Al referirnos a la educación básica en el título de esta entrega, nos estamos refiriendo a los niveles inicial, primario y secundario, en los cuales los estudiantes deben aprender y desarrollar las competencias básicas de la lectura y la escritura, la comprensión lectora, el pensamiento lógico-matemático, como incluso otros aspectos esenciales contenidos en las siete competencias fundamentales que señala el currículo dominicano y que son transversales a dichos niveles.
No hay ninguna duda de la importancia que tiene para el desarrollo de cualquier país lo que ocurra en este tramo de la vida de sus ciudadanos. Son 12 años, de los más importantes, donde se espera armar a los ciudadanos de las competencias claves para el desarrollo social como el suyo propio, a fin de afrontar las demandas de la época que les ha tocado vivir. No es cualquier cosa, la importancia que la escuela tiene para el alcance de dichos propósitos. Es más, con la crisis del modelo de familia y la incorporación creciente de la mujer a la vida laboral, esta importancia se ha hecho mucho mayor, pues se ha pretendido incluso que la escuela, en algunos aspectos, supla lo que fue tradicionalmente una función de la familia. Temas que se daban por sentado eran de la responsabilidad del núcleo familiar, como lo relativo a los valores primarios o básicos, hoy se le suman a la función de la escuela. Solo hay que echar una mirada a los diversos programas que se han desarrollado en diversas instancias del ministerio de educación, para darnos cuenta de la dimensión del asunto. Muchas otras cuestiones que corresponden a otras instancias del estado, como es la educación vial, también se ha pretendido responsabilizar a la escuela.
Ahora bien, en nuestro caso, treinta y un años de reformas y miles de millones de pesos “invertidos” (se habla de 4.8 billones de pesos desde el 2013 hacia acá) no han sido suficientes para alcanzar los propósitos que, desde Plan Educativo a finales de los noventa, se plantearon. Nuestro sistema educativo no ha podido resolver los problemas más elementales para su funcionamiento y con ello, dar respuesta a los fines y propósitos que señala la Constitución, la misma ley de educación vigente y todos los documentos curriculares.
Solo por citar algunos, veamos:
- La tasa de cobertura en todos los niveles es aún precaria, aunque en el nivel primario se ha llegado a algo más del 95% de la población en edad escolar. Con la pandemia por el CORONAVIRUS hemos perdido más de 250,000 estudiantes, según se señala en el último informe del IDEC (Iniciativa Dominicana por una Educación de Calidad), siendo en su mayoría del nivel inicial y del primer ciclo de primaria, tramos estos importantísimos para alcanzar logros descritos antes y de eso no hay dudas.
- El nivel de retención de los estudiantes sigue siendo muy pobre, pues a la fecha en doce años de escolaridad terminan menos del 50% de los estudiantes que ingresan doce años antes en primero de primaria. Se sabe que de cada mil estudiante que ingresa a primero de primaria, solo terminan en doce años el último curso de secundaria, 497.
- De aquellos que terminan en doce años los estudios de secundaria y acuden a las pruebas nacionales, en su mayoría, muestran muy bajos logros de aprendizaje. Estas evidencias se han puesto de manifiesto en las evaluaciones diagnósticas nacionales de tercero y sexto de primaria, como de tercero de secundaria, así como los estudios internacionales en los que hemos participado (LLECE, PISA, ICCS, entre otros).
- El índice de escolaridad real de un estudiante que completa todos los requisitos para ser bachiller es apenas de 6.5 años, es decir, en doce años -de manera efectiva- solo recibe 6.5 años de educación. ¿Qué podríamos esperar entonces en términos de logros de aprendizaje? Quizás deberíamos decir que, a pesar de todo, algo aprenden los estudiantes.
- El cumplimiento del horario y el calendario escolar, razón del tema anterior, sigue siendo una cuestión de negociación años tras años con el gremio a pesar de que cada mes todos los maestros y docentes reciben su salario por el trabajo realizado y la asociación de profesores también recibe lo correspondiente a la afiliación de los maestros que se descuenta por nómina (1% de su salario).
- Años tras años el tema de los libros de textos se constituye en un asunto de la prensa nacional, y no por su buen cumplimiento precisamente, sino por la no disposición de estos en las escuelas. Las experiencias anteriores no parecen que hayan ofrecido alguna oportunidad para aprender de los errores cometidos. El sistema no ha sido capaz de aprender, a pesar de ser esta su misión principal.
- Millones de pesos han sido empleados en la adquisición de computadoras, tabletas y muchos otros artefactos que o se han quedado en los almacenes perdiendo incluso su garantía, o como recientemente apareció en la prensa nacional, no terminan en manos de los estudiantes para quienes se adquirieron, sino de sectores e instituciones que nada tienen que ver con el educativo.
- La discontinuidad de las políticas educativas por un cambio de gobierno o ministro dentro de un mismo gobierno ha sido el pan nuestro de cada día en el ministerio de educación, lo que no ha permitido verificar el valor de estas, trayendo consigo un bajo costo-beneficio en su ejecución. Tampoco sobre eso hemos aprendido mucho.
- Aún el déficit de aulas o espacios escolares, como se suele llamarse en los ámbitos de la planificación educación, sigue siendo un tema pendiente, como lo es el mantenimiento continuo de los planteles disponibles. A finales del año escolar pasado 2022-2023 el Observatorio Educativo del Instituto de Educación y Formación Pedagógico Sindical de la Asociación Dominicana de Profesores señaló grandes debilidades, como eran “que el 73% de las escuelas públicas no cuentan con las condiciones para propiciar un correcto ambiente de aprendizaje”; “en el 87% de las escuelas no hay un laboratorio de ciencia, el 69% de los centros no tiene laboratorio de informática, el 45% de las escuelas públicas no cuenta con una biblioteca, el 66.67% de los centros educativos no tiene salón de profesores y el 31% de estos, tampoco tiene cancha deportiva”; o que “el 58% de los centros de Jornada Escolar Extendida no tiene comedor y el 6% de las escuelas carece de oficina para el director o directora”. Más grave aún, “solo el 32% de las escuelas públicas dominicanas recibe agua corriente frecuentemente para los inodoros, lavamanos, área de cocina y área de limpieza”.
- La formación inicial y continua de los docentes sigue siendo otro tema complicado, que se ponen de manifiesto tanto en los resultados del concurso de ingreso como de las evaluaciones del desempeño. En la evaluación del desempeño docente 2017 las cuestiones principales por atender fueron señaladas tanto a nivel nacional, como regional, distrital, escolar y en cada uno de los maestros evaluados entonces. La formación inicial docente, en sentido general, ha sido muy deficiente.
- La nómina administrativa es objeto interesante de estudio, pues además de volumen en términos de personas, también son los cargos que se especifican. En cada página aparecen 47 filas que corresponde a personas. Tomo el caso de la nómina de septiembre 2023, la que presenta 2059 páginas que si multiplico por 47 me ofrece un total de 96,773 personas, de las cuales 8,507, más o menos, aparecen bajo el código reg/dis 0000 que corresponde con la sede central. Por supuesto, abundan los auxiliares y conserjes. Si quieren darle una mirada a la misma cliqué Nómina | Transparencia (ministeriodeeducacion.gob.do)
Es posible que esta lista de temas pendientes en educación pueda ser ampliada, no tengo la menor duda, no era mi intención hacerla de manera exhaustiva sino solo señalar algunos aspectos importantes y que vienen pendientes desde hace ya muchos años. Quizás debería señalar un doceavo del cual algunas voces se han ido haciendo eco…
- La educación dominicana ha estado atrapada por intereses muy ajenos a aquellos que tienen que ver con el desarrollo y el aprendizaje de sus estudiantes por generaciones. Cada día crece el número de jóvenes que no alcanza a completar su escolarización básica y con ello, una gran parte de la “población económicamente activa” se encuentra sin las competencias necesarias para el trabajo y la vida ciudadana. El desorden y la mayúscula violencia del tránsito en las calles de nuestras principales ciudades es un botón, lo más que suficiente, para llegar a ser una buena muestra.
De nuevo me pregunto: ¿Dónde está el liderazgo político, económico y social comprometido con el bienestar y el desarrollo de nuestro país, capaz de anteponer sus intereses a los intereses de la nación dominicana? Aunque parezca irónico, termino diciendo: Quizás deberíamos importarlos, como pretendimos en algún momento con los maestros, de los países asiáticos para ver si sus soluciones pueden dar al traste con tantos escollos en nuestra vida nacional.