Muchas personas asumen que poseen las “nuevas inteligencias” que van surgiendo sin importarle el dar pruebas de ello. Otras simplemente las incorporan a su filosofía de vida dejando a un lado la teatralidad y las simulaciones.

La “inteligencia de la paciencia”, en inglés Patience Intelligence (PI) está al alcance de unas y otras, expresada como una manifestación de tolerancia, prudencia y empatía en las relaciones interpersonales públicas y privadas, y como control de las emociones propias y ajenas.

La paciencia inteligente aparece también como muestra de la calidad de la atención al otro. Son muchas las expresiones para ponderar su influencia en las relaciones cotidianas. ¡Gracias por tener la paciencia de escucharme, de esperarme, de cederme el paso, de escuchar mi verdad!

Son actos y enlaces personales y sociales portadores de humanidad e inteligencia, sobre todo, cuando nacen de una decisión voluntaria y ponderada.

No hace falta ver la Patience Intelligence (PI) solamente como una virtud que no siempre toca a todos.  Es una capacidad que genera conocimiento y control de las emociones y actos personales y sociales  de posible aprendizaje y puesta  en práctica individual y comunitariamente.

No es exagerado considerar también que esta capacidad resulta indispensable en la educación, la ciencia, la vida familiar, los negocios, el tránsito, la política y las religiones, así como  en la prevención del estrés, los conflictos y la violencia.

Algunas investigaciones han llegado a la conclusión de que las personas pacientes ostentan conductas más prosociales, como la empatía, y son más propensas a demostrar generosidad y compasión.

En cambio, las personas impacientes, hostiles e irritables son más propensas a la conflictividad y a padecer estrés, ansiedad y otros efectos dañinos para la salud física y mental.

La paciencia inteligente es un rasgo de la personalidad prudente. No es sinónimo de conformismo o derrota. Apunta hacia una determinación especial de conseguir las metas más allá  de las  adversidades.

La paciencia inteligente es considerada también una virtud. El Papa Francisco la concibe como una “virtud cotidiana”. La virtud que llega cuando uno “está en camino”, no de quien está “detenido” o “cerrado”.

Significa “llevar consigo” y no encomendar a otro que lleve el problema, que lleve la dificultad: La llevo yo, ésta es mi dificultad, es mi problema. Que, sin embargo, permanece visible a los ojos de los demás a través la solidaridad, la compasión y la justicia.

La paciencia –seguirá diciendo el Papa Francisco- no es resignación. Es la sabiduría de saber dialogar con los límites. “Hay tantos límites en la vida, pero el impaciente no los quiere ver, los ignora porque no sabe dialogar con los límites”. (Homilía del Papa en Santa Marta. Vatican News, 2 febrero 2018).

Saber y desear “dialogar con los límites” es una práctica de la paciencia inteligente que impacta también los momentos de la democracia. A sabiendas de que ser solo paciente pasivo conduce a la inercia y ser sólo impaciente conduce al arrebato, debiendo balancear la paciencia y la impaciencia para que ni la una ni la otra terminen siendo destinos ciudadanos.

¡Reflexionarlo e impulsarlo es la mejor expresión de la paciencia de los inteligentes!