A propósito de lo planteado por EDUCA en la voz de su director ejecutivo, Darwin Caraballo, al enunciarse el próximo XXVII Congreso Internacional de Educación Aprendo 2023, de que, desde que se inició la apuesta por el 4% del PIB a educación básica, tal y como estaba plasmado en la Ley General de Educación a la fecha, la sociedad dominicana, con todos los sacrificios que eso supone, ha destinado al sector 4.8 billones de pesos con la esperanza de que nuestros niños, niñas, jóvenes adolescentes y jóvenes adultos, por fin, recibirían una educación de calidad, aquella que les permitiría desarrollar sus competencias y habilidades para la vida, como señala la Constitución, la propia ley de educación y todos los documentos curriculares, además de los discursos de todo tipo.

Inés Aizpún editorializa el evento enunciado con un título más que sugerente: “Con pies de barro”, para referirse que “no hay muchas razones para ser optimistas”, puesto que “apenas una fracción de los alumnos de sexto de primaria leen con fluidez y menos de 1% tienen los conocimientos mínimos de matemáticas…”. Y, por supuesto, la gran pregunta: “¿quiénes serán los jóvenes que en diez años se incorporarán a la vida productiva y profesional que necesitamos?”.

Luego de diez años, tras esa apuesta de la sociedad dominicana, las cosas no parecen cambiar en la educación, los resultados de las evaluaciones diagnósticas y los estudios internacionales siguen poniendo el dedo sobre la llaga, los estudiantes avanzan en el sistema sin saber leer y con muy bajo desarrollo de su capacidad lectora. Cuando dirigíamos el Instituto Dominicano de Evaluación e Investigación de la Calidad Educativa (IDEICE) insistíamos al equipo de investigadores sobre la necesidad de estudiar esta realidad desde la perspectiva -así le llamábamos- del léxico básico disponible por los estudiantes, tratando de encontrar razones que pudieran contribuir con el problema planteado. Se contrató, en ese entonces, a la Dra. María José Rincón González para realizar el estudio, el cual fue publicado en el año 2021 con el título: Aproximación a la evaluación del léxico receptivo escolar en la República Dominicana.[1]

Se plantearon dos objetivos: el primero fue el diseño y la evaluación de una prueba que permitiera medir una sección concreta del patrimonio léxico receptivo de los alumnos de primer grado de secundaria de bachillerato, de la educación pública dominicana; el segundo, vinculado con el primero, evaluar si los alumnos del nivel escolar analizado habían  aprendido y en qué grado, los contenidos léxicos de la asignatura de lengua española cursada, a partir del libro de texto utilizado durante el curso. Los resultados generales y definidas cinco categorías, fueron los siguientes:

Niveles Criterio: dificultades en la comprensión Puntuación Porcentaje
Muy deficiente De al menos el 66% de las palabras propuestas para examen. Igual o menor de 34 19%
Deficiente Entre el 50 y el 65% de las palabras propuestas para examen. Entre 35 y 50 20%
Insuficiente Entre el 34 y el 49% de las palabras para examen. Entre 51 y 66 23%
Suficiente Entre el 33 y 18% de las palabras para examen. Entre 67 y 82 23%
Satisfactorio Dificultades en la comprensión del 17% o menos de las palabras para examen Igual o mayor de 83 15%

 

Como se puede observar, entre suficiente y satisfactorio se encontró en este estudio el 38% de los estudiantes, es decir, que la gran mayoría (62%) tiene un nivel de dominio lexical entre insuficiente y muy deficiente. Con léxico tan limitado, ¿qué nivel de comprensión lectora podemos esperar? Sin ser este el único factor explicativo, indudablemente que un proceso educativo donde la lectura esté prácticamente ausente, como es en nuestro caso, se ha de esperar tales resultados.

Quizás sea llover sobre mojado, pero si a pesar de los 4.8 billones de pesos “invertidos” en educación en 10 años, aún disponer de materiales didácticos y libros de texto en nuestras escuelas ha sido y es un “dolor de cabeza”, ¿qué podríamos esperar?

La educación es un proceso continuo, sin pausa, riguroso, que requiere no solo motivación y compromiso por parte del maestro (y esto, por supuesto, es importante), sino además profesionales de la educación con competencias y no solo con títulos, que construyen juntos una cultura escolar de alta expectativa para sus estudiantes, que los reta día a día a aprender a aprender, aprender a conocer, aprender a convivir juntos y aprender a ser, como bien señala Delors en su libro tantas veces citado: La educación encierra un tesoro. Esa escuela, ¿dónde está? ¿Qué nos ha pasado y sigue aconteciendo en la educación dominicana en todos sus niveles y ámbitos?

La escuela ha sido y está atrapada en una cultura marcada por la politiquería barata que desmotiva, desmonta los deseos de muchos maestros que quieren hacer algo bueno y positivo día a día, pero que se tropiezan también día a día con múltiples situaciones que los acorrala y los empuja hacia el desgano y la falta de interés y desmotivación. Muchos jóvenes maestros que se incorporan a la escuela con el deseo de ser agentes de cambios en los niños, niñas y adolescentes con quienes empiezan a trabajar, dicen encontrarse con una cultura donde priman otros valores y actitudes que mellan el deseo de trabajar y de dar el todo por el todo. Al final, tienen que sobrevivir y terminan siendo arrastrados a un ejercicio profesional muy distinto con el que ingresaron a la escuela.

En mi entrega del lunes anterior que titulé ¿Quién o quiénes le pondrán el cascabel al gato?, terminaba preguntándome: “¿Qué es lo que nos ata a asumir posturas más exigentes y decididas para romper con el nudo que no tiene atados y que no parece encontrar quién o quiénes se dediquen a desatarlo? Nos vamos deslizando hacia una cuesta que solo nos conducirá a más de lo mismo y con ello a afianzar lo que ya antes hemos planteado, hacia la indefensión o desesperanza aprendida, esa actitud que va creciendo en muchos de “no hay nada que hacer” en el ámbito educativo.

¿Estamos condenados a perder la apuesta? Una población joven sin educación y, por lo demás frustradas en el intento, en un riesgo social que puede cobrar muy alto.

[1] Si le interesa el estudio lo encontrará en Instituto Dominicano de Evaluación e Investigación de la Calidad Educativa (ideice.gob.do)