La lucha por procurarse la comida fundó las sociedades humanas. La mayor revolución de la historia humana hasta la fecha, es la revolución neolítica datada en más de 10.000 años antes de la Era Común (EC). Y sucedió cuando las pequeñas comunidades de homo sapiens descubrieron por el método de la observación a largo plazo, como producir sus necesidades en alimentos. Pasar de la caza, la pesca o la recolección a la agricultura  aparejado a la domesticación de animales fue la más grande revolución de la historia humana.

 

Cuando la producción agrícola y la cría de animales domésticos produjo un excedente (surplus) de productos cada vez más crecientes, se inició la larga lucha por el control de ese excedente o surplus. El control del excedente económico, creó paulatinamente las clases sociales: los que controlaban ese sobrante, que devino en la clase que controlaba la violencia, y los que trabajaban para producir ese sobrante, que no tenían medio de ejercer la violencia social. Junto a esa clase dominante, fueran esclavista, señores feudales o emperadores y nobles, surgieron toda una serie de profesiones como sacerdotes, militares para mantener la seguridad del orden establecido y las conquistas de nuevos territorios y esclavos, y pequeños artesanos que producían instrumentos básicos para la labranza y la defensa.

 

Ahí se inicia la base de todas las demás bifurcaciones de la humanidad, y la explicación de todos los fenómenos tanto económicos, religiosos, y políticos: la luchas de las distintas clases o segmentos de ellas para controlar el sobrante económico. Un excelente divulgador de ese proceso es el libro del profesor israelí Yuval Noah Nariri, Homo Sapiens: de animales a dioses.

 

Por ello, la soberanía alimentaria precedió las demás construcciones ideológicas de las sociedades humanas por los últimos 10 a 12.000 años. Lo cual es una insignificancia si tenemos en cuanto que la extinción de los dinosaurios sucedió hace unos 65 millones de años y la formación de la tierra, según Carl Sagan y otros científicos, se sitúa en unos 4.500 millones de años (más o menos 10%). Poder asegurar los alimentos, el homo sapiens, ha sido la lucha fundamental.

 

En la antigua China se llegaron a construir grandes estructuras de silos para almacenar los granos como en el imperio quechua, mal llamado Inca. En el fértil valle de la Antigua Mesopotamia, entre los ríos Tigris y Éufrates, surgió una gran civilización metalúrgica que dominó el mundo antiguo medio oriental. India, China, Mesopotamia, el Imperio Inca y el Imperio Azteca fueron las grandes civilizaciones antiguas. De las civilizaciones americanas de nuestro continente, como las civilizaciones inca, azteca, o maya, por mencionar las más conocidas, es poco lo que se sabe al ser civilizaciones sin escritura sistemática. Pero ha permanecido hasta nuestros días las grandes construcciones y los magníficos silo de guardar grano en Cusco.

 

Por ello, en el surgimiento y construcción de las modernas naciones basadas en la lengua, el territorio y la comunidad de sentimientos de nación o de religión, su capacidad de autoabastecerse en alimentos y medios de defensa y de vida, ha sido la base de la llamada “soberanía nacional”. Las más antiguas naciones, son relativamente jóvenes. China quizás es la más antigua, junto con India, Turquía, Mongolia y las “pequeñas naciones” europeas como Francia, Inglaterra y España. El auge, estancamiento y caída de esas entidades estatales ha dependido mucho de su capacidad de alimentar y enriquecer su población.

 

Las jóvenes naciones americanas, entre ellas los Estados Unidos, Brasil, México, Argentina, Venezuela y Perú entre otras, no están exentas de esa regla. Es un dato impresionante que la nación que más alimentos produce en el conjunto de la Unión Europea, incluyendo a Gran Bretaña en ese cálculo, es el pequeño país de Holanda o los Países Bajos. El nivel de productividad alimentaria de los Países Bajos es impresionante. Más que Francia, que España, que Italia y la muy poblada relativamente Alemania…En ese sentido queremos dejar unas reflexiones sobre la soberanía nacional dominicana y la seguridad alimentaria.

 

Un país que no produce sus alimentos no tiene nada de soberanía nacional. Los políticos dominicanos se ufanan mucho de que producimos 80 u 85% de nuestras necesidades alimentarias. Sin embargo, la República Dominicana podría producir por la característica geográfica de sus valles, ríos y montañas más del 200% de nuestras necesidades alimentarias, y convertirnos en la mayor potencia alimentaria de la Cuenca del Caribe. Para ello lo primero que hay que hacer es proteger nuestra capacidad actual y futura de producir alimentos. Las políticas neoliberales que nos han impuesto la apertura desigual de nuestro mercado a los grandes productores que subsidian su producción de Estados Unidos o Europa, debe cesar y ser sustituida por un proteccionismo abierto  e inteligente. No podemos dejar nuestras necesidades básicas de productos alimentarios en manos de los importadores locales. Hay que apoyar de todas las formas existentes a los productores nacionales de alimentos, la cría, la silvicultura y la producción agroforestal.

 

Esa es la combinación de Soberanía Nacional y Seguridad Alimentaria que propugnamos como el centro de la política alimentaria de las fuerzas productivas y del Estado dominicano. “Comer es primero”, decía un antiguo adagio político. Pero “comer es primero, comiendo dominicano”. Para ello hay que dedicar recursos económicos, técnicos, financieros y voluntad del Estado y del sector privado para alcanzar esa meta. Propósito que debe ser aún mayor en medio de un mundo revuelto por una pandemia  todavía sin control y un mundo convulso en guerras y redefinición de las áreas de influencia globales. Los dominicanos a pesar de estar tan cerca de Estado Unidos, debemos declarar una neutralidad activa en política internacional, una alianza privilegiada con los países de América Latina y del Caribe, y una cooperación reforzada con países como los BRICS, los países africanos, sin por ello pelear o llegar a confrontaciones con los de América del Norte o de la Unión Europea.