“Los hombres son tan simples, y están tan centrados en las necesidades del momento, que aquel que engaña encontrará siempre quien se deje engañar”. (Nicolás Maquiavelo).
Decían James Kouzes y Barry Posner: “No hay nada más desmoralizador que un líder que no pueda articular por que hacemos lo que hacemos”. Esencialmente, un líder es el constructor del puente de esperanza. Es el que apunta las estrellas. Crea con sus seguidores, colaboradores, los sueños y el despertar de un presente en perspectiva de futuro. Es el que visualiza la respuesta porque sabe que se anida la esperanza. Sabe combinar los tres tiempos de la configuración humana. Prorratea los mismos en el descanso de las distintas generaciones.
El liderazgo es la capacidad que tiene un ser humano de influenciar en los demás. El liderazgo tiene como base primigenia, fundamental que es la de relaciona; trabajar con la gente que empuje, que impulse de un aquí y ahora a un mañana, es lo que hace a un líder. La subjetividad del líder es que va más allá de las cualidades y condiciones que adornan a una persona Quien atribuye la condición de líder son los seguidores. De ahí que el líder ha de verse en un contexto, en una época, en un tiempo determinado, en una necesidad y, en consecuencia, lleva consigo la relatividad.
Vale decir, se puede ser un líder por un corto tiempo, por una necesidad determinada de un grupo, una comunidad, una sociedad. El líder interpreta y lleva a cabo la tarea pertinente y el logro de los resultados que se requiera. Dicho de otra manera, no se es líder todo el tiempo, a menos que los colaboradores lo sigan percibiendo así y del grado de resiliencia, adaptabilidad, pensamiento crítico y sinergia que se aglutinen alrededor de la persona que llamamos líder.
El liderazgo es intrínsecamente relacional y tiene que ver ostensiblemente con las relaciones de poder. No importa el tipo de organización, empresa o sociedad. Empero, el liderazgo trasciende el poder per se. Se puede tener poder y no tener liderazgo, de la misma manera que se puede tener liderazgo y no tener poder. El poder va correlacionado al puesto que ostenta en un momento determinado. El liderazgo descansa en el conjunto de atributos que adornan a una persona y que es percibido por los seguidores.
Hay distintos tipos de poder: 1. Poder Legal; 2. Poder de Experto; 3. Poder de Referencia; 4. Poder de Recompensa; y, 5. Poder Coercitivo.
La mezcla de esos distintos poderes, el saber cuándo lo redimensionan, es lo que va a expresar la sustancialización del liderazgo. La contextualización hay que determinarla para el logro de la eficacia del liderazgo. Un líder, sobre todo visionario, siempre es optimista. Anida en su ser el optimismo contra el desaliento. Actúa en la combinación, en el equilibrio de la prudencia, andando con el corazón y el cerebro. Destacando que el ethos de los líderes exitosos son los valores que encarnan en cada tiempo y época, como germen y desarrollo de una sociedad.
La actitud conspicua del líder es irradiar siempre en los colaboradores un mejor amanecer, un mejor mañana. Llevan en su vientre el parto necesario para diseñar un mejor país, para responder a los desafíos de su tiempo, de su historia. Lo que caracteriza al líder en sí, no es el hacer, sino qué tenemos y qué necesitamos como país, como sociedad. Dónde estamos y a dónde tenemos que llegar.
El liderazgo auténtico se cimenta en una misión, en una visión y valores que han de compartir con sus seguidores. Es la fragua de la inspiración que lo ejemplifica con sus acciones y decisiones. Talleyrand dijo una vez “Me da más miedo un ejército de 100 ovejas dirigidas por un león que uno de 100 leones dirigido por una oveja”. Esa frase nos sintetiza el rol de liderazgo en el grupo, la comunidad o sociedad que desea representar, coordinar o dirigir. La clave del liderazgo es inspirar, tener una visión y alinearla y coadyuvar con el cambio necesario que hay que realizar. El liderazgo es mucho más que gerenciar, que administrar. La gerencia opera en el presente, el liderazgo en el futuro, delineando los cambios que nos llevarán a un mejor campo fértil de bienestar y prosperidad.
Porque el quid pro quo del liderazgo es “la aptitud para influir en un grupo hacia el logro de una visión o el establecimiento de metas”. El crear una visión implica, inevitablemente, desafiar el statu quo. Sobre todo, no solo en un mundo dinámico sino caracterizado por la incertidumbre y la perplejidad. El liderazgo que buscamos tiene que estar revestido de: confianza. determinación, decisión, entusiasmo, valentía, energía, extroversión, moderada asertividad, ética – honestidad, responsabilidad, inteligencia emocional, flexibilidad, creatividad y empatía.
Más allá de las características de un liderazgo hay que ver lo que se llama el líder situacional o contigencial. Como varía de acuerdo a la realidad, pero también, en función de los comportamientos específicos de los líderes, de acuerdo a su personalidad y su desarrollo, como ente dinámico del proceso de cambio y adaptabilidad de un ser humano. La sociedad dominicana es quizás, o sin quizás, el único país que tuvo y conservó por casi 40 años tres grandes líderes con un liderazgo carismático.
Joaquín Balaguer Ricardo, Juan Emilio Bosch Gaviño y José Francisco Peña Gómez. El liderazgo carismático (regalo en griego) es definido por Max Weber como “cierta cualidad de la personalidad de un individuo por virtud de la cual él o ella permanecen aparte de la gente común y son tratados como si tuvieran cualidades supernaturales, superhumanas o, al menos, poderes específicos excepcionales…”. Condesan cuatro características: a) Visión; 2) Corren riesgos personales; 3) Sensibles a las necesidades de los seguidores y; 4) Comportamientos fuera de lo normal.
En gran medida, el liderazgo carismático depende de la situación. Bosch apenas pudo gobernar siete meses. José Francisco Peña Gómez, el más popular, no llegó a gobernar el país. Balaguer articuló un ejercicio del poder autocrático, personalista, con rasgos de adaptabilidad diferenciada (entre 1966-1978 y 1986-1996). Encarnó la más grande transformación material de la sociedad dominicana y posibilitó la emergencia de la clase media, en la fisonomía social dominicana. Ejerció, más allá del costo social y político, un liderazgo carismático, transaccional y transformacional.
Para adentrarnos a la clase política nuestra de los últimos veinticuatro años, ¿qué es un liderazgo transaccional y transformacional? El liderazgo transaccional es aquel que se maneja en función del statu quo. Se maneja en la zona de confort y no es capaz de renovar lo existente. La manecilla del reloj para el liderazgo transaccional es que el cambio se produzca como efecto cascada, en una evolución que no guarda relación entre el crecimiento de la economía y los indicadores sociales. En el liderazgo transaccional no se aplica el imperio de la ley, pues la validez de ellas conforma cuasi una ruptura, una revolución frente al establishment. Desde el punto de vista gerencial, del comportamiento organizacional, el líder transaccional se define como “aquellos que guían o motivan a sus seguidores en dirección de las metas establecidas al aclarar el rol y los requerimientos de la tarea”.
El liderazgo transformacional es aquel que se asienta ligeramente en el presente para otear el futuro, desde una perspectiva del cambio planeado, desde una dimensión proactiva. El líder transformacional, efectivo, acoge la renovación más que la ruptura total e inmediata. Como dicen Nathan Gardels y Nicolás Berggruen en su libro Renovar la Democracia “La revolución siempre acaba en desastre porque romper el pasado significa purgar el presente en nombre del futuro. La renovación es el punto de equilibrio entre la creación y la destrucción, pues conserva lo que es valioso y descarta lo que ha quedado obsoleto o es disfuncional…”. Más adelante abundan “La renovación incorpora lo nuevo en lo viejo mitigando esos costes de desajustes que al principio son mayores que los beneficios a largo plazo”.
Los líderes transformacionales nos sugieren Stephen P. Robbins y Timothy A. Judge “Son los que inspiran a sus seguidores para que trasciendan sus intereses propios y capaces de tener un efecto profundo y extraordinario en ellos”. Desde 1996 a la fecha, todavía no hemos tenido un liderazgo transformacional. Un liderazgo capaz de acometer las necesarias reformas estructurales. Muchas de las reformas normativas jurídicas, del control, regulación y supervisión del Estado han sido una consecuencia directa de organismos internacionales.