Nos aferramos a la vida como un intento de que no se nos escape, que perdure por siempre. Miles de artilugios hemos inventado para evitar que el tiempo pase y no haga estragos en nuestras vidas y nuestros cuerpos. Toda una industria muy lucrativa se ha desarrollado, de igual manera que la magia de los quirófanos de profesionales de la medicina, intentando a veces, rescatar donde no hay. La fuente de la juventud sigue siendo un proyecto de vida para muchos y otras tantas. Solo que dicha fuente no se hace ver sino solo en sueños. Y es que nuestras vidas en el concierto inmenso del cosmos son efímeras, pasajeras, breves, brevísimas y que al poco tiempo se desvanece.
Hay seres que en el mismo instante en que dejan de existir son olvidadas, otras, el fin de su existencia no deja incluso nada, pues en la nada se fue. Hay quienes dejan recuerdos que pueden ser más o menos perecederos. Son aquellas que alguna huella dejó en el alma de algunos o muchos seres vivientes.
Al igual que las personas muchas de sus obras también son efímeras, perduran lo que perdura un soplo. Como una pompa de jabón, se deshacen al poco tiempo de su creación o aparición. En el arte, la música, el pensamiento son muy pocas las cosas que perduran. Las hay que siglos después aún son objeto de admiración y resurgen como nuevas cada vez, como son las enseñanzas de Jesús, que aún continúa congregando millones de personas en un fervor a veces sin igual. En algunos casos solo quedan la expresión artística en una estatua o una pintura sin que ello genere significación personal más que el recuerdo efímero de su nombre o figura en la memoria.
En el pensamiento filosófico, lo efímero es lo irrelevante y superficial, lo intrascendente. Lo que no tiene ninguna importancia. Aquello que se pierde en el acto mismo de su aparición. En nuestra época muchas cosas se hacen efímeras casi de inmediato. Ni en las redes, y prácticamente en toda la prensa, el conflicto ruso-ucraniano-estadounidense ha sido dejado de lado por el nuevo conflicto armado. Éste último, también se olvidará en algún momento y quizás pronto. Sin embargo, lo que sí va a permanecer en el alma de muchas personas son los hijos e hijas, padres y madres, abuelos y abuelas, tíos y tías y, por supuesto, muchas otras personas fallecidas que posiblemente nada tenían que ver con dichos conflictos armados.
Nos vamos acostumbrando a que lo efímero es lo real y cotidiano, lo perdurable lo excepcional. En ese sentido, vamos cayendo en una especie de indefensión o desesperanza aprendida, asumiendo que incluso lo bueno, lo que debe ser, lo deseable también caerá en la esfera de lo deja de ser de manera casi inmediata.
En la educación básica dominicana es una cultura. Una manera de ver y gestionar las políticas pública educativas como si fueran solo el coito interrupto del funcionario o partido de turno. No hay manera que entendamos y asumamos que las cuestiones importantes educativas, como son los aprendizajes de los estudiantes, no es una cuestión ni de un funcionario ni de un partido de gobierno. Así, de la misma manera, todo se hace efímero, y sin la mayor preocupación. No sé quien o quienes serán los que ejercerán el poder que ostentan para exigir e imponer reglas claras y precisas de la educación no es un tema de interés particular ni corporativo. No. Es un tema que nos envuelve, convoca y corresponde a todos y todas las ciudadanas de este país. Por ahí anda un proyecto de ley de educación, diría más bien, un mamotreto de proyecto de ley que pretende “regalarle”, “otorgarle” sin méritos la educación básica dominicana a una institución. Se pretenden escudar en la efímero, en aquello que “pasa sin saber que pasaste”, como diría ese excelso poeta del amor, José Ángel Buesa.
Como la cachipolla, insecto cuya vida es muy efímera pues apenas alcanza para apenas un día, se sigue “apostando a una educación de calidad” como si fuera un acto de magia, algo que saldrá del sombrero del prestidigitador y que nos asombrará a todos, como la salida del conejo del sombrero dicho.
No. La educación no es un acto de prestidigitación. No es un acto de magia y mucho menos algo efímero. Requiere de muchas horas de esfuerzos, continuidad, seguimiento, evaluación, corrección y cambios necesarios. No será nunca el propósito alcanzado por un funcionario ni partido de gobierno, es la obra de una sociedad comprometida con su propio futuro.
Ya es tiempo de sobra para darnos cuenta de que un pañuelo se convierte en paloma solo en el acto efímero del espectáculo de un prestidigitador. ¿Hasta cuándo seguiremos jugando o apostando a lo efímero en educación? La educación, como bien perdurable, siempre será de mediano y largo plazo, pues siempre será necesario repensarla para responder a los retos que el desarrollo del conocimiento y la tecnología, como el desarrollo social, en sentido general, nos va imponiendo.
No son cirugías cosméticas lo que la educación requiere. El cambio fundamental que requiere nuestra educación, como una condición necesaria de preservarla de su mayor amenaza, es la de una cultura política que tenga por norte el bienestar de todos y todas las ciudadanas y no tan solo, la de las y los políticos de turno.