Hace más de cuarenta años recibí la lección más importante de periodismo en mi vida. Me iniciaba como corresponsal de Noti-Tiempo y Héctor Rafael Peña (Morocho) me dijo:” Nunca tenga miedo, miedo deben tener quienes te vean con la libreta, el lápiz y la grabadora”.

Ninguna de la media docena de certezas, de lecciones fundamentales que he ido adquiriendo con el tiempo superan esas palabras que un diestro en la redacción dirigió a un aprendiz de periodismo. “Cuando lleves una libreta y un bolígrafo en la mano, quien debe tenerte miedo es el alcalde de la ciudad, el policía o el funcionario o empresario a ti”. Todo el periodismo, su fuerza, su honradez, hasta sus épicas resumen en esas magníficas palabras. Ha pasado el tiempo y los instrumentos han cambiado; pero sigue teniendo validez.

Héctor Rafael Peña me dio otra lección, fue el único comunicador social que le renunció al periódico más viejo y prestigioso en el país, tras Francisco Marranzini, subdirector del periódico en cuestión, intentar desfigurar una declaración exclusiva dada por el doctor José Francisco Peña Gómez, en respuesta a la declaración de los órganos castrense en abril de 1978.

Miedo es la palabra. No hay otra. O. al menos, no la conozco. Miedo del ”ex jefe matón de los estudiantes”, porque en vida se especializó en asesinar estudiantes, como lo hizo con el inolvidable dirigente estudiantil William Mieses en San Francisco de Macorís y con los estudiantes del Liceo Juan Pablo Duarte tres años después, cuando hicieron un acto con motivo del tercer aniversario del ametrallamiento en la UASD, y él ordenó bombardear el liceo con gases lacrimógenos, falleciendo el joven estudiante Miranda, asfixiado con los gases y cerca de una docena de estudiantes resultaron heridos graves”. (Castro Ventura, Santiago, Acento 26/7/2023).

Esa es la real persecución contra Santiago Castro Ventura. No me vengan con el cuento que es una ficha roja, de un apresamiento en 1972. La verdadera explicación a su apresamiento y persecución la da Santiago Castro Ventura en un artículo que escribió el 4 de abril de 2022 publicado en Acento, a propósito del cincuentenario aniversario del ametrallamiento y ocupación policial de la UASD, en una fecha similar para 1972.

Ese argumento de que Santiago Castro Ventura era un prófugo, clasificado en rojo en la computadora (software) no hay manera de sustentarlo; pues hay miles de dominicanos que tuvieron fichas en los gobiernos tiránicos de Trujillo-Balaguer y no son requeridos por la policía.

El recorrido que realizaron con Castro Ventura por los destacamentos policiales de Gazcue, San Carlos, el Palacio de la Policía, para luego depositarlo en San Carlos, es temerario y sospechoso, una persona con 74 años.

En un mundo como este, donde las ingenuidades y las simplezas a menudo son barajadas por los canallas, como instrumentos, y creídas por los tontos útiles que ofician de ganado lanar y carne de cañón, ese es el único freno real. El miedo. El miedo del poderoso a perder la influencia, el privilegio. Miedo a perder la impunidad.

La Policía Nacional, al verse enfrentada públicamente a sus contradicciones, a sus manejos, a sus ambiciones, a sus incumplimientos, a sus mentiras, a sus delitos, recurren a las acciones temerarias y represivas. Es el miedo a un periodismo apegado a la verdad histórica; sin mediastinta.

Esa es, y será siempre, la verdadera épica del periodismo y de quienes así lo practican: pelear por la verdad, la independencia y la libertad de información, pagando el precio del riesgo, en batallas que pueden perderse, pero que también se pueden ganar. Hacer posible lo que Héctor Rafael Peña subrayaba: que el alcalde, los policías matones, el político corrupto, el financiero, el obispo, el poderoso, cuando un periodista se presente antes ellos con la libreta, el bolígrafo, la cámara, el micrófono o la herramienta que el futuro depare, sigan sintiendo el miedo a la verdad y al periodismo que la defiende.