La envidia en la política es un tema que llama la atención, en tanto la misma tiene graves consecuencias para la convivencia social y, principalmente, para la democracia o Estado de derecho.
Tal como afirma el filósofo rumano E.M. Cioran en su ensayo ´Escuela del Tirano, “los políticos son completamente envidiosos. Uno se vuelve envidioso en la medida en que ya no soporta a nadie ni al lado ni arriba”.
Esto explica por qué, en el fondo, la lucha política se reduce a una serie de maniobras bien calculadas para asegurarse que la eliminación de los adversarios o enemigos tenga éxito.
Cuando la envidia es usada como base de la política surgen temas como el odio a los ricos, la lucha de clases, el odio al éxito ajeno, la denostación de los logros y conquistas, y se le añade una explicación política.
En el escenario político dominicano son pocos los que están conformes con lo que tienen. La insatisfacción permanente y el deseo insaciable de poder son construidos sobre la envida; uno más de los pecados capitales que cometen los políticos y sus partidos. Envidia que se agiganta más en los “partidos tránsfugas-minimalistas” que se venden a sobreprecio.
De ahí que los partidos en el poder, como es el caso del PRM, despiertan grandes envidias en los demás partidos. Resultando, además, que los partidos y políticos envidiosos denosten sus logros y conquistas y hacen una oposición (envidiosa) que desborda los límites de la cordura, la sana convivencia y la decencia política.
Lo anterior encuentra fundamento en lo que expresa el filósofo y politólogo boliviano Franco Gamboa, que en su reciente estudio ´Seis claves interpretativas sobre la política de la envidia´ que sostiene que la envidia puede llegar a convertirse en el sentimiento más irresponsable de aquellos que se ven aplastados por la sombra de grandes obras o personajes”.
A su vez, Gille Lipovestky en su obra ´La Felicidad Paradójica´ dice que “en el mundo del trabajo, del espectáculo, de la política, de las artes y las letras, el éxito de unos enciende el resentimiento de otros, en todas partes florecen las envidias y las alegrías malsanas”
El “mordisco” de la envidia, como lo llama el filósofo italiano Francesco Alberoni en su libro ´Los envidiosos´, ese espasmo doloroso que a nuestro pesar nos atenaza, a la vista de alguien que tiene lo que nosotros no tenemos y que deseamos, es producto del vértigo de la carencia.
Para el filósofo Federico Nietzsche, los (políticos) mediocres no son del todo tontos. Se percatan de sus debilidades y envidiando a los hombres meritorios, son lo suficientemente astutos como para ascender, solamente poniendo en práctica la confabulación en contra de los otros.
Demócrito fue de los primeros en dar una interpretación política a la envidia: “la envidia dio origen al enfrentamiento político (stasis)” (Fr. 295 ed. Diels II, 194). Platón, que conocía bien conocía “las calumnias de los envidiosos” (Platón, Cartas, III, 316 e), había llegado a la conclusión de que “el poder político desarrolla la envidia” (República, IX, 580 a.)
Los políticos y partidos envidiosos de aquí habrán de buscar cura para el “pecado diabólico por excelencia” Así le llama San Agustín a la envidia. San Gregorio Magno consideraba que de la envidia nacen el odio, la maledicencia, la calumnia, la alegría causada por el mal del prójimo y la tristeza causada por la prosperidad del prójimo.
¡Ojalá la encuentren antes de las próximas elecciones!