Muchos países no han logrado todavía medir con precisión el impacto cuantitativo y cualitativo de la pandemia del coronavirus en sus escuelas, colegios y universidades. Otros, sin embargo, han creado organismos operativos para el estudio profundo de los deterioros resultantes y para  tomar las decisiones adecuadas para reparar las pérdidas y asumir las previsiones futuras.

En esta tarea resulta útil e inteligente aprender de otros. Así, una de las experiencias que puede resultar de interés replicable es el proyecto  internacional: “La escuela que viene. Reflexión para la acción”, auspiciado  por la Fundación Santillana, institución que impulsa proyectos educativos y culturales y establece vínculos de cooperación entre España e Iberoamérica.

La iniciativa “La escuela que viene. Reflexión para la acción” tiene como objetivo  acompañar un proceso de participación y reflexión colectiva que busca la mejora de la educación y de la escuela en medio la crisis generada por la COVID-19.

Con este propósito se realizaron consultas, debates  y grupos focales “on line” en los cuales participaron más de 100 especialistas, investigadores, docentes, familias, estudiantes, autoridades públicas, empresas tecnológicas y asociaciones sin fines de lucro de unos 30 países de todo el mundo. Presentamos aquí el “Manifiesto” de esta consulta abierta.

  1. “Defendemos la escuela como un lugar de esperanzas y posibilidades”.

La escuela juega un papel fundamental para superar nuestras fragilidades y debilidades eliminando las desigualdades y las profecías del fracaso. La escuela que viene debe ser  el espacio para aprender a vivir esperanzados y preparar para cambiar y mejorar el mundo.

  1. “Afirmamos que la escuela es insustituible, pero que la escuela sola no puede”.

Se reconoce que todas las personas tienen una responsabilidad compartida por la educación y el compromiso para que la escuela que viene sea la escuela que todos  queremos y necesitamos. En este sentido, los cambios y toma de decisiones para actualizarla y mejorarla deben involucrar a muchos por encima de las hegemonías excluyentes. 

  1. “Apostamos por impulsar una metodología y una evaluación de los aprendizajes que se centren en el cuidado”. 

La escuela que viene necesita de reuniones, actividades, proyectos y encuentros. En formatos virtuales, presenciales e híbridos, que cuiden a los estudiantes, a los maestros y a sus relaciones. El proceso de enseñanza y aprendizaje debe estar orientado al diálogo donde la confianza, la solidaridad, el respeto y el afecto constituyen ejes fundamentales.

  1. “Creemos que los propósitos y objetivos educativos son los que deben guiar la transformación hacia una escuela digital”.

Las tecnologías digitales multiplican las oportunidades aceleradamente. En este camino, son las grandes preguntas educativas las que pueden ayudarnos a que las tecnologías digitales estén al servicio de la enseñanza y el aprendizaje de todos los estudiantes.

  1. “Reconocemos diferentes escuelas digitales”.

Lejos de pensar que las tecnologías pueden ofrecernos soluciones universales, creemos que es necesario contemplar las diversas realidades locales y las necesidades particulares de cada estudiante, de cada profesor, de cada escuela y de cada nivel educativo.

  1. “Distinguimos diferentes formas de desigualdad”.

La escuela que viene debe contemplar el potencial digital en busca de un mayor acceso y calidad educativa. Debe enfrentar las enormes desigualdades que se observan tanto en las diferentes posibilidades de acceso a conectividad y dispositivos, como también en las habilidades digitales de estudiantes y las oportunidades de acompañamiento familiar.

  1. “Animamos a la autonomía, a la flexibilidad, a los proyectos de innovación y a dotar con los recursos necesarios para cada escuela”.

La educación se hace vida en la escuela como espacio de cambio. Las escuelas, como redes, habrán de crecer y mejorar continuamente. Las  soluciones solo son practicables en cada realidad, dando autonomía a las escuelas, que debe dotarse de todos los recursos  necesarios, así como de la autonomía que permita tomar soluciones pertinentes.

  1. “Sostenemos que en la escuela ante todo se educa”.

Defendemos que la escuela no es un edificio. Es un espacio de reflexión,  convivencia y  aprendizaje pero se trata de cualquier tipo de aprendizaje. Debe ser valioso para escuela y para la vida. En la escuela aprendemos a estar juntos, para construir un mundo de todos. Se aprende  a través de relaciones, vínculos,  afectos y solidaridades.

  1. “Impulsamos las comunidades educativas resilientes”

Las escuelas son comunidades resilientes conformadas por los  alumnos y los docentes, los padres y ciudadanos e instituciones del entorno. Deben desarrollar competencias académicas, emocionales, sociales y ciudadanas  como la autonomía, reflexión crítica, la justicia, honestidad, la democracia y la atención o el cuidado hacia los otros.

  1. “Estamos seguros de que la escuela que tiene sentido para todos”.

La escuela que viene debe ser capaz de atender las diversidades existentes y ofrecer a todas las personas las máximas oportunidades para desarrollarse en todos los ámbitos de la vida. Debe ser un espacio emancipador, que fomenta una formación socialmente justa.

Como país, pensemos la escuela que necesitamos.  Y hagámosla. ¡Cara al sol!