No hay otra opción, querido. Se ha ido. Acepta su partida

y concéntrate en los seres amados que se quedan contigo

en este planeta tan grande que abarca un sin fin de lenguas

y de especies que, a la vez, están todas en vías de desaparición.

No hay nada nuevo en mi observación, pero nadie puede

predecir el día de la muerte o del nacimiento, no con ciencia

exacta, y nadie puede decir por qué en esta mañana soleada

de primavera, con los últimos cerezos rosados todavía en flor

y los conejos bailando en el pasto, y mi sangre templada

por su fluir ininterrumpido, y con cierta calma en mi alma,

veo de nuevo el camino con ganas de seguir sabiendo

aún cuando en el algún momento menos esperado me iré

también a la fiesta imaginada. ¿Qué más tenemos de Dios

que este último encuentro donde mi amigo me espera?