Movido por mi vocación humanística, que es la misma que me llevó a estudiar en la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, casi siempre vivo la vida provocando a los estudiantes para ponerlos a prueba y conocer cuán profundo es su conocimiento del idioma, la historia, la geografía y la política. He tenido el privilegio de ejercer la docencia por casi cincuenta años. Y es posible que me encuentre entre los académicos del país que más han participado en eventos universitarios: sociales, ambientales y culturales.
Me he relacionado con estudiantes universitarios de todas las universidades del país, sin importar la categoría académica o clase social a la que pertenezcan; y he comprobado que la inmensa mayoría de ellos no conoce su propia historia. Los que más conocimiento de historia demuestran son aquellos que provienen de los viejos centros educativos tradicionales y los egresados de los politécnicos.
La mayoría de los bachilleres desconoce los principales hechos políticos e históricos ocurridos en el país durante el pasado siglo XX y no reflejan un mínimo de conocimiento adquirido en la narrativa oral del hogar sobre acontecimientos importantes de la vida política y social de su nación. Tampoco demuestran haberlo adquirido en los libros de texto ni en el aula de docencia. Sin embargo, muchos de ellos expresan haber aprendido en la UASD lo poco o mucho de historia que conocen. Esto demuestra que Roberto Cassá, Hugo Tolentino Dipp, Franklin Franco y otros maestros, que aplicaron el nuevo método o forma de la enseñanza de la historia, estaban en lo correcto.
Nuestras aulas en las universidades están llenas de estudiantes que no son capaces de narrar ni de describir un sólo hecho político ocurrido en el pasado siglo. Esto no sólo se manifiesta en el área de la historia, sino que lo podemos encontrar en un curso numeroso, que nadie pueda realizar una simple operación aritmética para explicar cuánto representa, en términos de porcentaje, la obtención de 18 puntos de un examen que tiene el valor total de 20, cuando esto es una simple regla de tres.
Podemos encontrarnos, y ha pasado, con la absurda expresión de una alumna que cree que fue Trujillo quien le dio el golpe de Estado al profesor Juan Bosch.
La historia, en su narración y análisis de los hechos históricos y políticos de los pueblos, va sembrando –en nuestros pequeños– el sentimiento patriótico y la admiración por sus héroes. Esto implica la asunción de valores y el amor por la patria desde la niñez. Esto nos lleva, necesariamente, a defender la patria y a resistir por ella, asumiendo el sacrificio y los grandes desafíos que encontramos en el camino, en la lucha de los hombres y las mujeres de nuestras naciones, por el bien común y la justicia social.
No podrá haber ciudadanía, sin conocer la historia y asumir los valores cívicos y los principios que nos dejaron –como legado– nuestros héroes y mártires.