En la pasada semana se confirmaron dos hechos políticos que hasta entonces se mantenían en la esfera de lo virtual, de lo potencial: la repostulación del presidente Luis Abinader para optar por su reelección y la alianza FP-PLD. El primero adquiere una realidad irreversible y el segundo, a pesar de ser anunciado por altas autoridades de esas dos colectividades, no ha llegado a ese punto de irreversibilidad del primero. Tendrá que transitar un complicado e incierto camino, unos ajustes de candidaturas y unas dificultades para elaborar un discurso común nada fácil. Falta confirmar ahora, además, cuáles serían las tácticas del presidente/candidato, como de las fuerzas que se reagrupan para ganarse el voto más allá de sus militancias.

En lo que respecta a la repostulación, esta se esperaba por varias razones, entre otras, porque con el establecimiento constitucional de la ley que permite la reelección presidencial por dos períodos consecutivos sin derecho a un tercero, de hecho, sitúa este país entre aquellos en que la reelección es casi automática. A eso conduce el espíritu de esa ley. Y más aún, en este caso, porque el primero de un eventual segundo mandato del PRM se ha visto ostensiblemente limitado en su pleno ejercicio, por una pandemia que no ha terminado del todo. Esto imprime una inobjetable razón política… y hasta moral a Luis Abinader para buscar su repostulación. Pero por esa última razón, precisamente, son válidos algunos reparos.

El evento en que los dirigentes de las llamadas centrales sindicales hicieron público su apoyo a la repostulación, y el video en que un trabajador de una empresa extranjera se expresa en igual sentido, además de innecesarios, constituyen una reiteración de una mala práctica de la cultura política dominicana, ésa de sumar adhesiones de individuos o colectivos política y/o socialmente cuestionables.  Además, independientemente del significado de esos llamados dirigentes sindicales, cuando a los sindicatos los reducen a meros instrumentos de un gobierno, termina su rol de defensores de los trabajadores y se pervierte el carácter democrático de ese gobierno. Sin independencia, los trabajadores no pueden defender sus derechos.

Por otro lado, tampoco era necesario la amplitud e intensidad del gasto en propaganda directa o indirecta, orientada hacia el anuncio de una repostulación esencialmente legítima e inevitable. Son estos, aspectos de una táctica desacertada. Hasta el momento, las perspectivas que tiene la reelección de Abinader son bastante amplias, pero faltan 9 meses para las elecciones y el tiempo en política no es lineal ni sólo se mide en términos de cantidad. Las contingencias pueden multiplicar o reducir drásticamente la incidencia del factor tiempo: un día puede significar semanas o meses y por consiguiente, la consolidación de esas perspectivas dependerá de cómo y cuáles voluntades articule.

De eso depende, igualmente, el significado de una reelección de cara al futuro del país y para ello el presidente/candidato y su partido tienen que tejer una alianza, no sólo electoral sino en perspectiva de gobierno, cuyas propuestas en términos de contenido y de quienes la configuren sean totalmente diferente a la de sus adversarios políticos. Por consiguiente, la pertinencia del proyecto reeleccionista se justificaría por ese tipo de alianza y por la integración de un Congreso y unos municipios con un número significativo elegidos, cuya solvencia ética y política haga posible sacar esas instituciones, sobre todo el Congreso, de su condición de rémoras político/sociales para el país.

La alianza FP/PLD, a pesar de ser demanda por sus militantes, de ser lógica y natural (no contra natura), constituye una rara suma-resta-suma. Suma/unifica el cuerpo electoral de ambas colectividades, pero resta a uno de ellos, al FP, la posibilidad constituirse en un partido que no carga directamente las indecorosas acciones de los dos últimos gobiernos del PLD. Algunos ministros de esos gobiernos están hoy en la cárcel, un fardo que ahora cargaría también el FP de hacerse efectiva la alianza. Además, a la alta tasa de rechazo de Leonel se le sumaría la de un Danilo/PLD principales responsables de esas acciones y que, políticamente, nada tienen que perder. Por tanto, la derrota de esa confluencia significaría el inicio del deterioro sin retorno del FP y su presidente.

La última carta del PLD/Danilo es mancornarse desesperadamente con el FP, pero las últimas cartas jugadas por Danilo han sido funestas. La unión electoral de esos dos partidos simplifica el combate propagandístico del PRM, pues los dos pájaros estarían en el mismo palo. Pero al faltar mucho tiempo para las elecciones, unidos el FP-PLD aprovecharían mejor eventuales errores del PRM. No obstante, hasta el momento, el intento de alianzas causa poco o ningún entusiasmo, aparte del cuerpo electoral de esos partidos, porque sólo pueden ofrecer el ominoso pasado de corrupción de sus anteriores gobiernos. Una debilidad y un factor que galvanizaría las fuerzas que encabecen la lucha contra esa eventual alianza por el pasado.

Estos son los elementos más salientes del momento, las próximas encuestas serias irán dando pistas sobre cómo se desarrollará el proceso y definirán los alcances de la táctica contra esa una eventual alianza, que nos pondría nuevamente ante una coyuntura que obliga asumir la ética de la responsabilidad (unidad contra el retroceso) o la ética de los principios (quedarse fuera en nombre de una presunta pureza).