Al celebrarse hoy en República Dominicana el Día del Padre, me acercaré a la paternidad psicológica, también llamada emocional, social o espiritual. La que trata de la relación entre un niño, niña o adolescente y un adulto, ya sea un familiar cercano o un amigo; basada en la confianza, el cuidado y el afecto mutuo. En esta relación, al menor le satisfacen necesidades de vivienda, alimentos, ropa, medicina; lo aceptan, respetan y cuidan; le enseñan valores sociales y normas familiares; al imitar comportamientos y actitudes de sus padres espirituales.
La paternidad psicológica se fundamenta en que el adulto quiere ser padre; y no en el aporte genético, tampoco en vínculos adoptivos legales; cada día alcanza mayor importancia en el mundo. Por ejemplo, en algunos estados de Estados Unidos de América reconocen explícitamente los padres sicológicos y los derechos y responsabilidades asociados, llamándolos "terceros padres" o "padres de hecho". Igualmente, en países como Inglaterra y Canadá, en Argentina, Colombia y Perú; y en República Dominicana, nuestra Suprema Corte de Justicia estableció mediante sentencia en 2023 que esta paternidad emocional puede prevalecer sobre lo biológico; es decir, que la prueba de ADN no es el único determinante del parentesco.
Expertos psicólogos como Daniel Kahneman, Sibony y Sunstein, en su libro “Ruido”, afirman que las personas valoran y necesitan las interacciones cara a cara; quieren que un ser humano real escuche sus preocupaciones y quejas y sea capaz de mejorar las cosas; y que los valores morales evolucionan continuamente.
En tal sentido, les pondré el caso de mi familia, no acostumbro hablar en primera persona, pero creo que este testimonio puede ser útil; para entender cómo cambian estas relaciones sociales. En los años cuarenta, mi abuelo paterno Alejo Galván Parra emigró de Bohechío, en San Juan, a Las Terrenas en Samaná; y allá se llevó y amparó a decenas de compueblanos.
Tuvo 23 hijos, y declaró uno de otro padre. Por su parte, Amado Galván Piña, su hijo mayor y mi padre, asumió la paternidad de siete hermanos y hasta declaró tres de ellos, junto a diez que procreó. Por lo que tengo tíos con nombres diferentes por declararlos su padre y su hermano. Luego, mi tío Máximo Galván de León, procreó y declaró dos hijos, pero tuvo decenas de hijos espirituales, incluyéndome a mí. Fue mi tercer padre. Por tales razones, mi abuelo, mi padre y mi tío, practicaron la paternidad psicológica, y a casi todos sus hijos, le enseñaron a trabajar, y les abrieron oportunidades comerciales y educativas.
Los estudios y evidencias indican la necesidad y los beneficios que ofrece la paternidad psicológica o espiritual, por lo que se debe regular y promover mediante leyes, especialmente en sociedades como la dominicana donde hay tantos menores desamparados.
** Este artículo puede ser escuchado en audio en Spotify en el podcast Diario de una Pandemia por William Galván.