El acelerado desarrollo de las tecnologías de información y comunicación del surgimiento de la denominada sociedad digital, caracterizado por la creciente digitalización de la información que sirven como soporte de la globalización de la información y de la oferta de bienes y servicios que se producen a nivel planetario.

Esta indiscutible transformación de la civilización, que deja atrás el mundo analógico, se considera como un incentivo para los países que fomenten una rápida transformación de todo el tejido socioeconómico como estrategia para no quedar rezagados en términos de competitividad en los diversos intercambios comerciales; pero, además, se entiende como una tarea necesaria repensar y rearticular el modelo educativo a partir del uso intensivo y la dispersión de las nuevas tecnologías, creando así una seducción por las TICs jamás vista en la humanidad por otro tipo de cambio evolutivo.

Indiscutiblemente, mejorar el sistema educativo representa una tarea impostergable de la agenda de política pública del gobierno dominicano; sobre ese particular, se entiende que la simple introducción de las nuevas tecnologías de información y comunicación constituye el factor relevante para mejorar sustancialmente el proceso actual de enseñanza-aprendizaje; y, de alguna manera, ofrecer un valioso apoyo a la comunidad de estudiantes para que puedan alcanzar sus objetivos personales de desarrollo.

A partir de esa lógica conceptual se considera que, al proporcionar acceso a tecnología y recursos en línea, los profesores pueden utilizar una variedad de herramientas y métodos de enseñanza para mejorar la calidad de la educación que se proporciona”[1]. Pero, si bien las TICs constituyen un poderoso sostén, su intensificación y mayor dispersión en los centros educativos no necesariamente se traduce en mayor rendimiento escolar.

A nuestro modo de ver, el problema educativo dominicano no se reduce a una insuficiencia de recursos tecnológicos y, por tanto, el incremento en el acceso a las TICs que se viene impulsando para dotar a cada niño y niña, mediante las donaciones del gobierno, no mejora por sí solo la educación; una razón sobre el particular es que, no existe garantía alguna respecto al uso particular que se le dará en el futuro.

Además, como muy bien ha señalado el profesor Gardner, la transformación de la educación requiere de un proceso de planificación en términos del producto esperado; en tal sentido, expresa que:

Una forma sensata de pensar en la educación es “planificar hacia atrás”: determinar el tipo de persona que a uno le gustaría ver emerger al final de un régimen educativo, por ejemplo, al graduarse de la escuela secundaria. El desafío entonces se convierte en esculpir un enfoque educativo que tenga más probabilidades de lograr esa visión[2].

Y, dentro de esa visión, el sistema educativo debe considerar también los factores cognitivos y culturales de los alumnos, lo cual implica no dejar fuera del proceso de transformación de la educación tanto la percepción del sicólogo como la del biólogo, dado que representan los medios unificadores de una comprensión más acabada sobre cómo la baja comprensión de la lengua y una alimentación deficiente frenan los resultados esperados del entramado educativo.

De acuerdo con Barresi (2017)[3], “uno de los desafíos de la educación es ayudar a que las personas puedan entender el mundo, actuar en él, y estar preparados para el mundo que viene”. Y, resulta evidente que, la simple distribución de medios tecnológicos no asegura ese tipo de objetivos; por tanto, de acuerdo con Perkins (2012)[4], el centro de la educación consiste en que lo aprendido debe ser una base para la acción futura de las personas, con implicaciones claras sobre las consecuencias éticas y la conservación de la cultura.

No debe pensarse la transformación del sistema de educativo bajo la simple premisa de una mayor dispersión de las tecnologías de información; obviamente, eso no significa que no sea un componente útil y necesario; lo cual implica acotar su utilización hacia el rol previamente identificado.

Obviamente, no debemos pasar por alto que existe una demanda creciente de la población por la creación y fomento de un entorno digital; pero alcanzar ese logro no se traduce, necesariamente, en una mejor comprensión sobre cómo aprendemos y la capacidad para replicar lo aprendido. De hecho, el poder seductor de las TICs parece orientarse en sentido contrario a esos objetivos básicos de la educación: a la fecha, lo que se observa es una creciente adicción a las pantallas desde muy temprana edad, con una mayor utilización de tiempo en redes sociales y otros tipos de eventos orientados hacia el ocio. Con una secuela de aislamiento social sedentario, así como la aparición de conductas violentas y depresivas en jóvenes cuando son privados por algunas horas del acceso a sus dispositivos móviles (tabletas, celulares); en ese sentido, la seducción por las TICs no mejora, en sí misma, la educación.

A pesar de su valor social, las TICs no resuelven las dificultades observadas en comprensión de lectura y razonamiento matemático de nuestros alumnos; y hasta existe el riesgo de que el uso intensivo de las TICs interfiera en el correcto desarrollo emocional y la función ejecutiva durante la infancia. Desde ya, se observa que niños de 7-11 se tornan egocéntricos bajo los efectos del poder seductor de las TICs, llegando al menosprecio del valor de la familia y el irrespeto de las creencias particulares de los otros. Existen evidencias sobre los niveles de dependencia sicológica mostrados por el uso intensivo de los teléfonos inteligentes y tabletas, mostrando efectos perjudiciales sobre los estados afectivos de las personas.

Por el contrario, la actividad física y los deportes han mostrado ser un fuerte aliado de la salud y la cognición; de manera particular, Mercola (2018)[5] indica que el ejercicio desencadena factores de crecimiento que crean nuevas neuronas y permiten la plasticidad cerebral, lo que facilita la memoria y el aprendizaje. Evidentemente, estamos consciente que las TICs llegaron para quedarse; y podemos admitir que su utilización práctica puede coadyuvar a un mejor entrenamiento educativo, bajo la premisa de una rigurosa vigilancia para evitar el uso fuera de los límites de su finalidad educativa.

Además, la introducción de las TICs debería apoyarse con otros elementos transformadores del sistema educativo, como sería educar para la comprensión lectora y el razonamiento matemático; no basta con disponer de un extenso stock de información, pues la educación debe corresponderse con la maduración de las estructuras neuroanatómicas del cerebro, dado que existe una interacción entre el proceso de maduración del cerebro y el desarrollo cognitivo.

Por tanto, debe vigilarse que el uso de las TICs no interfiera con la socialización, dado que se trata de un evento potenciador de dicha conexión; en consecuencia, hay que disponer de respuesta sobre la pregunta siguiente: ¿cuáles son las implicaciones cognitivas y conductuales del uso regular de las TICs en el proceso educativo durante la infancia?

[1] Bernard, J. “La digitalización de la educación pública: el mejor regalo de reyes de Luis Abinader a los estudiantes”, www.acento.com.do.

[2] Gardner, H. “The Disciplined Mind”; Simon & Schuster Paperbacks, 2021.

[3]  Barresi, M. “Enseñar y aprender para la comprensión de las disciplinas”2017.

[4] Perkins, D. (octubre de 2012). Qué cosas vale la pena enseñar y aprender hoy Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=Z7XBrvbyza4

[5] Mercola, J. “El factor de la motivación”, 2018.