Mi hermana me dio luz verde,

que debía seguir con el viaje,

que todo había sido arreglado

y nuestra madre iba a recibir

el mejor tratamiento, que

no habia más que hacer

salvo rezar por sus doctores

y enfermeros, que ellos

sabrían llevarla

poco a poco en el camino

hacia la salvación, y yo

en Santiago de Compostela,

en el campo de luces, ante

la tumba y el fumarol

y la misa del mediodía,

de rodillas sobre los adoquines.