Aun reconociendo los múltiples factores que inciden en los aprendizajes escolares, uno de ellos y que de manera obvia ha sido identificado y señalado no solo en el caso de nuestro país, sino incluso en casi todos los países del mundo, es la calidad del docente.
Un docente es un profesional. Es decir, una persona que luego de haber cumplido con los requisitos necesarios en una institución de educación superior recibe una certificación que se supone lo acredita como profesional de la enseñanza, obvio ¿no? Pero sucede, que en múltiples estudios y evaluaciones realizadas en el país con esos profesionales en servicio aparecen grandes temas que deben ser atendidos de manera urgente. Por supuesto, los programas de formación continua cobran entonces mayor importancia, ya que tienen que generar procesos que puedan paliar o superar dichas dificultades y limitaciones. De ahí que, además, se manifiesta la necesidad de que el proceso de entrada a los estudios iniciales de dicha carrera sea más exigente, es decir, que la persona que aspire a formarse como maestro tenga las competencias necesarias para hacerlo, y cualquiera diría, obvio, por supuesto.
¿Por qué digo esto?, la respuesta es obvia. En el pasado concurso para cubrir las plazas definidas por el Ministerio, los egresados de aquellas instituciones que se habían acogido a la llamada normativa y cuyos estudiantes tuvieron que pasar las evaluaciones establecidas para iniciar su formación inicial como maestros, así como cumplir con los requerimientos que dicha formación exigía, casi en su totalidad, habían “vencido” los procesos evaluativos y, por tanto, se habían ganado en buena lid su ingreso a formar parte del cuerpo docente del Ministerio de Educación.
Sin embargo y no tan obvio, las autoridades del sector educativo entendieron que era necesario contar con otra normativa que asegurara la equidad en el ingreso a la carrera docente (lo que no me resulta obvio) llegando a contraponer incluso equidad y calidad (menos obvio me resulta el tema en cuestión).
¿Equidad vs Calidad? Definitivamente que tendré que repasar muchas páginas leídas y estudiadas a profundidad sobre ambos constructos desde hace ya mucho tiempo. ¿Qué es lo que se quiere expresar, que equidad es sinónimo a “entre todos” sin calidad? Prefiero pensar que fui yo quien no comprendió lo expresado en el borrador de la nueva normativa que sustituiría la 09-15.
Es de todo aquel que está inmerso en el sistema educativo conocido, que los estudios McKinsey como incluso lo puesto de manifiesto en múltiples foros nacionales e internacionales, que los países que más han avanzado en la calidad educativa han puesto como requisito altos niveles de calidad de sus docentes y, sobre todo, al ingreso a su formación inicial.
Por el momento concluyo con lo plasmado por José Saramago, en un diálogo entre algunos de sus personajes, en su extraordinaria y no menos inquietante novela “Ensayo sobre la ceguera”, novela de ciencia ficción en la cual los habitantes de toda una ciudad y más allá, quedan atrapados en la “ceguera blanca”, una inexplicable enfermedad pandémica, enfrentándose “con lo más primitivo de la naturaleza humana: la voluntad de sobrevivir a cualquier precio”:
“Por qué nos hemos quedado ciegos. No lo sé, quizá un día lleguemos a saber la razón. Quieres que te diga lo que estoy pensando. Dime. Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, ciegos que ven, ciegos que, viendo, no ven”.
Desde hace ya muchos años siempre he insisto a mis estudiantes que uno de los mayores peligros al intentar comprender las cosas, es “solo ver lo que se quiere ver”.