Las reformas son necesarias y alabadas por la sociedad, pero no se pueden hacer a la carrera y para hacerlas como manda deben tomar su tiempo.
Sin embargo, hay varios tiempos. Y a la par de las etapas necesarias hay a la vez una lucha contra el tiempo.
El tiempo de las reformas es más lento cuando se trata de cambios estructurales: no se transforma de un día para otro un currículo no adaptado a los nuevos tiempos, ni se convierte a maestros que han sido formados por un sistema ineficaz en maestros estrella.
De la misma manera no se convierte a policías con escasa formación en expertos de los DDHH de una semana para otra y no se elimina la cultura del macuteo sin una profunda reestructuración y educación.
Si bien una parte de la población está consciente de estos retos que afrenta el gobierno, para muchos sectores lo que cuenta es la realidad apremiante que viven y su percepción, lo que vemos expresado en los resultados de diferentes encuestas de opinión que se realizan en el país.
Según el reciente estudio presentado por Participación Ciudadana y Transparencia Internacional mas de 90 por ciento de los encuestados le temen a la delincuencia.
Bajo el termino de delincuencia se contabiliza parte de los sucesos denunciados y los no denunciados como el celular que le robaron a mi trabajadora doméstica en la guagua y el que robaron a un amigo en el metro, ambos en las dos semanas pasadas y que ninguno reportó. Tampoco se contabilizan las pecatas minutas como lo son los retrovisores robados en los estacionamientos porque al pique del robo nadie desea agregar el pique que uno coge al reportar el suceso.
“Tenemos una sociedad violenta “ declaró en días pasados el ministro de Interior y Policia, opinión que comparto totalmente y que no me he cansado de denunciar. Sin embargo según el sociólogo Oscar Amargos que compara nuestra tasa de homicidios con la tasa de otros países ” afirmar que la sociedad dominicana es violenta no seria del todo apropiado.” Esta afirmación me reenvía a una discusión recurrente que he sostenido con unos vecinos conocedores de la realidad hondureña y que encuentran nuestro país una isla privilegiada sin tomar en cuenta que nunca salen del cuadrilátero central.
Todo no es percepción. ¿Es violencia inexplicada o accidente el atropello a Patricia Ascuaciati, suceso que está en la palestra?
Como lo es la violencia ejercida por una mujer de Villas Agrícolas que tenia relaciones sexuales con sus tres hijos menores, uno de 8 años y hacia video pornográficos para revenderlos. Este caso más que chocante es explicado por vecinos de la siguiente manera: “las “piedras” ahora son de mala calidad y le destrozan el cerebro a uno cuando se mete”. ¿Consumir drogas malas será lo que vuelve mala a la gente o será la banalización del mal?
La delincuencia y la violencia empiezan con la violencia intrafamiliar no denunciada, los niños, niñas y adolescentes abusados por sus padres, madres o tutores, por el auge de la deserción escolar, por los niños, niñas y adolescentes que por necesidad se lanzan a la calle para trabajar y para intercambiar favores sexuales para sobrevivir y con las trabas del sistema para rescatarlos.
La pobreza no es solo material, es también en muchos casos una carencia de cualidades humanas, espirituales e intelectuales que necesitan medidas de reducción de la pobreza focalizadas e integrales.
En razón de la indigente atención que le damos a la salud psíquica de nuestra población, estos sucesos dejan huellas indelebles en la psiquis de nuestros futuros ciudadanos, hacen la resiliencia difícil y son a menudo transgeneracionales (como lo son los embarazos en adolescentes y la violencia intrafamiliar),
Apelan sobre todo a la urgencia de una lucha contra la violencia en sus diferentes estratos y a la promoción a nivel nacional de una cultura de paz.