Daniel Goleman, psicólogo y periodista científico, publicó en los años 90 su obra Inteligencia Emocional, que se convirtió en un best seller con el cual popularizó este concepto a nivel mundial. Recientemente, Goleman publicó su último libro, titulado Óptimo; en colaboración con Cary Cherniss, otro reconocido investigador psicológico; en el que intenta demostrar, junto entrevistas concedidas a propósito del libro, que la inteligencia emocional es y será más importante que la inteligencia artificial. Porque, según él, el humano es esencial para mantener el enfoque y la atención, ejercer el liderazgo, manejar conflictos sociales o laborales, lograr una comunicación efectiva en un mundo plagado de espectáculos y distracciones, y, especialmente para tomar decisiones sabias, éticas y empáticas.
Según Goleman, la inteligencia emocional consiste en la capacidad de una persona de ser consciente de sí misma, autocontrolarse, automotivarse; para relacionarse armoniosamente con los demás; generar empatía, o acercarse a lo que piensa y siente alguien; y para resolver problemas y adaptarse. Y además, él plantea que sentirse en un buen estado mental está asociado con el éxito profesional y personal, y que los ansiosos o fracasados tienden a atraer desastres.
Por otro lado, la inteligencia artificial es un concepto que comenzó a utilizarse a mediados de la década de 1950. Se basa en la fabricación de máquinas o sistemas informáticos que aprenden y realizan tareas con mayor velocidad y precisión que los humanos, y procesan grandes cantidad de datos. Actualmente, existen más de cuarenta modelos de máquinas con inteligencia artificial, o asistentes inteligentes, como Google, ChatGPT, Gemini, Alexa y Lucy; pero que no pueden competir con la empatía o el juicio ético.
Al presente, millones de personas son reemplazadas por formas de inteligencia artificial a nivel mundial y en nuestra sociedad; mientras una élite del poder se ha destacado gracias a la inteligencia humana. Vamos a poner tres ejemplos.
El Dr. Pedro Mir, Poeta Nacional, fue un exitoso abogado en el país, en los cuarenta, pero debió exilarse en Cuba, donde trabajaba como auxiliar de contabilidad en una emisora. Y durante las noches en su cuartucho, escribía en hojas sueltas a mano, las que colgaba en el techo, el poema Hay un país en el mundo, en 1949, para sobrevivir y por la necesidad de proclamar la situación de su país. Que él entendía, “pobre, triste y oprimido; pero era su país. Y él quería que supieran que existía”. He ahí un ejemplo de creatividad humana que a la Inteligencia Artificial no le será fácil lograr.
Otro es el caso de don José Luis Pepin Corripio, posiblemente el hombre más rico del país, en los años cincuenta se retiró del tercer año de la carrera de Derecho en la universidad y se concentró en los negocios. Y ha dicho, que él y su familia siempre han tenido "el compromiso psicológico ineludible de trascender y ser recordados simplemente como buenas personas". Esta referencia ilustra el uso de la inteligencia emocional aplicada a los negocios.
Y finalmente, tuve la dicha de ver al lingüista y pensador Noam Chomsky en una charla que ofreció en el país, donde dijo que el mejor método para aprender un idioma es la necesidad, y puso como ejemplo a su hija hablaba español, cuando vivió en Bolivia y tuvo la urgencia de aprenderlo.
Estas personas se destacaron en las artes, los negocios y la ciencia al concentrarse o enfocarse plenamente en sus áreas de interés. Sin embargo, el destino de millones de especialistas, técnicos y ayudantes poco calificados, dependerá de que la inteligencia emocional y la inteligencia artificial, se complementen; un conflicto que influirá en el futuro de nuestra civilización.
** Este artículo puede ser escuchado en audio en Spotify en el podcast Diario de una Pandemia por William Galván