Durante toda la historia las hemerotecas han sido el testimonio insobornable del diario acontecer, la historia escrita día a día. Ni siquiera puede decirse de las fílmicas ni de los informativos de radio, sino lo que ha sido escrito y ya es imborrable. Esos departamentos, habitualmente descuidados y llenos de polvillo que algunos directores de entidades de acopio cultura en el país, tienen como pestilente depósito de periódicos viejos transmisores de alergias y no como verdadera fuente de información porque acumula los datos esenciales que van conformando las estadísticas que para los investigadores y cientistas sociales serios, de esos que no se encubren en la retórica fácil y vacía, conscientes de sus objetivos y responsabilidades, son la única fuente que permite auscultar a la sociedad. Me permito engrosar en el concepto de hemeroteca a la totalidad de los medios digitales que, como éste, ya ejercen notables influencias en el conglomerado de lectores y también quedan, están ahí, y son testigos insobornables de la historia.

Expuestos los postulados, no como exordios, sino como armazón, acudo al inolvidable José Ortega y Gasset (Madrid 1883-Madrid 1955) citando un párrafo en esencia revelador de su no menos inolvidable España Invertebrada: “En las horas decadentes, cuando una nación se desmorona, víctima del particularismo, las masas no quieren ser masas, cada miembro de ellas se cree con personalidad directora, y, revolviéndose contra todo el que sobresale, descarga sobre él su odio, su necedad y su envidia. Entonces, para justificar su inepcia y acallar un íntimo remordimiento, la masa dice que no hay hombres.”

Cuando en el poder andan mal las cosas, también andan mal en todo el país porque es el poder que impone su voluntad (recuerdo Los intereses creados de Jacinto Benavente), en este caso encabezado por el presidente Luis Abinader cuyo escenario de tres años en el solio presidencial está poblado de excesivas y reiteradas sombras y solo cuenta con unas pocas penumbras, pero luces jamás, habría que buscarlas a ver si surge alguna chispa, apenas un destello que jamás tendrá la brillantez del misterioso relámpago.

No es lo que vociferan las bocinas de la radio y la televisión muchas veces con aspecto de saltimbanquis o proxenetas de los funcionarios que les sirve de mecenas; tampoco lo que digan bajo irracional emoción algunos los renacuajos de cafeterías, algunos fracasados poetas retóricos y ex pacoredos, ya sabandijas de embajadas. Hay mayor carga de verdad y sinceridad en lo que afirma el supuesto desquiciado que, cuando habla o mira, se desnuda dejando que sus verdades fluyan sin maquillaje, aunque sea juzgado como loco y se exponga a ser víctima de la maquinaria de destrucción de un poder un poder ciego, prepotente, incapaz y desesperado, presumido dueño de todas las virtudes. Como los niños, el desquiciado no miente ni duda, niega o afirma.

Pero regreso a las hemerotecas, o a los periódicos recientes, incluidos los digitales. Son medios que hablar por sí solos porque afirman y desmienten. El penoso espectáculo militar de falsa disuasión ante un país que ni es país ni tiene fuerzas armadas, los discursos y poses de horrible actor de cine del señor Abinader mientras el ministro de las Fuerzas Armadas, teniente general Díaz Morfa, paseaba por las lujosas avenidas de Londres, anunciando que la frontera no será abierta hasta tanto los haitianos no detengan la construcción del canal que desvía el Masacre no tienen desperdicios. Mientras Abinader incurría en el sesgo irracional propio de fanático del equipo de beisbol de su preferencia, al otro lado de la franja divisora centenares de haitiano seguían trabajando en lo suyo, celebrando, bailando, cantando, riéndose ante el cómico espectáculo que Acroarte deberá conceder un premio por ser el peor montaje de toda la historia.

El pueblo dominicano sufrió avergonzado cuando vio al presidente de la república arengando, vociferando, como un jefe de guarnición militar, como un aprendiz de soldado, a batallones de lánguidos y desnutridos guardias que sudaban la gota gorda con todos sus pertrechos y vestimentas militares bajo una temperatura de más de cuarenta grados como una tortura impuesta por su jefe constitucional.

Ante los indudables desaciertos pretenden ahora tapar el sol con un dedo haciéndole creer a la opinión pública que están protegiendo a los productores y comerciantes de la zona cuando la realidad es que los productos y mercancías perecederas están dejando pérdidas incalculables y no son pocos los comerciantes que ya han quebrado imposibilitados de honrar sus compromisos, pagar salarios y servicios, y en juego e sustento familiar.

Las salas de los hospitales están abarrotadas de pacientes con dengue y enfermedades respiratorias, no hay camas, no hay médicos, no hay energía eléctrica y en algunos hospitales, según se ha denunciado, no hay ni detergentes ni instrumentos para la limpieza. Los baños y sanitarios son una peste, los pasillos también. Es horrible la alimentación suministrada a los enfermos y también la de los internos en los centros penitenciarios. Cada día caen personas de todas las edades víctimas de la creciente delincuencia y crecen los puntos de drogas. Los precios de los alimentos, sin excepción ninguna, son inalcanzables y las amas de casa tienen que hacer magia varias veces al día. El precio del gas propano y demás carburantes, así como de los ineficientes servicios públicos, son otros de los grandes martirios que nos subyugan.

De las escuelas y el destino del mágico 4 % todos sabemos. Siguen las deficiencias de siempre, escuelas sin asientos ni pizarras, goteras en los techos y aguas pestilentes, techos a punto de derrumbarse sobre el estudiantado, desayuno y almuerzo escolar que cada semana mandan a decenas de estudiantes al hospital y hasta al cementerio. Relaciones ilícitas, abusos de poder, sobornos, falsificación y venta de títulos, etc.

Con un país sumido en este estado de crisis general como consecuencia de la ineptitud y de haber entregado la república y el gobierno a una sola clase social, incurriendo diariamente en múltiples despropósitos, un presidente solo puede reelegirse con el soborno, el cultivo de la ignorancia y la desvergüenza que conlleva la ceguera política de la embriaguez del poder.

No lo digo yo, pobre mortal de la periferia, casi ciudadano de a pie; lo dicen los periódicos y revistas de las hemerotecas y lo reafirman las maldiciones y las conversaciones que se producen en los medios de transporte público, los colmados y los colmadones, las voladoras y todas las instancias en las que la ciudadanía se expresa. Es verdad esculpida en mármol, al margen de cualquier eventualidad: Luis Abinader y el PRM fracasaron porque han hundido al país en la más profunda miseria de todos los tiempos, convirtiéndolo en una lamentable vergüenza internacional. Y un presidente así no es reelegido. Seguiré sobre el asunto.