El debate sobre la fusión del Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología y el Ministerio de Educación de la República Dominicana está abierto. Hay posturas totalmente en contra; otras, la consideran posible, si se tienen en cuenta aspectos que son irrenunciables; otros, mantienen dudas que consideran razonables. Así de interesante está el debate. Este momento evidencia una expresión de pluralidad de visión, de concepciones y de posiciones frente a un anuncio del presidente de la República. Esta diversidad de aportes le confiere al debate mayor interés y mejores posibilidades para iluminar las decisiones que concretarán la fusión de los ministerios.
La fusión de los ministerios, desde nuestra perspectiva, es una oportunidad y un desafío de alto nivel, para el gobierno y para la sociedad. Es una oportunidad, por varias razones. Una de estas razones se relaciona con la necesidad de focalizar la diversidad de dimensiones que son convergentes entre los dos ministerios. Es una de las primeras tareas que se debe realizar, la identificación de aquellos aspectos que son comunes y que requieren ser focalizados en una misma dirección. Si esto se produce, la cualificación de los procesos y de los resultados será mayor. De no hacerlo, se produce dispersión de esfuerzos y de recursos; y los resultados serán precarios.
Es oportunidad, también, porque se abre la posibilidad de identificar las fortalezas de ambos ministerios para maximizar las respuestas a los problemas que tiene la educación dominicana actualmente. Ningún ministerio parte de cero. Habrá fortalezas, aunque sean mínimas y, si estas se articulan, pueden ofrecer un impulso mayor a un trabajo más articulado y menos disgregado. Esta fusión puede contribuir a un trabajo que enseñe a pensar y a decidir juntos; y en una misma dirección. Los dos ministerios comparten contextos, sujetos, problemas, necesidades, demandas y desafíos. Esto se produce a pesar de que tienen sus especificidades. Pero, es más lo que los une que lo que los distancia.
De igual manera, es una oportunidad, porque se le puede dar un seguimiento con más rigor a cinco irrenunciables. El primer irrenunciable es la calidad de la educación en pregrado y en educación superior. Si la fusión implica erosionar en un centímetro la calidad, nadie debe apoyarla, hay que desterrarla. La calidad de la educación globalmente considerada nadie debe sacrificarla. Por ello, la fusión ha de implicar mayor cuidado y profundización de la calidad humana, académica, científica y socioeducativa. La calidad, con la fusión, debe avanzar del discurso a la realidad. Hay demasiado discurso y simulación con la calidad de la educación. A este concierto hay que ponerle fin.
El segundo irrenunciable es la evaluación de desempeño como cultura y con las consecuencias debidas. El sistema educativo no puede concebirse como un depósito de todos los compañeros de partido que necesitan asegurar la sostenibilidad económica o de aquellos a los que se les quiere pagar el trabajo que hicieron en la campaña. No. El sistema educativo ha de responder a una política integral de calidad y de eficiencia. Por esto, la evaluación de desempeño no puede depender de si a las asociaciones de maestros y de técnicos les place o no les place. La fusión ha de instaurarse sin el miedo y sin la precaución dañina que muestran los ministerios. Se ha de tener la valentía de separar del sistema educativo a los que no responden a los requerimientos mínimos. Debe proporcionárseles otro tipo de oportunidad, pero no se deben mantener dentro del sistema educativo.
El tercer irrenunciable es respeto y vigilancia al 4 %. Este porcentaje no se debe tocar. Por el contrario, se debe aumentar y utilizarse para lo que se concibió. Para que esto sea así, la sociedad no puede colocarse en las nubes. Tiene que estar en tierra y muy atenta. Se necesita una vigilancia especial y una mayor capacidad de respuesta al abuso de poder que se pueda cometer con este porcentaje. El 4 % es fruto de una lucha pensada, organizada y desarrollada por amplios sectores de la sociedad comprometidos con el desarrollo y la calidad de la educación, identificados con el bienestar integral del pueblo dominicano. Por tanto, la veeduría que demanda este irrenunciable ha de ser creativa y consistente.
El cuarto irrenunciable es la eliminación de la cultura clientelar. Los ministerios del país, se caracterizan por el clientelismo político. Esto forma parte de la débil institucionalidad que se evidencia en el Estado y en la sociedad dominicana en general. La fusión no eliminará esta cultura, pero puede reducir sus componentes y sus efectos. El clientelismo partidista hay que erradicarlo; hay que controlar la hegemonía del partido que gana las elecciones. Para ello hemos de fortalecer la institucionalidad, hemos de denunciar y buscar formas de ponerle freno a que se llenen los ministerios de personas que, más que avanzar, hacen retroceder. No se pueden premiar con un cargo a personas sin las competencias necesarias para ejercerlo.
El quinto irrenunciable es una fusión vertebrada por la ética. La sociedad dominicana está cansada de corrupción, de trabajo marcado por la discrecionalidad y la falta de transparencia. Solo se debe apoyar una fusión que garantice trayectoria ética en todos los órdenes. Si la ética direcciona los procesos, las decisiones y los resultados, se fortalece la institucionalidad y se garantiza un avance coherente con las necesidades de la educación dominicana. Si la fusión se caracteriza por acciones y decisiones éticas, no hay que temer, no hay que sentirse inseguros.
La fusión es un desafío para el gobierno dominicano y para la sociedad. Ambos tienen que demostrar que creen en la educación de calidad integral con equidad y que están decididos a defenderla. La defensa se tiene que notar en la práctica; en la cotidianidad de las aulas, de las instituciones educativas y de la educación ciudadana. Este desafío requiere una gestión inteligente de la fusión. Demanda, también, un conocimiento integral de la educación de pregrado y de la educación superior. Requiere pensamiento y visión estratégicos para que la fusión sea creíble, orgánica y eficiente. La fusión ha de concebirse en perspectiva procesual, participativa y modernizante. Sobre todo, ha de ser justa e inclusiva.