¿Ustedes no se sienten cansados de que se debatan siempre los mismos temas, se den vistosos picazos de obras que no se construirán o se inauguren obras que quedarán inconclusas, se siga esfumando el dinero de los contribuyentes, se depreden de manera recurrente los mismos recursos naturales y se sigan destruyendo bienes ambientales que pertenecen a todos los dominicanos?
¿Nos podemos dar el lujo de construir obras y dejarlas literalmente pudrirse al igual de lo que ocurre con bienes comprados por el Estado?
Hay reiteraciones que dan tiriquitos, porque demuestran que nos quieren hacer creer lo que es y lo que no es, lo que al final de la jornada nos transforma en incrédulos. Nos hacen sentir burlados y manipulados cuando resurgen en la palestra.
Me salta a la mente la “más moderna y espaciosa” Unidad de Quemados
del Hospital infantil Robert Reid Cabral, prevista con un financiamiento de un millón de dólares del gobierno taiwanés cuando se dio el primer picazo bajo los auspicios de la entonces primera dama Margarita Cedeño.
Catorce años después este centro está todavía inconcluso. Las malezas y los arbustos han crecido dentro de la construcción, visitados solo por las ratas mientras el Gran Santo Domingo no tiene aún una unidad de quemados capaz de ofrecer tratamientos modernos. Aquí la dejadez cobra vida a pesar de la gran cantidad de niños quemados que no pueden ser atendidos en un lugar digno.
La Nueva Victoria, cuya inversión superó los 4500 millones de pesos, está en proceso de deterioro acelerado luego de su sonada inauguración hace más de dos años. Hasta la fecha ni un solo interno ha sido trasladado hacia este recinto catalogado como el “más grande y moderno del país”. En este caso también la desidia está presente.
No pueden dejar insensible a quienes ganan su sustento con el sudor de su frente las imágenes de los miles de uniformes, zapatos y útiles escolares deteriorados, inservibles, presentadas por el Inabie, por un valor de 64 millones de pesos, cuando tantos niños, niñas y adolescentes andan con harapos y chancletas en las calles de nuestro país.
Otras tantas barbaridades atentan contra otros tipos de bienes comunes como lo son nuestras riquezas naturales. Durante décadas, las Dunas de Baní, o Reserva Científica Félix S. Ducoudray, han sido víctimas de excavaciones constantes para saquear sus montañas de arena blanca asentadas durante procesos milenarios.
De la misma manera, las noticias periódicas acerca del saqueo de nuestros ríos por las granceras y la impunidad de los infractores quitan fe en las promesas de “nunca más” que siempre se producen después de denuncias que provocan alborotos.
Este breve recuento es una lista no exhaustiva de mentiras, intencionales o no, que son el pan nuestro de cada día y que son consideradas por la Iglesia católica como parte de las pandemias que nos afectan. Este sistema acaba por poner chivo a cualquiera, por más crédulo que sea. La experiencia nos dice que detrás de las más bellas palabras se puede encubrir cualquier culebrón.