Pese a que el Nuncio Zanini fue designado el 26 de junio, no fue sino hasta el 25 de octubre que arribó a la República Dominicana, justo un día después del cumpleaños de Trujillo, que todos los años era celebrado con pomposidad. Lo hizo así para no verse compelido a participar en esa festividad. En la mencionada entrevista concedida a Víctor Gómez Bergés en 1983, Zanini explica:

"Lo hice así, deliberadamente, permaneciendo unos días en Puerto Rico para no estar presente en las celebraciones que acostumbraba el Gobierno hacer con ese motivo". Más claro ni el agua.

Desde que llegó y presentó copias de estilo al canciller Porfirio Herrera Báez, dice Víctor Gómez Berges, "se iniciaron las confrontaciones con el Gobierno". ¿Por qué? Porque el canciller, sigue diciendo Gómez Berges, "consciente de las instrucciones que traía el nuevo enviado papal, intentó manipularlo, como estaba acostumbrado hacer con su predecesor y otros diplomáticos acreditados ante el gobierno de Trujillo". El propio Zanini le externó a Gómez Bergés que "rechazó con firmeza los intentos del canciller" y "jamás volví a tratar ningún asunto de la misión con este señor; en lo adelante manejé mis relaciones oficiales con el Vicepresidente Balaguer".

En otro momento, ya en enero, pocos días antes de la Pastoral que iniciaría la guerra abierta con Trujillo, Zanini tuvo otro altercado con el canciller Herrera Báez, cuando éste, por instrucciones de Trujillo, le pidió que bendijera la ceremonia de inauguración de la Feria Ganadera el 21 de enero de 1960. Zanini se negó, lo que obviamente molestó mucho al Jefe. De repente Trujillo y su canciller se daban cuenta, que el nuevo Nuncio, a diferencia del anterior, Ricardo Siino, era inmanejable.

II

Gómez Bergés hace una excelente descripción de la personalidad de Zanini, que permite conocer el tipo de Nuncio que había llegado al país. Dice:

"El nuevo Nuncio era de una personalidad altiva, de porte majestuoso, imponente, enérgico y decidido. Cuando calzaba su capa púrpura y tocaba su cabeza con su bonete de rojo encendido, indumentaria propia de su dignidad eclesiástica, parecía no solo un Príncipe de la Iglesia, sino una autoridad soberana, capaz de poder enfrentar a Trujillo en cualquier terreno".

Y sigue diciendo:

"Lucía como una figura diseñada para detener los azotes, la barbarie y los abusos en medio de los cuales vivíamos los dominicanos. Encarnaba, el espíritu de las nuevas corrientes de diligentes prelados orientados por los oleajes de cambios que había iniciado desde la cátedra de Pedro, el Pontificado de Juan XXIII, a partir del Concilio Vaticano lI".

Y concluye diciendo de forma categórica:

"Este hombre, fue el alma e inspiración de la Pastoral de enero de 1960, elaborada en defensa de las nuevas víctimas del trujillato".

llI

Enero de 1960  fue de mucha agitación.  Descubierto el Movimiento 14 de Junio, el Servicio de Inteligencia Militar (SIM), dirigido por el siniestro Johnny Abbes, inició una brutal cacería contra sus integrantes, entre los cuales se encontraban  seminaristas y curas, básicamente del Cibao. Manuel Aurelio Tavárez Justo, Manolo, fue llevado a la cárcel La 40 y torturado salvajemente. Muy pocos en esos días se salvaron de las furias de Trujillo, Ramfis y Abbes.

Ese ambiente de cruda represión colectiva, de torturas y muertes en las cárceles, de terror impuesto en todo el país por el SIM, llevó a Lino Zanini a tomar la decisión de publicar una Carta Pastoral fijando la posición de la Iglesia.

Encargó a Monseñor Juan Félix Pepén la redacción de un borrador. Cuando lo leyó consideró que era suave. Le dijo: "Eso no basta, hay que llegar más lejos. Hay que denunciar las violaciones a los derechos humanos y reclamar un cambio". Entonces le pidió al propio Pepén que buscara un escritor ligado a la iglesia que redactara algo mucho más contundente. Monseñor buscó a Fray Vicente Rubio, de la Orden de los Dominicos, y lo que éste redactó dejó al Nuncio satisfecho. Así, los redactores de esa Carta Pastoral, que marcó un antes y un después en las relaciones de la iglesia y Trujillo, fueron Monseñor Pepén, que redactó el primer borrador, y Fray Vicente Rubio, quien terminó de escribirla. Aunque el mismo Monseñor Pepén considera, según le confesara al Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, que el mérito corresponde a Fray Vicente Rubio. Pero la decisión de hacerla y de darla a conocer, con todas sus consecuencias, es de la exclusiva responsabilidad del Nuncio Lino Zanini

La Carta Pastoral fue firmada por todos los obispos, incluyendo por el arzobispo metropolitano Ricardo Pittini, que estaba ciego y retirado, y que, por conocer las consecuencias que ella generaría con Trujillo, al firmarla dijo "que Dios nos proteja". El domingo 31 de enero fue leída en las iglesias de la ciudad capital y en todo el país. Aunque no mencionaba al dictador por su nombre, condenaba la represión reinante y la violación de los derechos humanos, y pedía la liberación sin demora de los presos políticos y calificaba aquella situación de "ofensa contra Dios". Aquello fue una bomba de tiempo. Era la guerra.

Al principio Trujillo trató de mantener la calma. Se sentía terriblemente ofendido y herido, pero no quería iniciar una guerra frontal con la Iglesia. A sus funcionarios, y al propio Johnny Abbes, les pidió mantener la calma. Decía "con la iglesia no se pelea". Pero esa prudencia inicial no se mantendría mucho tiempo. El hombre realmente estaba hirviendo de indignación por dentro. Sentía que la iglesia, que él había ayudado tanto, construyéndole iglesias, conventos y colegios, y otorgándole muchas subvenciones, lo había traicionado. Y siendo él muy rencoroso eso no lo iba a  perdonar.

Y efectivamente, pocas semanas después la guerra contra la iglesia fue declarada en todos los terrenos. Su carácter intolerante, rencoroso y vengativo se impuso al buen juicio. El análisis pausado recomendaba inteligencia en el manejo del conflicto, pero su resentimiento lo empujaba hacia la confrontación, en la que solo podía perder. En eso también influyeron su esposa María Martínez, la españolita, y sobre todo, Johnny Abbes.

El Jefe no se daba cuenta que a partir del triunfo de Fidel Castro  la atmósfera era muy agobiante para él. Todos los sectores que le habían servido en bandeja de plata, como los norteamericanos, la Iglesia Católica y sectores de la oligarquía dominicana, estaban en su contra. En ese ambiente se requería de prudencia y astucia para sobrevivir, y eso era lo que menos él observaba. La influencia de Abbes en esos días fue terriblemente dañina.

Zanini fue enfrentado. Se quiso molestar y ridiculizar. Al final fue declarado persona no grata. El 30 de mayo, justo un año antes del ajusticiamiento de Trujillo, hubo de salir del país. En República Dominicana permaneció solo siete meses, pero su presencia, en ese corto tiempo, fue decisiva contra Trujillo. No hay dudas: la postura de la iglesia bajo su dirección estimuló a muchas personas a conspirar contra Trujillo. Zanini salió del país, pero los obispos, como el canadiense Francisco Panal y el norteamericano Tomás O’Reilly, siguieron por la misma senda. Esa guerra solo terminó con la muerte de Trujillo. Definitivamente, si hay una guerra que Trujillo perdió fue, sin duda, la desatada en su contra por la Iglesia Católica cuando estuvo encabezada en el Vaticano por el Papa Juan XXIII y en la República Dominicana por el valiente Nuncio Lino Zanini.