Todo acto de comunicación procura que una determinada idea sea aceptada y/o asumida. En la publicidad se busca crear necesidades que un determinado grupo de persona no requiere con tal de vender un producto o servicio. En la política, vender la bonhomía de un candidato para llegar o mantenerse en el poder, cómo denigrar al contrario, es una práctica continua.
En ese último ámbito se acudía a aquellos discursos llenos de beneficencias para todos, pero alertando sobre las maleficencias del candidato opositor, buscando con ello ganarse el favor de los votantes. Todavía queda algo de eso, solo que los mítines de campaña pasaron de moda y toda actividad política de campaña se hace principalmente a través de las redes.
Dos estrategias de comunicación hoy son las preferidas, la primera, la compra de voces que se pasarán el día entero si fuera necesario, ponderando los planes y realizaciones de determinado candidato y por supuesto, negando las bondades del otro; la otra, un negocio más reciente, el de la desinformación y manipulación a través de las redes.
Dos conceptos que de entrada entran en contradicción con cualquier principio ético con la consecuente pérdida de la credibilidad del llamado periodismo informativo. El tema no es nuevo, aunque sí el contexto “socio profesional y tecnológico”, que permite “una difusión masiva y rápida de contenidos falsos”, como señalan algunos investigadores.[1]
Acudimos a una transformación no muy grata del periodismo que, de ser principalmente de información, como de investigación y verificación, ha ido pasando gradualmente al de desinformación y manipulación. Basta con encender la radio o la televisión, o conectarse a través de las redes para que de inmediato nos encontremos con ello.
En la página de ECOAR[2] aparece un breve artículo fechado 24 de febrero, 2021, con el título “El negocio de la manipulación en las redes” donde se señala en su primer párrafo lo siguiente:
“En 2018, un escándalo relacionado con la filtración de datos personales de usuarios de Facebook a la empresa Cambridge Analytica puso en evidencia el peligro que suponen las empresas dedicadas a la minería de datos y el abuso de las redes sociales como herramientas de manipulación política. Tres años después, un estudio del Oxford Internet Institute2 del 13 de enero vuelve a demostrar que el boyante negocio de la desinformación y la manipulación ha llegado para quedarse”.
La línea de negocio es de lo más variada, desde aquella que convierte las mentiras en verdades, como las que se dedican a “borrar de las redes todo tipo de informaciones dañinas para sus clientes”, como la de “emitir propaganda en contextos electorales” de tipos no muy santas.
En dicho informe se llega a hablar de la “creación de tropas cibernéticas que ahogan otras voces en las redes sociales”, compuestas por “voluntarixs, grupos juveniles y organizaciones de la sociedad civil que apoyan estas ideologías”. Se dice que estas empresas, como la española Eliminalia, ha jugado su rol en Colombia, República Dominicana y Ecuador.
El negocio no duda en generar graves amenazas a los procesos democráticos que viven nuestros países, como a la democracia misma. A propósito del tema, resulta muy interesante el Capítulo 4 Aluviones de falsedades del libro “El ocaso de la democracia. La seducción del autoritarismo”[3] de la periodista Anne Applebaum ganadora del Premio Pulitzer.
En el primer párrafo de dicho capítulo señala: “El cambio político –las alteraciones de la opinión pública, las modificaciones bruscas del sentimiento de la ciudadanía, el desplome de la lealtad de partido- ha constituido durante mucho tiempo un tema de gran interés para académicos e intelectuales”.
Reconociendo los grandes y abruptos cambios que se van conformando en el mundo en el ámbito socioeconómico, también los reconoce en el ámbito de la política y su discurso moderno y, de esa manera, la forma cómo se entiende, piensa, se lee y se oye hablar de la política, también ha cambiado.
Hoy la “venta” de una candidatura puede abstraerse del discurso ideológico que señala razones y ofrece soluciones, pues basta con el desarrollo de estrategias de comunicación que venda rostros que encajen y sean potables para un determinado electorado, que en el caso de nuestro es, principalmente, juvenil: 27% del electorado se sitúa entre 18 y 30 años.
En este mundo de redes con sus mensajes cortos y en que todo es posible y es verdad, la oferta ideológica carece de sentido, pero sí la construcción de identidades que compren con facilidad lo que se les ofrece a través de ella.
La periodista galardonada menciona una empresa con sede en Madrid dedicada al análisis de datos que aparecen en las redes, conocida como Alto Analytics; así mismo del Instituto para el Diálogo Estratégico, de origen británico que se dedica a rastrear el extremismo en línea.
En el último caso, dice Applebaum, “descubrió una red de casi tres mil usuarios con una actividad anormalmente alta que en el año anterior habían publicado casi 4,5 millones de mensajes pro-Vox y anti-islámicos en Twitter”, para a seguidas señalar: aunque su origen no es claro, “se creó para atacar al Gobierno de Maduro”, y luego “centrarse en fomentar el miedo a la inmigración e incrementando de manera gradual su intensidad emocional”. No estamos hablando de unos simples “influencers”.
Definitivamente que George Orwell fue ingenioso al escribir la novela 1984 a finales de los años 40.
Tres preguntas me vienen a la mente en el momento que termino la entrega de esta semana: ¿Cómo preservarse de tales manipulaciones y dejar de ser reces narigoneadas para propósitos tan perversos? ¿De qué nos servirán los principios éticos para enfrentar con éxito una actividad millonaria y con tantos adeptos sirviéndose de ella? ¿Qué hacer para desarrollar en la juventud una actitud crítica y propositiva de nuevas maneras de pensar y actuar?
[1] Ver Desinformación, manipulación y credibilidad periodísticas: una perspectiva histórica | Documentos – Universidad Complutense de Madrid (ucm.es)
[2] EL NEGOCIO DE LA MANIPULACIÓN EN LAS REDES – EN ACCIÓN))) (ecoarglobal.org)
[3] Applebaum, A. (2020). El ocaso de la democracia. La seducción del autoritarismo. Penguin Random House Grupo Editorial, S. A. U. Barcelona.