La transición energética, definida como el cambio de sistemas basados en combustibles fósiles hacia fuentes más sostenibles y renovables, es un tema crucial en la agenda mundial. En el contexto del cambio climático, este proceso es vital para garantizar un futuro más sostenible y combatir las consecuencias del calentamiento global.

A nivel global, la dependencia de combustibles fósiles ha sido la principal causa de las emisiones de gases de efecto invernadero. Sin embargo, en la última década, se han presenciado avances significativos en tecnologías renovables como la solar, eólica, biocombustible y más recientemente el hidrógeno verde, impulsando la transición hacia una matriz energética más limpia.

El Acuerdo de París, firmado por 196 naciones, ejemplifica el compromiso mundial para reducir emisiones y establece objetivos claros para 2030, 2040 y 2050.

Los expertos coinciden: es imperativo que aceleremos este cambio. Más allá de los beneficios ambientales, la transición energética promete ventajas económicas. Sin embargo, existen retos. La infraestructura y la inversión son obstáculos que deben superarse, requiriendo esfuerzos conjuntos de gobiernos y sector privado.

Por demás las diferencias climáticas retrasan a nivel global la transición. No es lo mismo fomentar las renovables en países fríos como Rusia, que en países cálidos como el nuestro.

Por otro lado, energías como la solar y eólica no son gestionables, el sol y el viento llegan y se van de manera errática difícil de prever, de ahí la necesidad de mantener plantas convencionales en operación. A juicio de los expertos el gas natural jugará un papel clave en el proceso de transición.

De ahí la importancia de que en nuestro país se continúen las investigaciones sobre el potencial para la explotación sostenible de hidrocarburos, en especial del gas natural.

Ya el gobierno firmó con Apache Corporation un contrato para la exploración y explotación de hidrocarburos en la cuenca marítima de San Pedro de Macorís. Las licitaciones de los demás bloques deberán continuarse.

Es indudable que en República Dominicana hemos reconocido la necesidad de diversificar nuestra matriz energética, tradicionalmente dependiente de la importación de combustibles fósiles y se han impulsado iniciativas como parques eólicos y solares para aprovechar nuestros recursos naturales, y se han logrado grandes avances, al punto que, probablemente, nuestra matriz sea la más diversificada de la región de Centroamérica y el Caribe.

Hemos logrado disminuir considerablemente la generación en base a fuel oil, la cual ha caído desde un 36.9 % en el 2018, a tan solo un 10.8 % en el 2022.

Mientras que el gas natural se ha convertido en la primera fuente de generación al pasar de 34.0 % a 40.9 % al 2022.

“Entre el 2018 y 2022, la generación en base a gas natural se disparó en un 54.2 % al pasar de 5,343.8 GWh (2018) a 8,242.8 GWh (2022)”, según el economista Henri Hebrard.

La entrada en producción comercial de Punta Catalina ha hecho que la generación a carbón ocupe el segundo lugar, al pasar su participación del 13.0 % (2018) a 30.8 % (2022).

El crecimiento relativo ha sido aún mayor que en el caso del gas natural, al multiplicar por tres veces el volumen producido de 2,0344 GWh desde el 2018 a 6,196.1 GWh al 2022.

Las energías renovables no convencionales (ERNC) tales como: biomasa, eólica y solar, tuvo una participación que se disparó a un 10.4 % en el 2022. Este es un logro muy importante.

Aunque se han alcanzado avances importantes, la visión predominante es que aún hay un largo camino por recorrer. Las políticas gubernamentales juegan un papel fundamental en este proceso, y la inversión, sobre todo en las redes de transmisión, en investigación y desarrollo tecnológico, así como hacer más expeditos los transmite burocráticos, será crucial para el avance de la nación en esta dirección.

El gobierno tiene como meta lograr para el 2030 una participación de las renovables de un 25% en la matriz energética, pudiera ser mas si se hace el esfuerzo, todavía hay muchas deficiencias que superar para lograr ese modesto objetivo.

La transición energética es una tarea imperante. Mientras el mundo se mueve hacia un futuro más sostenible, República Dominicana tiene el desafío y la oportunidad de posicionarse como líder en la región en materia de energías renovables. Las decisiones tomadas hoy repercutirán en las generaciones venideras, y es nuestra responsabilidad colectiva asegurar un futuro energético limpio y sostenible.