La Cuarta Revolución Industrial, también llamada Industria 4.0, es una nueva etapa de transformación social y económica, gracias a la penetración de la era digital y de la inteligencia artificial en la vida cotidiana y procesos de producción industrial del mundo.
El riesgo que representa la Cuarta Revolución Industrial es descrito por Klaus Schwab, fundador del Foro Económico Mundial: "Estamos al borde de una revolución tecnológica que modificará fundamentalmente la forma en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos. En su escala, alcance y complejidad, la transformación será distinta a cualquier cosa que el género humano haya experimentado antes". (Klaus Schwab. 2016. “La Cuarta Revolución Industrial”).
El mismo Klaus Schwab también advierte de manera alertante: “Nunca ha habido un momento de mayor Promesa, o mayor Peligro”. Sin embargo, va más allá de la simple advertencia presentando una visión del camino para superar la disyuntiva: “No podemos simplemente contemplar cómo las nuevas tecnologías emergen y cambian nuestro mundo. Debemos dar forma al futuro en el que queremos vivir”.
Cuando todo indica que hay que prepararse “para lo que viene”, la resiliencia podría precisamente servir de puente en el proceso de transición hacia la nueva revolución, considerando que la resiliencia en sí misma es una filosofía que contiene muchas de las principales “competencias blandas” que se requerirán para hacer frente al cambio radical que supone la Cuarta Revolución Industrial o Revolución 4.0.
Según la definición del concepto elaborado por el Instituto Español de Resiliencia, “la resiliencia es la capacidad de afrontar la adversidad, superarla y salir fortalecido”. El término proviene del latín resilios, que significa volver a dar un salto, rebotar y volver a saltar, reanimarse.
Partiendo de esta raíz, “la resiliencia viene a ser la capacidad de los individuos de adaptarse a circunstancias adversas, sin que les afecte en exceso y hacer de ello una enseñanza constructiva saliendo fortalecidos”. ( Morgan Asch, Jesús. 2019).
La resiliencia habrá de tener su espacio en la Cuarta Revolución Industrial. Según el Foro Económico Mundial (2020) las repercusiones que tendrá esta revolución se proyectan con mayores impactos en los siguientes ámbitos: empleos y habilidades; gobernanza ágil; innovación y productividad; fusión de tecnologías; disrupción empresarial; ética e identidad; desigualdad; seguridad y conflicto.
La Cuarta Revolución Industrial afectará el talento humano por causa de factores como la falta de competencias personales y laborales, el estrés, la ansiedad y el agotamiento. Es evidente, por lo tanto, que las empresas deberán emprender nuevos esfuerzos para crear lugares de trabajo positivos y saludables que mitiguen dichos impactos.
La resiliencia genera un sentimiento de pertenencia hacia la empresa que fortalece la cultura organizacional. Para lograr este nivel de cultura, se deben facilitar espacios para la sensibilización y la capacitación, que motiven al colaborador a desarrollar competencias técnicas y competencias blandas.
Los colaboradores deberán también adquirir un amplio dominio las competencias blandas que los ayudarán a sobrevivir en un mercado laboral. Entre ellas, figuran como las más importantes la resolución de problemas, el pensamiento crítico, la inteligencia emocional y la creatividad, además del hábito de aprendizaje permanente o aprendizaje a lo largo de toda la vida.
La resiliencia puede ayudar a las personas y a las empresas para afrontar los retos que se plantean con la Cuarta Revolución Industrial. Se han encontrado correlaciones positivas entre la resiliencia y el compromiso del trabajador lo cual hace suponer que la resiliencia, en sí misma, puede proteger y fortalecer la fuerza laboral.
El tiempo de trabajar en el desarrollo de la resiliencia ya llegó. ¡Que se enteren de su presencia las escuelas, las empresas, las universidades y en las instituciones de formación técnico profesional!