Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la diabetes es una enfermedad que ocurre cuando el cuerpo no produce la insulina, es decir, una hormona o sustancia, con calidad y cantidad,  que tiene la vital función de controlar, como una llave, la entrada de glucosa o azúcar a las células  del cuerpo para generar energía. La insulina es tan importante que a los científicos Frederic Banting y John Macleod, por descubrir cómo fabricarla, le otorgaron el Premio Nobel de Medicina en 1923; un gran paso para humanidad por haber salvado millones de personas.

La diabetes o “la azúcar”, como la llaman popularmente, se debe a diversos factores: entre ellos  genéticos, se han identificados genes asociados a esta dolencia; socioeconómicos y ambientales; y la agravan la obesidad, la inactividad física y la alimentación poco saludable. Daña a pequeños  vasos sanguíneos y grandes arterias, por lo que produce lesiones cardiovasculares, en los nervios, los riñones, los ojos, úlceras en los pies.

Conforme a la OMS, afecta la esperanza de vida de las personas y sobrecarga con enormes costos  los sistemas de salud; ya que, más de 420 millones de personas adultas sufren Diabetes en el mundo; y  ha aumentado un 70% desde el 2000, por lo que esta dolencia es de las diez causas principales de muerte en el planeta. Solo en las Américas, más de 284,000  personas murieron por ella en el 2019, por lo que se califica la Diabetes como un asesino silencioso. Y los estudios y evidencias indican que las personas con diabetes tienen el doble de posibilidades de contraer y  agravarse con el COVID-19. Y este agrava la diabetes. O sea, después de sufrir coronavirus, muchos diabéticos, suelen requerir dosis diarias de insulina.

Les pondré estos ejemplos de allegados. Una joven que nació en 1972, de niña, por su mala alimentación, desarrolló sobrepeso y diabetes. Casi terminó la licenciatura en Farmacia en la UNPHU. Aunque tanto ella como en la familia tenemos farmacia, o sea, por  profesión y oficio, conocía de la importancia de los fármacos; antes de cumplir  40 años presentó fallos en los riñones y los médicos le propusieron diálisis y trasplante de un riñón. Se negó a aceptar el diagnóstico en una clara negación psicológica; rechazó el tratamiento, y no llevaba dieta ni se ejercitaba. Y a principios de 2021, sufrió un infarto; y seguía con las dificultades de los riñones, hinchazón de las piernas, úlceras en los pies, y hospitalizada, contrajo el  Covid-19, por lo que falleció, a los 49 años.

Igualmente dos grandes amigos, uno de 56; y otro, de  75 años, eran diabéticos e hipertensos; ninguno recibieron vacunas Pfizer ni Moderna. Estas tres valiosas vidas se perdieron en 2021, y en  hospitales, donde la responsabilidad del paciente recae en el servicio y no en médicos individuales o especialistas de centros de salud bien equipados. Por otro lado, otro joven, al cumplir 30 años, se complicó en una sencilla operación y al reportarle fiebre alta a media noche, el talentoso urólogo Dr. David Soriano, fue en su carro y lo llevó a otro centro de salud, donde le aplicaron un tratamiento noble y carísimo, que lo salvó, y comentó que  la infección era tan grande que probablemente no amanecía donde estaba interno.

Respaldemos la iniciativa de la Organización Mundial de la Salud que busca la prevención y el control de de la diabetes y la hipertensión, y que asumió el gobierno dominicano con el objetivo reducir los casos y garantizar que todas las personas a las que se les diagnostique estas dolencias, reciban tratamientos de calidad; con la meta de aumentar dos años a la esperanza de vida de los dominicanos, de 74 a 76 años.

Finalmente dos alertas. Una, el diagnóstico y el  tratamiento de la hipertensión y la diabetes solo deben realizarlos y modificarlos los profesionales de la salud. Y dos, ante el aumento de los casos de coronavirus, por nuevas variantes, las orientaciones de la OMS, de las autoridades sanitarias de  Europa, Estados Unidos y Rep. Dominicana, coinciden en recomendar el uso de mascarillas en centros de salud.

** Este artículo puede ser escuchado en audio en el podcast Diario de una Pandemia por William Galván en Spotify.