La falta de libros de texto de calidad en las escuelas públicas, que nos convierte en un país de “escuelas sin libros”, no debe ser una actividad restringida y oculta que requiere invitación para sumarse al debate de la misma.

 

Dado que el impacto de la falta de libros texto de calidad afecta sensiblemente los resultados de la educación nacional, el tema debe convertirse en asunto de todos los sectores del país, públicos y privados, sin considerar adversativas las voces y las manos que se levanten.

 

Lo público hace referencia a lo común, a lo de todos.  Por eso el tema de la escasez de libros de texto en las escuelas del país hay que llevarlo al “ágora”, donde la vigilancia del mejoramiento de la calidad de la educación pública recabará muchas miradas, muchas voces, muchas ideas y muchas soluciones en nombre de los valores democráticos.

 

No se trata de arrebatarle a nadie el derecho a participar en el debate. Pero tampoco permitir  ese mismo derecho le sea arrebatado a la ciudadanía.  El sentido político indica que la escuela pública sirve al bien común y, especialmente, a los más necesitados.

 

En este sentido, la escuela pública es un espacio de encuentro de la sociedad y además el único espacio educativo para aquéllos sectores que no tendrían otra posibilidad. El sentido pedagógico es el que, al fin y al cabo, da sentido pleno a la escuela pública, en cuanto obliga a  reconocer el derecho a la cultura y al conocimiento de las generaciones presentes y futuras.

 

Cualquier elemento, voluntario o involuntario,  que enrarezca o entorpezca  este derecho debe ser debatido y asumido  por todos los dominicanos para buscar una salida inteligente y comunitaria sin protagonismos excluyentes. Las sinergias inteligentes siempre tienen un halo democrático que debe caracterizar las responsabilidades  académicas y sociales.

 

Desde esta óptica, el llamado selectivo del Ministerio de Educación para escribir los nuevos libros de texto para el sector público, pese a que están  uso en el  sector privado, habiendo sido evaluados y aprobados por el mismo MINERD  y por un amplio equipo de destacados profesionales e intelectuales dominicanos acompañados por  la oficina  de la Organización de La Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI) en el país.

 

Resulta inexplicable el hecho de que el Ministerio de Educación se empecine en crear su propia editora escolar para escribir y producir los libros de texto para las escuelas públicas ignorando  el expertise de muchas editoras escolares del país que llevan docenas de años haciendo libros de textos para las escuelas públicas y privadas del país.

Asimismo, pasa por alto el aval académico y tecnológico de muchas de esas editoras que poseen actualizados bancos de datos, incluyendo fotografías, mapas e infografías,  bancos de especialistas y asesores nacionales e internacionales, bancos de objetos de aprendizaje y un “know how” de calidad mundial.

 

La iniciativa editorial del Ministerio de Educación deja de lado otras razones sociales, económicas y políticas de peso,  tales como el beneficio de las alianzas público-privadas y  el alcance de la Ley 340-06 sobre Compras y Contrataciones de Bienes, Servicios, Obras y Concesiones, que entre sus considerandos establece que “es deber del Estado lograr la máxima eficiencia en el manejo de los fondos públicos, asegurando adicionalmente competitividad y transparencia”.

 

La misma iniciativa  parece ignorar también  el modelo colaborativo de innovación abierta “Cuatro Hélices” que ofrece un nuevo enfoque para enfrentar los nuevos desafíos que enfrenan las instituciones, las empresas y las  sociedades. Se llama “cuádruple hélice” porque no sería posible sin la interacción de cuatro ejes principales: las universidades, la administración pública, las empresas y la sociedad civil.

 

Pareciera también que padece  el “Síndrome de Adán”, nombre coloquial que se le da a un tipo concreto de actitud arrogante. En el ámbito político es el nombre que se le da a un tipo concreto de actitud de autosuficiencia desligada de las necesidades y demandas de los ciudadanos. En este síndrome prima el afán de  empezar todo de Cero,

 

El libro de texto es el más exigente de todos los tipos de libros.  De ahí que el que pretenda escribirlos deba conocer y aplicar el rigor metodológico para elaborarlo, Además del dominio científico  de un determinado campo del saber, deberá  manejar otros conceptos pedagógicos propios de la nueva educación.

 

Será necesario  evaluar  a los neo-autores o correr el riesgo de perder prestigio, tiempo y mucho dinero, además de generar graves daños educativos colaterales.  De los 105 autores concesionados por la Unidad Editorial del MINERD, ¿cuántos pasarían la prueba? La improvisación bien pudiera generar “una babel editorial” en perjuicio de la educación nacional. ¿Quién vigila a los vigilantes?

 

Como ha dicho el Ministro de Educación, la cartera pudiera “ahorrarse” unos  5,000 millones de pesos elaborando sus propios libros de texto. Sin embargo, sería muy lamentable e irresponsable que los perdiera o que en vez de libros de texto calidad  se elaboraran libros de texto chatarra que la pública no se merece.

Frente a esta delicada situación elevemos el grito: ¡Las escuelas públicas del país merecen tener libros de textos de calidad!