Sendas diseñadas para el bien común.

Espacios concebidos desde la equidad.

Rutas que invocan la diversidad,

trayectos con el aroma del pueblo,

vías que tejen puente de libertad.

Secuestradas por la crisis de higiene,

por los intereses económicos,

por la educación reducida,

por la transgresión de derechos,

por el descuido municipal,

por el desorden planificado,

por el déficit de responsabilidad ciudadana,

por el asalto a la dignidad de los humanos,

por la complicidad organizada.

Las aceras revelan irrespeto a las leyes,

contaminación medioambiental,

riesgos de salud,

desprecio de la estética,

olvido de movilidad limitada,

crisis social,

empobrecimiento,

vacío ético local.

Las aceras dominicanas denuncian

dispersión municipal,

vulnerabilidad ciudadana,

violencia institucional,

desidia general,

gobernanza irregular.

Reiteran derecho a la salud.

Claman recuperación integral.

Defienden bienestar social.

Gritan contaminación.

Afirman respeto ciudadano.

Esperan reconversión.

Señor,

las orillas de las calles

esperan atención de las autoridades,

reconocimiento de su función,

respeto de sus límites,

embellecimiento de sus entornos,

peatones educados,

liberación de obstáculos,

ennoblecimiento total.