En esta semana en República Dominicana se cumplieron 160 años del Grito de Capotillo que inició la guerra de restauración, que culminó con rescatar nuestra patria soberana, recién anexada a España, luego de independizarnos de Haití; un aniversario que no pudo celebrarse y por la explosión seguida de un incendio ocurrida en la ciudad de San Cristóbal, que produjo más de 32 víctimas humanas; e incalculables daños materiales. Y dejó algunos cadáveres tan mutilados que apenas rescataron pequeñas partes del cuerpo, y para identificarlos, requerirán la realización de   pruebas comparativas de ADN, que tardarán meses; por lo que la consideran una de las tragedias más importantes del siglo.

Esta catástrofe no ha sido la primera ocurrida en el país. Se identifican varias, como los incendios de plantas de gas y fábricas de plásticos. Las que atribuyen también, a fallos humanos, asociadas a que nuestras autoridades son muy complacientes al permitir que negocios que manejan materiales peligrosos sean instalados en aéreas residenciales y que personas se instalen al lado de negocios peligrosos. Por ejemplo, en esta tragedia, el edificio es del Ayuntamiento, construido para un mercado, hace más de cien años, y todavía operaban locales comerciales, la mayoría de los cuales los habían desocupados, pero algunos se resistían a dar paso a que las autoridades construyeran un parqueo municipal.

Esta tragedia no fue poca cosa. No bastan los días de duelo, hablar y lamentarse. Por lo que reconforta establecer la verdad de lo que pasó, qué causas y factores humanos la provocaron.  Qué condiciones materiales, enterrados o colocados, se asociaron a evento, que causó tantos daños a sujetos y objetos, cercanos y distantes. Y que movilizó tantos esfuerzos y recursos para combatirla; se usaron unos 20 camiones de rescates, y más de 250 bomberos. Esperamos que se contesten todas las preguntas y aclaren las dudas e hipótesis; y se aprendan las lecciones que ha dejado; tal vez, sea su único lado positivo.

Recordemos que la psicología ha establecido que los comportamientos se aprenden o desaprenden según las recompensas y castigos que reciban. A revisar el cumplimiento de las leyes, reglamentos y normas que regulan el manejo de combustibles, explosivos y materiales inflamables, y establecer sus violaciones y sanciones a los culpables. Y mejorar los sistemas de alerta y asistencia inmediata para minimizar los daños.

A asignar más recursos para entrenar, equipar y dignificar a los heroicos bomberos y el personal de socorro; y tal vez, sea oportuno convertirlos en entidades nacionales y no municipales, como operan actualmente. A fortalecer la solidaridad de sectores de la comunidad con el apoyo a personas afectadas.

Finalmente, saludos a los líderes políticos, comunitarios, y de fe, y al pueblo en general a apoyar activamente el Telemaratón realizado el pasado domingo, coordinado por la prestigiosa fundación Sur futuro, para recaudar fondos para asistir a las víctimas y a sus familiares; para suplir a los sacrificados bomberos y socorristas, y sensibilizar y educar, para que tragedias como estas no se repitan.

Paz al alma de las víctimas de esta tragedia y fortaleza a sus familiares.  Y gloria eterna y que brille para siempre la luz eterna para la talentosa e infatigable profesora y mi hermana Thelma Camilo Rosa.

** Este artículo puede ser escuchado en audio en el podcast Diario de una Pandemia por William Galván en Spotify.