Recientemente se produjeron en Francia disturbios o revueltas por jóvenes extremistas, con un promedio de edad de 17 años, y muchos de 12 a 13 años, quienes crecieron con internet y las redes sociales, y colocaron barricadas y escombros en las calles; y asaltaron e incendiaron negocios, vehículos. Y propiedades o símbolos del Estado, como edificios, alcaldías, comisarias, hospitales, escuelas, cuarteles de bomberos, como respuesta al rechazo que reciben. Estos hechos fueron desencadenados por la muerte el pasado 27 de junio del jovencito Nahel Merzouk, de 17 años, hijo de argelinos, baleado a quema ropa por un policía, al detenerlo por conducir sin licencia.
En Francia ocurren estos eventos frecuentemente. Recordemos los del 2005, por la masacre de unos jóvenes, y los del 2019, los llamados de los chalecos amarillos, por el alza de los combustibles. Es una nación donde opera un vigoroso sistema de bienestar social, que da vivienda y dinero a quienes reciben ingresos bajos; con un buen sistema de salud y pensión; y con una importante población de inmigrantes provenientes África. A muchos los ilusionaron con un futuro mejor, y trabajaron duro en la construcción de obras, y hasta combatieron por la liberación de Francia en la década de 1940; pero hoy hijos y nietos deben residir en edificios destartalados y carentes de servicios básicos.
Se sienten maltratados y discriminados. Y los humillan, al percibirlos como negros o árabes, que no son franceses, y que no pertenecen al país donde nacieron. De ahí que sienten miedo de las autoridades, como los haitianos aquí. Y por todo eso, protestan; y las autoridades tuvieron que apresar como 4 mil, y colocar en las calles cerca de 45 mil agentes, reforzados por helicópteros y carros blindados. Los daños se estiman en mas de mil millones de dólares y el presidente Emmanuel Macron debió pedir a las redes sociales Meta, Twitter, Snapchat, y TikTok que fueran más responsables y eliminaran contenidos delicados.
Otras causas de esta violencia en Francia consisten en los reclamos de menos desigualdades económicas y más justicia social; y trato digno a los inmigrantes. Por ejemplo, a mi hijo Andiel Galván, lo eligieron de solo dos cupos que ofreció la organización AFS de Francia, en el 2005, pero residió un año en una finca, con unos gentiles agricultores que sembraban maíz y sorgo, tareas en las que colaboraba, a más de 200 kilómetros de París, en el Valle de Loira. Y precisamente el autobús que lo transportaba diariamente a la escuela a 20 minutos de allí, lo quemaron en los disturbios del 2005. Y luego volvió por 4 años a realizar maestría y doctorado, y, fue presidente de la Asociación de Egresado franceses, y recientemente le resultó complejo el proceso para obtener una visa para visitar Francia como turista.
En República Dominicana existen algunas semejanzas con los motivos de los disturbios en Francia, por lo que debemos aprender algunas lecciones. Recordemos que los dominicanos nos independizamos como nación del yugo haitiano en 1844, y que en la tiranía del Jefe, se produjo una cruenta masacre de haitianos 1937, hechos que aumentaron las diferencias políticas y culturales; y agravaron los arraigados resentimientos y conflictos, entre estos pueblos. Y en la actualidad, aquí reside pobremente una enorme población de haitianos que trabajan en la agricultura, la construcción, y el turismo.
Pero los dominicanos no conocemos el idioma, la mentalidad, las costumbres, sus creencias y maneras de ser de los haitianos. Ellos sí nos conocen más a nosotros. Y aunque nuestras diferencias se resolverán por medios políticos y culturales, y no militarmente, sería bueno que nuestros militares y policías sean reformados moral y mentalmente, y cuenten con “equipamiento y mejora salarial” para enfrentar violentos disturbios y garantizar la paz y nuestra soberanía.
En resumen, la historia enseña que la solución definitiva a la tragedia de Haití sería estabilizarlo y desarrollarlo por el bienestar de la mayoría sus ciudadanos; y no fusionar los dos países, como han sugerido algunas autoridades de Francia, Estados Unidos y Canadá. Recordemos que hace menos de 90 años puertorriqueños y cubanos venían a República Dominicana a trabajar en los ingenios azucareros; y criollos, incluidos mis familiares, iban a Haití abastecerse de ropa y artículos del hogar. Que viva nuestra patria soberana. Y en cuanto al coronavirus, cada día tenemos más casos. A cuidarnos.
** Este artículo puede ser escuchado en audio en el podcast Diario de una Pandemia por William Galván en Spotify.