De cara a las próximas elecciones municipales y nacionales las ciudades del país se han convertido en galerías de candidatos osados. Para cedacearlos conviene recordar lo que expresa la politóloga belga Chantal Mouffe (1993), en su libro el ´Retorno de lo político´ cuando declara que “muchos pensadores liberales afirman que para garantizar la fidelidad a las instituciones democráticas es indispensable suministrarles inteligibilidad”.
Equivale a decir que la política debe ser “pensada”, que hay dotarla de inteligencia y que requiere de personas “que tengan la cabeza bien puesta”. Tristemente, encontramos muchos políticos, y aquí también los hay, que consideran el éxito político como el resultado de una astucia malsana y engañosa.
Esta disonancia es perfilada por Daniel Innerarity (2018), en su libro ´Comprender la democracia´ donde afirma “que hay un claro desajuste entre la competencia real de la gente y las expectativas de competencia política que se dirigen a la ciudadanía de una sociedad democrática que exigen capacidad de gestionar la complejidad social.
Así, alcanzar la inteligibilidad (que no es un déficit meramente cognitivo e individual, sino democrático y colectivo) es posible a través de la “adquisición de competencia política para mejorar el conocimiento individual”.
En este sentido. el profesor Innerarity hace un llamado a “mejorar la infraestructura cognitiva del gobierno sin sacrificar el principio de igualdad democrática (…) las democracias son los sistemas políticos más inteligentes, pero son también los que requieren desarrollar más inteligencia colectiva” (pág. 339).
El autor también destacará que “la democracia no es solo el menos malo de los regímenes, como suele afirmarse, sino también el menos estúpido” (pág. 357), totalmente apto para considerar el desconocimiento y la ignorancia como recursos útiles que retroalimentan el sistema a partir de las revisiones, dudas y críticas.
Los que apuestan a una actividad política anarquizada solo logran impulsar a los ignorantes al poder. El filósofo español Emilio Lledó afirma que “es terrible que un ignorante con poder político y repleto de ignorancia determine nuestras vidas. La ignorancia individual es inocente, pero un ignorante con poder es catastrófico para una sociedad.
Hay “osadías e ignorancias políticas” diferentes: inocentes, culpables y contumaces o insalvables. Los ignorantes sin culpa son los que nunca tuvieron una oportunidad para aprender. Los contumaces son los que se mantienen porfiadamente en el error, porque ignoran que son ignorantes.
Es un hecho que la ignorancia es muy atrevida, lo que la hace más peligrosa. La teoría de “la osadía de la ignorancia” se conoce como “Efecto Dunning-Kruger”, que fue descrito por los psicólogos David Dunning y Justin Kruger en 1999.
Según dicha teoría, los ignorantes son incapaces de reconocer su extrema insuficiencia, tienden a creer que son mejores de lo que son y, además, no reconocen la sabiduría de otros. Como ellos mismos creen que ejercen su trabajo de forma óptima no pueden darse cuenta de que existen mejores formas de hacerlo.
El remedio: llevar la educación política todos los rincones comenzando por las escuelas. Así lo visualizó el escritor y estadista argentino Domingo Faustino Sarmiento: “¡Escuelas! Nada más que escuelas. Necesitamos hacer de toda la república una escuela. Las escuelas son la democracia”.