No queda ni siquiera tu nombre entre el olvido. La memoria se te ha apagado en el fondo del océano y tus restos forman parte de arrecifes y corales coloridos.
Tu cédula de plástico, sobrevive a la inclemencia de la sal y brota en pausas al vaivén de las olas, como una mano que pide ser rescatada desde otros mundos ausentes.
Todavía insistes en llegar a "aquella costa" que viste en sueños que en verdad no lo eran sino "cuentos" mal contados de otros que presumieron verla.
Todavía recuerdas el hambre y las promesas no cumplidas de "esos" que suelen salvarse solos y olvidarse del dolor y la ignorancia de los pueblos.
Los políticos pasaron por tu rancho y tomaron tu nombre y los números de "esa" cédula ahogada ya mencionada antes. Todavía se vota con ella, aunque ya no estés.
Pero a ti te importa poco, tú lo que quieres es salir y perderte en "ese mundo" de edificios altos y amplias avenidas, donde el dinero "suele" encontrarse tirado en las calles…
Aspiras a arreglar tu rancho de zinc oxidado y de cartones mojados y arrugados por el viento. Sabes donde pondrás la terraza de mármol que oculte ese piso de tierra que tanto mancha al caer la lluvia.
Tu vecino lejano abandono hace tiempo su rancho que hoy luce arropado de malezas y de árboles frutales que dan frutos perdidos e ignorados, engullidos solo por hormigas e insectos que fertilizan la tierra.
Una tierra a la que ahora, desde esa mirada perdida que emites desde el fondo del océano, quisieras volver así te llevara el Diablo. Ahora ves lo que nunca viste, pero es muy tarde ya para volver.
La yola se hundió entre estos extraños azules. Se rompió como los sueños de los que iban en ella y que, también, yacen dispersos como tú en sus profundidades.
Yolas distintas pasan sobre tu cabeza incentivando tu sueño roto, que retomas de vez en cuando, cuando se te pasa la nostalgia de tu rancho caído.
Te has quedado vacío en el medio de la nada, en una maraña de inciertos muertos clamando nombres ininteligibles, penando penas que esperan lo que nunca será penado.
El país se vacía indiferente ante el desfile de yolas infinitas que se pierden mudas en las noches caribeñas. Manjar anhelado de peces que esperan pacientes en las corrientes.
Otro rancho apaga sus velas, sale un joven nervioso cargando un ligero macuto. Poca ropa necesitará para el viaje. En la costa le esperan otros, que, como él, han perdido la esperanza de un país que no le importa su gente.
Otra yola infinita se llena de esperanza lanzando al azar los dados de la suerte. La muerte queda atrás, la vida "queda adelante"… ¡Salud! Mínimo Yolero