Hace unos días me tocó ver a un papá llevarle rosas rojas a su hijita, sin motivo alguno más que el amor, sin fecha especial, sólo porque sí, con carta escrita a mano y un te amo incluido. De lo mejor, entre todas las cosas buenas que me regaló la vida la pasada semana.

Ante aquel gesto tan bonito, le hablé, como algo bueno, de los estándares y lo alta que probablemente le estaba elevando la vara a su hija cuando llegara el momento de enamorarse. Él estaba tan claro como yo. Inevitablemente pensé en Scott, que hace un año y siete meses murió y a la fecha, todavía, no pasa un día sin que lo recuerde y no hay un solo viernes que mis hermanas y yo nos juntemos que no lo mencionemos. Scott fue mi cuñado, esposo de mi hermana Ivelisse y el papá de mis dos amadas sobrinas, Sophia y Samantha.

Hace más de diez años, Scott fue la primera persona que me habló de estándares con los hijos y la necesidad de normalizar lo correcto, lo que está bien en su cotidianidad, de forma tal que, tomaran consciencia de su valor y el arraigo familiar. Ya lo sabía, lo había vivido, precisamente porque mis papás, dentro de sus precariedades de aquella época y con mucho esfuerzo, se encargaron de fijarnos buenos estándares. Sin pretensiones, pero siempre lo mejor y con visión de futuro, de aspiraciones, metas y sueños.

Con su ejemplo de matrimonio estable, que a la fecha ya cuentan con casi 60 años de unión, normalicé el amor expresivo, los halagos, los cuidados, el respeto, el romance y la entrega sin condiciones. En casa siempre hubo besos, abrazos, afecto, buenas conversaciones de sobremesa, almuerzos en la mesa, libros dedicados, regalos sin motivo, flores y los problemas de uno siempre han sido el problema de todos.

Recuerdo que aquella vez que Scott, sentados en un restaurante con Ivelisse, me llevó ese tema desde lo material hasta lo emocional y justo ahí fue que entendí, que caí en cuenta que se trataba de lo que mis viejos ya habían hecho, quizás sin saberlo, con mis hermanos y conmigo. A partir de ahí, la maternidad y la crianza responsable cobraron un sentido distinto.

Me tomó un año y siete meses y dar con este gesto tan lindo de un papá amoroso con su hija para poder escribir estas líneas como un tributo lleno de gratitud a Scott y como una forma de reafirmar mi compromiso con él, con mis hijos y conmigo misma de criarlos conscientes de su gran valor y seguros de que mi amor y mi presencia será siempre incondicional.

Gracias al papá de las rosas rojas por la inspiración, la ternura que me despertó que compartiera la foto de ese gesto tan hermoso conmigo y por recordarme aquello de los estándares.