Tal como expresara Zigmunt Bauman en sus últimos días: “El futuro ya no es el hábitat natural de las esperanzas, sino un escenario de pesadillas”. Referido a las universidades, aquellas que no logren responder a las demandas y desafíos del siglo 21, garantizando una calidad por dentro y fuera, vivirán una permanente pesadilla que atentará contra su prestigio y sus logros, colocándolas en la ruta de su desaparición.
Ninguna universidad del mundo está exenta de someterse a una reflexión profunda y comunitaria sobre el diseño de un futuro portador de esperanzas reputables en términos académicos, científicos y sociales. Actualizando su misión, su visión y sus objetivos estratégicos necesarios y democratizados para poner el conocimiento y la innovación al servicio de la sociedad.
El diseño de esta transformación de cara al futuro no puede esperar mucho tiempo pero habrá de realizarse de manera inteligente y “bien pensada” y con una mirada más allá de los fueros universitarios y de la insularidad, que incluya muchas voces sin regatear su esencia eminentemente comunitaria, crítica y humanista.
Las universidades que se resistan a emprender este viaje o quieran hacerlo a “su manera”, simplemente continuarán adorando sus confusas pesadillas, presentando un perfil triste y pesimista como el que describe Edward Shils, Profesor Emérito en la Comisión del Pensamiento Social y Sociología de la Universidad de Chicago, calificándolas como “universidades masificadas, tediosas, politizadas, burocratizadas, financieramente constreñidas, sin cohesión y caótica”, con escasas excepciones.
En estudios realizados Latinoamérica encontramos en general una universidad -pública y privada- con cobertura insuficiente, altos niveles de deserción, con resultados insatisfactorios del aprendizaje, escasa base tecnológica, en investigación e innovación.
También se encuentran universidades con recursos limitados, con una débil articulación con el entorno socioeconómico, con pobre producción de conocimiento, con métodos de enseñanza obsoletos, con programas desfasados e incluso con ineficiencias de gestión.
La universidad del futuro, en el marco del desarrollo de la sociedad del conocimiento, del aprendizaje a lo largo de vida y de la Cuarta Revolución Industrial, deberá priorizar la formación de personas pensantes, creativas, solidarias, críticas, democráticas y emprendedoras, con habilidades duras y blandas para el trabajo y su vida y que procure la investigación abierta como propulsora de la innovación y vinculada al crecimiento económico de los países, regiones y localidades.
La universidad del futuro deberá impulsar los grandes avances tecnológicos capaces de favorecer los Objetivos de Desarrollo Sostenible sobre temas como agua, cambio climático, educación, medio ambiente, pobreza, violencia, cultura, formación ciudadana, recursos energéticos, salud, sostenibilidad y las necesidades locales de cada entorno.
Con sus diversas titulaciones, servirán como base del desarrollo experimental en áreas como internet de las cosas, smart cities, nanotecnología, open data, big data, analítica, predicción, business intelligence, nuevos tratamientos y controles inteligentes de la salud (smart health) y otros avances tecnológicos, sin descuidar la formación humanística.
Hoy día la construcción de la universidad del futuro está generando consorcios de universidades nacionales e internacionales que buscan responder conjuntamente las preguntas que plantea el futuro las instituciones de educación superior.
Recientemente, la Unión de Universidades de América Latina y el Caribe (UDUAL) y el Espacio Común de Educación Superior en Línea (ECESELI) llevaron a cabo un encuentro virtual con distintas autoridades para evaluar y analizar sobre los retos institucionales que tendrá que afrontar la educación superior en América Latina y el Caribe con una visión al 2030.
También en el 2021 se realizó la tercera edición del Encuentro Internacional sobre Educación (Global Education Forum 3rd Act), en la Universidad Camilo José Cela (UCJC) de Madrid, España con la participación de más 500 expertos, autoridades, investigadores, filósofos, futurólogos, profesores y estudiantes del mundo entero para repensar los propósitos de la universidad del futuro en la sociedad del aprendizaje a lo largo de toda la vida con un enfoque internacional, global y colaborativo.
En nuestro país ha de darse un encuentro con estos mismos fines. El hecho de que tengamos unas 50 universidades e instituciones de educación agrega valor a la Marca país de la República, en tanto las mismas forman los recursos humanos que se integran a la productividad, hacen el país más competitivo y fortalecen la cultura y la democracia.
Toca al Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología, MESCYT, promover y auspiciar eventos similares que conduzcan a las universidades dominicanas a construcción una visión y un compromiso con el futuro en el país. Y deberá hacerlo más temprano que tarde para que el sistema de educación superior de aquí no se quede rezagado.
También tendrá que diseñar planes de protección y ayuda técnica y económica para las universidades menos aventajadas que necesitan fortalecerse más que otras para dar respuesta a los retos y desafíos del futuro.
Las universidades el pasado son también del futuro. La universidad dominicana del futuro deberá ser inteligente, por dentro y por fuera.
¡Formemos una comunidad nacional para construirla!